El vuelo a Los Santos

46 4 0
                                    

Iba en el asiento trasero del coche. Todavía no había amanecido, por lo que desde la ventanilla se veía únicamente la oscuridad de la noche, interrumpida por la tenue luz de las estrellas y la luna. Al volante iba Toni y a su derecha, Carlo. Mis hermanos mayores, los que me habían enseñado todo.

-Lucia se nos hace mayor...- Le dijo Toni a Carlo.
-Lo sé.

Estaba tan cansada que simplemente dejé su conversación de fondo. Casi no había dormido. Lo único que pasaba por mi cabeza eran las ganas de meterme en el avión y dormir durante el primer vuelo hasta Nueva York. Eso y lo mucho que iba a echar de menos Italia y a mis dos hermanos. Siempre fuimos el trío Gambino. No quería romperlo, pero... No me quedaba otra. Quería vivir la experiencia de vivir en otro país yo sola. Ser independiente. Y cuando vi el alquiler tan asequible en un pequeño apartamento en Los Santos (lo suficiente para una sola persona) no me pude resistir. Tenía dinero ahorrado como para vivir un año, pero ya encontraría algún trabajo donde fuera.

-Eh, Luci.-Carlo se giró para mirarme.-Si necesitas cualquier cosa, nos llamas a Toni y a mí. Por muy independiente que quieras ser no vamos a dejar de ayudarte. ¿Vale?

Le miré a los ojos.

-Lo sé. Gracias.

Tras quince minutos llegamos al aeropuerto. Sacamos mi maleta amarilla del maletero. Cuando yo tenía 5 años,  Toni 16 y Carlo 15 quedamos en que el amarillo era nuestro color porque los tres éramos rubios. Una tontería, como las miles que hemos dicho y hecho durante nuestra vida. Tonterías que nos mantienen unidos. Pudimos llegar hasta el control. Mis hermanos no podían pasar porque sin tarjeta de embarque no dejaban. Entiendo que por seguridad tienen que mantener controlado quién entra y sale.

-Luci.-Toni me miró serio.-Llámanos al menos una vez por semana. Quiero saber qué tal te va en Estados Unidos.
-Lo haré. No te preocupes.-Miré a los dos con lágrimas en los ojos.-¿Sabéis? No quiero romper el trío Gambino.
-No lo vas a romper boba.
-El trío Gambino será el trío Gambino siempre. Nada lo va a romper. Y unos kilómetros, menos.

Abracé a los dos. Iba a echarles mucho de menos. Ellos me devolvieron el abrazo. Después me dieron un beso en la frente cada uno.

-Luci. Una cosa más.-Toni me miró serio.-Si alguien te molesta o te hace algo, dinoslo. Si hace falta que vayamos para protegerte, lo haremos.
-Toni, que ya no soy una niña, por favor. Me puedo proteger sola.-Carlo y Toni se miraron y rodaron los ojos.
-Bueno Luci, ten cuidado. Por favor.

Tras eso nos despedimos y pasé el control. Pude ver cómo me miraban hasta que giré una esquina y me perdieron de vista. En el fondo agradezco que me protejan tanto, pero también es hora de que lo haga por mi misma.

Tras media hora anunciaron la puerta de embarque a la que tenía que ir. Al menos era un aeropuerto pequeño y no se tarda tanto en llegar a los sitios. Una vez ya entré al avión (me había tocado ventanilla, al menos si quería mirar y ver literalmente el océano podía). Quería dormir, pero no me iba a perder la sensación del despegue. La de un aumento repentino de velocidad que te pega al respaldo del asiento y la de dejar de tocar el suelo. Me hace sentir viva.

Horas más tarde me desperté. Miré la pantalla. Todavía faltaban dos horas. ¿DOS HORAS? El vuelo duraba nueve. Había dormido siete horas. Me esperaba dormir unas cuatro o cinco, pero se ve que realmente necesitaba ese descanso. No ocurrió mucho durante ese tiempo. El hombre que tenía al lado iba leyendo y el otro asiento estaba vacío.

Una vez en Nueva York tenía 4 horas de espera hasta el siguiente vuelo. Tenía hambre así que aproveché para ir a comer y llamar a Carlo. No lo cogió. Llamé a Toni en su lugar.

-¿Luci?¿Va todo bien?
-Sí, sí, acabo de llegar a Nueva York. Ya solo falta el vuelo a Los Santos.
-Ah, perfecto.
-¿Y Carlo? No me ha cogido el teléfono.
-Creo que iba a ir al casino. Ya le conoces.-Suspiré.
-Voy a comer algo antes del siguiente vuelo. Tengo hambre.
-Venga, buen viaje y que aproveche.
-Ciao.
-Arrivederci.

Más tarde entré al avión. Tenía el asiento del medio. El peor en mi opinión. No hay que pensar mucho. Los asientos de pasillo y de ventanilla tienen una ventaja y una desventaja cada uno. El de pasillo no ves nada pero si necesitas levantarte no molestas a nadie y el de ventanilla es lo opuesto. Sin embargo, en el del medio ni ves ni puedes salir sin molestar. Y si vas con gente todavía puedes hablar con ellos, pero ¿sola? Y encima eran SEIS PUTAS HORAS. Un día entero de aeropuertos y vuelos. Bueno, diecinueve horas, pero es prácticamente lo mismo.

-Perdona, necesito pasar.-Me giré para ver a dos chicos algo más mayores que yo. Uno con cresta y el otro con un abrigo rojo que seguramente se distingue a un kilómetro de distancia. Supongo que no querrán pasar desapercibidos. Bueno, espero. Con esas pintas no es que uno lo tenga fácil para camuflarse. Dejé pasar al de la cresta y el del abrigo rojo se sentó en el pasillo. Supuse que eran amigos.

-¡Gustabo!
-¿Qué?
-¡Me ha tocado ventanilla!
-Ya me he dado cuenta.-El de la cresta se giró hacia mí.
-¿Tú te lo crees?¡Me está ignorando!-No pude evitar echarme a reir. Vaya dúo. Me recordaban un poco a mis hermanos.
-No te estoy ignorando, simplemente no me parece tan interesante.

Siguieron discutiendo hasta que los azafatos se pusieron a dar las instrucciones de seguridad.A mí ya me dolía la tripa de tanto reir.

-Oye, ¿cómo te llamas?-El de la cresta me miraba otra vez.
-¿Quién, yo?
-No, el señor que hay en el asiento 2A.-Respondió su amigo.
-Soy Lucia, ¿y vosotros?
-Gustabo, con b de bombón.
-Horacio. ¿Eres italiana?
-Sí.
-Yo sé un poco de italiano.-Gustabo se llevó la mano a la cara como si estuviera intentando mantener la paciencia.-Mira. Mamma mia! Spaghetti pomodoro! Mozarella! Ferrari!

No sabía cómo reaccionar. Mi cara de póker era digna de aparecer en el videoclip de Lady Gaga.

-Bueno, Lucia.-Me giré hacia Gustabo.- ¿Para qué vas a Los Santos?
-Quiero empezar una nueva vida. Sé que en Italia lo tengo todos. Mis dos hermanos mayores son lo que más de menos voy a echar. Somos el trío Gambino.
-¿Gambino?
-Sí, nuestro apellido.
-Si aceptas ser nuestra amiga seremos el trío...-Horacio comenzó a hablar.-Gustabo ayúdame.
-Como sigas actuando así Lucia va a huir de nosotros según salga del avión.
-No te creas, Gustabo.-Respondí.-Me recordáis bastante a mis hermanos.
-¿Sí?¿Cuál soy yo?-Horacio me miraba expentante.
-Tú eres Carlo, sin duda. Además Toni se da un aire a Gustabo. Se parecen. Aunque hay claras diferencias. Lo mismo alguien que no os conozca duda, pero yo al menos conozco a Toni lo suficientemente bien como para reconocerle.
-¿Entonces somos tus nuevos hermanos?-En ese momento me llegué a cuestionar seriamente la edad mental que tenía Horacio. Tenía claro que no iba a superar los cinco.
-No, lo siento. Es imposible superar a Carlo y Toni.-Gustabo rió.
-Horacio, seremos sus amigos, ya está.

El avión aceleró de golpe. Momento del despegue.

-¡Gustabo ayuda!-Gustabo y yo miramos a Horacio y nos entró la risa.
-¿No te hacía tanta ilusión la ventanilla?-Horacio se estiró.
-Sí, sí, está perfecto.

Pasamos todo el vuelo hablando, riendo y pasándolo bien. Horacio volvió a pasar miedo con las turbulencias, aunque yo creo que lo fingió para hacernos reir a Gustabo y a mí. Cuando el vuelo aterrizó, los tres salimos del avión. Nos esperaba una nueva aventura. Una nueva vida. Nuevas amistades. Nuevo trabajo. Nuevo todo. Pero al menos sabía que no empezaría sola. Mientras esperábamos las maletas en las cintas, llamé a Toni.

-Joder, son las dos de la mañana, ¿qué pasa?
-He llegado a los Santos.
-Ah, muy bien, buenas noches.
-¡LUCIA!-la voz de Carlo apareció en el auricular.
-Hola Carlo, acabo de llegar. ¿Qué tal en el casino?
-He ganado diez mil euros.
-Me alegro.
-Dime si te tratan mal, eh.
-Tranquilo, si ya he hecho amigos y todo, se llaman Gustabo y Horacio.
-Vaya nombres.-Se rió.
-Uy, ya sale mi maleta. Ciao, Carlo.
-Arrivederci, sorella.

Una Gambino DiferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora