Una vez el cielo soleado se fundió en el horizonte para abrazar a la noche en lo que conocemos como ocaso, era la hora de partir. La entrada era distinta a la anterior vez, no tan cercana al Cuartel de Hermes. Si, sorpresivamente se llama así el lugar donde reside la Orden. Cruzamos la ciudad iluminada por luces, aunque con un notable sentimiento de mantener un perfil bajo. Los niños correteando entre mercados y faroles proyectaban sombras que de inmediato recordaban al festival que pude ver otrora, la ultima vez que fui a las tierras abandonadas, y que en si mismo, ocurrió otrora.
Nuestro rumbo nos llevó a una callejuela apartada del alboroto en las calles, donde nos esperaba una trampilla. Para nuestra suerte, o desgracia, no traíamos ningún animal de compañía como la ultima vez, aunque dudo mucho que Fotsvamp hubiese entrado en el diminuto túnel. Cuando Yngvar le solicito ayuda a Freyr, fue conciso y faltaron instantes para que le pusiese un puñal en el cuello.
"No pienso dejar que uno solo de los animales salga a tu cuidado. Olvídate." - Le dijo textualmente el encapuchado.
Y así, volvimos al Fjörir, un lugar al que no me hubiese pensado mucho si ir me hubiesen dicho de no hacerlo. Sin embargo, Yngvar me explico por el camino que nos conducíamos a otra zona del mismo.
"Está vez nos dirigimos al plano posterior del Fjörir. Hace mucho que no lo visitamos, se le conoce como el Bosque de Hierro." - Pronunció el vikingo. - "Es mucho más seguro que el poblado, no habrá tanta hostilidad como la última vez."
"Te va a gustar." - Agregó la sirena bigotuda. - "Hay árboles que tocan el techo, árboles de hojas caoba y de troncos gruesos."
Para ser honestos, no pudo dar una mejor descripción. El camino fue mucho más breve que el último, sobre todo con esta vez Yngvar cargando con unas jaimas, en concreto dos, y pronto no tarde en poner un pie en el Bosque de Hierro. Su nombre le hacía justicia, pues los troncos de los árboles daban indicios de ser tan rígidos y robustos como el mineral. Las hojas hacían sombra sobre nuestras cabezas, apenas dejando entrar la luz que empezaba a asomar del atardecer. Me tomé mi tiempo para observar el paisaje, los pájaros que hacen nidos en los árboles, los pequeños insectos que se escabullen entre el follaje, todo transmitía un aura similar a la que me topé la ultima vez, mas esperaba no recibir la misma traición del destino.
"Bien, busquemos la entrada a la cámara." - Dispuso rápidamente una misión el bárbaro, que por cierto, parecía estar dejándose la barba algo más larga, aunque solo logrando tener una sombra de pelos en su rostro.
Nuestro camino, no obstante, se vio cortado por unos zraspis, aquellos seres no muertos que nadie parece saber de donde vinieron. ¿Acaso son espíritus de no muertos reencarnados? Así se describe a criaturas similares en los libros, pero eso sería muy aburrido. Estos zraspis eran algo más pintorescos, tenían flores sobre toda su cabeza y partes abiertas en su pútrido cuerpo que padecían colores más vivaces.
"Lupin, es buen momento para poner la teoría en práctica." - Ahora que me acuerdo, Yngvar me había explicado formas en las que podría mejorar el uso del khopesh. - "Empuña con ambas manos, utilízalo más como un hacha y una lanza, alterna."
Desenvaine tras mucho tiempo la rígida arma y empuñe con ambas manos. Uno de los zraspis notó mi presencia, y comenzó con paso lento a caminar hacia mi, parecía arraigado a los árboles.
"Recuerda, mano derecha para direccionar, izquierda para dar la fuerza. Lleva tu espada atrás y haz una estocada."
Cargué mi espada tal y como dijo Yngvar, y mirando al zraspis abalanzándose, di rienda suelta a mi khopesh para hordar en las pútridas carnes del pútrido ser.
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𝘓𝘦 𝘍𝘰𝘪𝘯𝘪𝘹 𝘺 𝘦𝘭 𝘛𝘰𝘲𝘶𝘦 𝘥𝘦 𝘔𝘪𝘥𝘢𝘴 🌞
FantasyImagina un mundo sumiso en un inmenso y misterioso mar de nubes. En ese mundo es donde reside la ciudad de Meridian, un lugar de prosperidad y comercio, pero sobre todo destacada por su religión. Otrora, el primer rey de la ciudad fue bendecido con...