Adam vagaba solo entre los árbolesfrondosos y las flores perfumadas. Su soledad pesaba sobre él, y aunque teníaa los animales que el mismo les había puesto nombre, como era suobjetivo, algo faltaba en su estancia en el edén.
Para nosentir este sentimiento desconocido para el.
No sabía queera.
O bueno no sabíacómo describirlo.
-Creo que lopodría llamar...Soledad – Hablo el primer humano mientras miraba su reflejo enel agua de un lago.
EN ELCIELO.
El creador, el dios eterno, el primer padre en términos de canon, Dios.
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Miraba a su primer hijo a su imagen y semejanza, estando triste cerca de un lago en el edén.
-Padre celestial...- La fue interrumpida por una mano de dios la serafín mayor.
-Guardasilencia será.
-Oh, yo losiento Señor...Puedo saber, ¿Qué está haciendo?
-Vez a mihijo, Adam – señalo a su hijo, la serafin asintió – Intento entender quele pasa
-Oh, bueno señortalvez esta triste de estar solo – dijo ganándose la mirada de su jefe.
-Estar solo?
-Si, talvezal ser el primer humano se siente solo de ser el único de su especie en estaren el edén.
-...Sera, eresbrillante – fue lo que dijo antes de retirarse, dejando alagada y confundidaa la serafín, pero más que nada alagada.
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Una noche,mientras la luna brillaba sobre el Edén, Adam escuchóun susurro en la brisa, despertándolo de su sueño.
Siguió elsonido hasta un rincón oculto donde las sombras se entrelazaban. Allí, entrelas hojas, encontró a alguienparecido a el.
Aun que, con algunas características distintas, una criatura de belleza inquietante.Sus ojos eran hermosos y su cabello era como las estrellas, brillante.
Entonces, Lilith,la primeramujer creada, volteo al sentir la mirada de Adam en ella.
Se mirarondurante un largo momento, dos almas errantes encontrándose en la penumbra.
-¿Quiéneres?-preguntó Adam,cautivado por la oscuridad en los ojos de Lilith.
-Soy Lilith -respondió ella un poco tímida mientras miraba a Adam.
