Anhelo

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La habitación se encontraba en penumbra, iluminada solo por la tenue luz de la luna que se colaba por las rendijas de las cortinas. El aire estaba cargado de una mezcla de aromas: perfume, sudor y la fragancia inconfundible de la pasión.

Matsukawa y Hanamaki yacían enredados en la cama, sus cuerpos unidos en un abrazo desesperado. Los besos, llenos de culpa, lujuria y arrepentimiento, resonaban en la habitación como un himno a lo prohibido.

Hanamaki, con los ojos cerrados y una sonrisa en el rostro, se entregaba a las caricias de Matsukawa, anhelando ser deseado y sentir la confirmación de su relación. Matsukawa, por su parte, solo buscaba saciar su deseo ardiente, un fuego que no podía apagar con su amor no correspondido por Tooru.

En medio de la pasión, Matsukawa no quería abrir los ojos. Temía que, al hacerlo, la ilusión de tener a Tooru en sus brazos se rompería en mil pedazos. Hanamaki, perdido en el placer y la emoción, no se percató de la situación. Solo quería disfrutar del momento, sentir el calor de Matsukawa y la sensación de ser amado por la persona que tanto anhelaba.

Las manos de Matsukawa recorrían el cuerpo de Hanamaki con una intensidad que contrastaba con la frialdad de su corazón. Sus labios exploraban cada rincón de su piel, dejando marcas que Hanamaki interpretaba como señales de amor.

La noche transcurría entre jadeos, susurros y gemidos. Matsukawa se movía con una urgencia que Hanamaki interpretaba como pasión, sin saber que solo era la desesperación de un hombre que buscaba algo que no podía tener.

En un momento de clímax, Matsukawa pronunció un nombre que Hanamaki no pudo escuchar con claridad. Con los ojos aún cerrados, Hanamaki le preguntó en un susurro: "¿Qué dijiste?".

Matsukawa se congeló. Su mente se llenó de imágenes de Tooru, de sus sonrisas, de sus abrazos. En ese instante, la culpa lo invadió por completo.

Se apartó de Hanamaki con brusquedad, dejando al chico confundido y herido. Hanamaki abrió los ojos, sorprendido por la repentina distancia. "¿Qué pasa?", preguntó con voz temblorosa.

Matsukawa lo miró con una mezcla de dolor y vergüenza. "Lo siento, Hanamaki", murmuró. "No puedo seguir con esto".

Hanamaki se incorporó en la cama, sintiendo las lágrimas brotar de sus ojos. "¿Por qué?", preguntó con la voz rota.

"Te quiero", confesó Matsukawa con la voz apenas audible. "Te quiero, pero no te amo".

Las palabras de Matsukawa golpearon a Hanamaki como un combo en el estómago. Se sintió humillado, traicionado y herido.

"¿Y entonces por qué me besaste?", gritó, sin poder contener la rabia y la tristeza.

"Porque te necesito", respondió Matsukawa.

Hanamaki lo miró con tristeza, con lágrimas en los ojos. Sabía que debía alejarse de él, que no podía permitirse seguir siendo lastimado. Pero verlo así de asustado, tan vulnerable, lo hizo dudar.

Se acercó a Matsukawa y lo abrazó con fuerza. Le dolía que no lo amara tanto como él lo amaba, pero dentro de sí tenía una pequeña chispa de esperanza.

"¿Puedo lograr que te enamores de mí?", preguntó Hanamaki en un susurro, rompiendo el silencio.

Matsukawa se quedó estupefacto. No sabía qué responder. La idea de enamorarse de Hanamaki nunca había pasado por su mente.

"No lo sé", respondió con sinceridad.

Hanamaki se apartó del abrazo lo suficiente para quedar frente al miembro de Matsukawa. Cerró los ojos y respiró hondo.

"Si hago esto", dijo en un susurro, "¿lo pensarás?".

Ya no le importaba humillarse, recibir sobras de amor era mejor que nada en ese momento.

"Maki", mencionó en un susurro, agarrando su cabeza con las manos. Ya nada los podía detener. La traición, la desesperación, no eran nada más que simples palabras en esa situación.

"Haré un intento de olvidar todo y solo tenerte a ti", dijo con determinación.

En la oscuridad de la habitación, con el peso de la culpa sobre sus hombros. Se dejo nuevamente llevar por sus deseos, sin pensar en las consecuencias. Estar lastimando a Hanamaki, a la persona que más lo quería.

*****

Tooru, en la soledad de su habitación, solo podía pensar en una cosa: el casi beso que había tenido con Matsukawa. Necesitaba sacarse eso de la mente, así que decidió salir a trotar.

Mientras corría por el parque, a lo lejos divisó una espalda que le era familiar. "¡Iwa-chan!", gritó, corriendo hacia él.

Iwaizumi se giró y sonrió al ver a Chie. "¿Otra vez trotamos juntos?", preguntó. "Tengo algunas preguntas que quiero hacerte".

Tooru aceptó, con la esperanza de que la conversación la distrajera de sus pensamientos.

"Chie-san", comenzó, "¿podrías contarme de tu primo? Dicen que es Tooru, pero no lo recuerdo".

Lo miró con tristeza. "¿De verdad no recuerdas a Tooru?".

Iwaizumi negó con la cabeza. "Es como si fuera un borrón en mi memoria", confesó. "Pero al mirarte a ti, siento que te conozco de toda la vida. Es un sentimiento extraño".

Tooru sonrió desde adentro. "Es extraño lo que dices", comentó "Me encantaría que me conocieras de toda la vida", pensó. "Tal vez así podríamos...".

Se quedó en silencio, avergonzada de sus propios deseos. "Eran muy cercanos por lo que sé, siempre lo apoyabas en todo", dijo finalmente.

Ambos continuaron trotando en silencio, disfrutando de la compañía del otro. Una brisa helada sopló, e Iwaizumi, sin pensarlo dos veces, se quitó la chaqueta y la colocó sobre los hombros de Chie.

"Iwa-chan", murmuró sonrojada.

Iwaizumi también se sonrojó. Se había quedado sin palabras, incapaz de expresar lo que sentía en ese momento.

En ese instante, ambos se dieron cuenta de la conexión especial que compartían. Una conexión que trascendía las barreras la identidad.

"Vamos a tu casa", dijo Iwaizumi finalmente.

Asintió, sin poder ocultar su felicidad. Tal vez, solo tal vez, este era el comienzo de algo nuevo.

El sonrojo no podía desaparecer de las mejillas. Tal vez era esto lo que siempre había deseado, lo que nunca pudo tener siendo hombre. Ahora que se había transformado en mujer, nada la detenía para tener una relación su amor.


ᴇxᴏᴛɪᴄ ᴍᴜᴛᴀᴛɪᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora