𝘊𝘢𝘱𝘪𝘵𝘶𝘭𝘰 𝘟𝘐 - 𝘝𝘦𝘳𝘪𝘵𝘢𝘴

4 2 0
                                    

Las calles se llenaban de personas como el alcantarillado de ratas. El derrumbe de la catedral fue una noticia que se esparció como la pólvora, y yo, perdido en mi propia ciudad, andaba a contra corriente de las masas, recibiendo empujones mientras trataba de buscar a un hombre que me debia demasiadas respuestas.

Marcas de cortes de espadas y de una tinta exactamente igual a la de Nathaly, claros indicios de que Zodiasmo y su hijo habian tenido una ardua batalla. Sin embargo, y aunque no era exacto, no logré encontrar ni la más mínima m unancha de sangre, lo que indicaba que ninguno de ambos hombres habían logrado penetrar en el hombro.

Camine a paso ligero sobre las baldosas. Conforme avanzaba, aquellas calles se vaciaban cada vez más y más, y, como si la muerte de Dagrnjol hubiera sido el causante, el Sol fue opacado por nubarrones. No caían gotas, mas el color gris asoló Meridian.

Mi mente se decidía porque debía lamentarse más en dicho momento. Por un lado, aquel recuerdo de padre que vivi en carne aún me propagaba escalofríos, y si quiera saber que debía plantar cara a Zodiasmo me aterraba en parte, mas debia encontrar esas respuestas a toda costa. Por otro lado, la muerte de Tyr me resultó desgarradora. Un sentimiento de culpa recorría mi cuerpo, pues, quizás, yo mismo podría haber intentado salvarlo, aunque eso hubiera costado mi vida.

Lo hecho hecho estaba, así que no me quedaba otra que secarme las lágrimas y levantarme. Al final, es lo que el mismo me hubiera dicho que hiciera.

Tras un largo rato de caminar por las calles, los rastros comenzaban a llevarme a calles que me resultaban extrañamente familiares. Parecían casi las rutas exactas que tomaba con padre de regreso a...

No tarde en darme cuenta, ambos, o por lo menos Zodiasmo, habían entrado directos por la ventana de mi hogar, mi antiguo hogar. Fue casi un acto reflejo el entrar por la puerta y correr de inmediato a subir por las escaleras. El piso inferior estaba intacto. La ventana era de la buhardilla, por lo que hice caer de inmediato las escaleras que llevaban a ella.

"Hisozō... Muspel..." - Como si lo que hubiera frente a mí fuese un lunático, encontré a Zodiasmo de espaldas, recitando runas. Pronto, una gran llamarada se formó en su mano derecha. Desconocía sus intenciones, pero jugar con fuego nunca suele ser una buena idea.

"Apaga eso de inmediato." - Ordene de inmediato, con la mirada fija en él.

Sin darse la vuelta, cerró la mano, extinguiendo aquella llama, a lo que se rasco en el pecho. Al girarse, mostró una cara confusa ante mi reacción, y mostró una expresión calmada en contraste a mi evidente cólera.

"Oh, Aurelius. ¿Ya habéis terminado en la catedral?" - Parecía que desviaba el tema de conversación. - "Me has encontrado batallando con Eleazar, mas justo pasaba por aquí. Me ha traído muchos recuerdos de tu padre, estaba a punto de restaurar todo lo carbonizado de las cenizas con una runa."

"Mientes." - Respondí contundente, solo para darme cuenta de que transformé sin quererlo mi brazo en oro, cosa que atrajo los ojos de Zodiasmo a él como los ratones al queso. - "Vi un recuerdo en la catedral. Tú y padre discutiais, insinuabas matarlo."

"Oh vamos, ¿En serio no creerías que Dagrnjol usaria sus poderes para ponerte en mi contra?" - Sus intenciones seguían siendo desviar el tema de atención.

𝘓𝘦 𝘍𝘰𝘪𝘯𝘪𝘹 𝘺 𝘦𝘭 𝘛𝘰𝘲𝘶𝘦 𝘥𝘦 𝘔𝘪𝘥𝘢𝘴 🌞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora