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Su memoria siempre recordaba la frase de su abuela, "los hombres dominan el mundo, Pero las mujeres los dominan a ellos."

Ella compartía esa idea, su interés estaba en un hombre y no cualquiera si no el mismo Cregan Stark.

era una simple sirvienta más. Pero con agilidad y paciencia logro convertirse en una de las más cercanas al señor del norte, su cortada fue la vulnerabilidad del hombre al perder a su joven esposa en el parto.

Poco a poco se fue ganando su confianza y logro sacarle provecho a su cuerpo, no se enorgullecia de lo que hacía, el ser solo un pedazo de carne que le daba placer a un hombre, Pero sabía que con tiempo y esfuerzo su objetivo se daría y todo valdría la pena.

-Amelia, el señor te solicita en sus aposentos.- la mujer asintió con una sonrisa dejando de cocer y saliendo de su habitación. Ciertos privilegios le llegaron el ser la amante de Cregan. Por ejemplo; ya no limpiaba, ni llevaba comida, o ropa limpia de un lado a otro, y eso por supuesto dió que hablar a las lenguas.

Su cuerpo se adentro a la habitación silenciosa y fría. Observo al hombre sentado frente al fuego de la estufa con una copa de vino en sus manos, dándole la espalda.

-acercate.-ordeno con su voz fría y fuerte.

-aqui estoy, mi lord, ¿desea algo?–pregunto ella con voz suave.

-a usted.–La pelinegra sonrio apoyando sus manos en los fuertes hombros  de el, sus labios besaron su mejilla.

-esta algo tenso.-susurro ella en el oido de su señor pasando sus delicadas manos por sus hombros, el norteño suspiro con satisfacción cerrando sus ojos al tacto de su joven mujer, lo satisfacía y aliviaba la tensión en su cuerpo.
Sus suspiros largos y relajados eran poco audibles para ella, su cuerpo poco a poco se fue relajado.

Pero lo que realmente deseaba de ella no era eso, de un jalón la sento encima de el y la beso como si no hubiera un mañana, el beso era deseoso, lujurioso. El placer que esa mujer le proporcionaba era insaciable, jamas podía sentirse satisfecho cuando se trataba de ella, estaba en una clase de embrujo por esa mujer, sentía una clase de dependencia por ella.

Sus besos y sus gemidos contra la piel de la mujer dejaban entender que tan bien lo estaba haciendo sentir, nuevamente una vez más ambos estaban juntos  en esa cama, dándose placer y algo de cariño.

Ella sabía que en estás fechas el ánimo de su señor decaída y era cuando ella lo hacía sentir aún más mejor.

Está noche dió lo mejor de ella, dejándolo muy satisfecho y vacío.

El lobo norteño respiraba agitadamente mirando el techo, la pelinegra lo observo con una sonrisa, al observar los ojos de su señor ir hacia ella de inmediato desvaneció su sonrisa y su rostro perdió toda señal de bien estar. Era momento de dar el siguiente paso.

El hombre frunció sus cejas sin comprender el repentino cambio de humor de ella.

–¿esta todo bien, mi amor?–la preocupación era notoria en sus palabras.

–no, en realidad no, nada está bien.

–la escucho.–dijo con atención.

La mujer suspiro preocupando aún más a su amante.

–¿tu en verdad me quieres?

–yo la amo.–el corrigió la palabra querer.

–entonces sería buen momento para dejar de vernos a escondidas de todos, y que muy pronto todos sepan de nuestro amor, me reconozcan como tu esposa y señora de la casa Stark.–El comprendía perfectamente lo que ella decía, lo pensó un instante desesperando a su mujer.

Cregan Stark/ one shots 🐺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora