El gimnasio resonaba con el eco de pelotas golpeando el suelo y los gritos de los jugadores enérgicos. Era un día como cualquier otro en el entrenamiento del equipo de voleibol de la preparatoria Nekoma. El ambiente estaba cargado de competitividad y camaradería. Los jugadores se movían con precisión, coordinando sus movimientos en una danza bien ensayada.
El entrenador Manabu Naoi observaba atentamente desde la línea lateral, sus ojos no perdían detalle alguno. Estaba buscando talento, una chispa de genialidad entre sus jugadores, algo que pudiera llevar al equipo al siguiente nivel. Entre ellos, había uno que destacaba no solo por su altura, sino por su habilidad innata para colocarse en el lugar correcto en el momento preciso.
Durante una ronda de simulaciones de juego, este jugador se desplazaba con fluidez por la cancha. Sus movimientos eran rápidos y precisos, y parecía anticipar cada jugada, colocándose siempre en la posición perfecta para recibir el balón. En una de esas jugadas, interceptó un remate con una recepción impecable, enviando el balón hacia el colocador con una precisión asombrosa.
El entrenador Naoi asintió con satisfacción, dirigiéndose hacia el joven con una sonrisa aprobadora.- Buena recepción, sigue así.- le dijo, mientras los demás jugadores murmuraban entre sí, reconociendo la habilidad excepcional de su compañero.
El joven de cabello oscuro, con el sudor goteando por su frente y su respiración aún agitada por el esfuerzo, miró al entrenador Naoi con una mezcla de sorpresa y gratitud. No todos los días recibía un elogio tan directo del exigente entrenador.
- Gracias, entrenador Naoi.- dijo el chico, inclinando ligeramente la cabeza en señal de respeto.
Naoi sonrió y se acercó un poco más.- Tienes mucho potencial, Hikaru. Tus colocación es excelentes y tus movimientos son precisos. Sigue trabajando duro, y verás grandes resultados.
Hikaru asintió, sus ojos brillando con determinación. - Haré mi mejor esfuerzo, entrenador. Quiero mejorar cada día y llegar a ser el capitán como mi padre.
El entrenador dejó escapar una risa suave, sus ojos llenos de nostalgia. - Tu padre, fue un gran capitán. Siempre tuvo esa chispa, esa energía que inspiraba a todos a su alrededor. Recuerdo algunas de sus travesuras, y cómo siempre encontraba la manera de levantar el ánimo del equipo. Sigue así Hikaru.
- Seguiré entrenando con todas mis fuerzas.- respondió Hikaru, sintiendo una renovada motivación.
- Lo sé.- dijo Naoi, con una sonrisa.- Ahora vuelve a la cancha y muestra a todo lo que puedes hacer.
Con un último asentimiento, Hikaru regresó al entrenamiento, sintiendo una chispa adicional de energía. Cada movimiento, cada recepción y cada colocación estaban impregnados de una nueva confianza. Sabía que no estaba solo en su viaje; tenía el apoyo de su equipo y la guía de un entrenador que creía en su potencial.
Fue entonces cuando quedó claro que este joven, con su destreza y talento, no era otro que Hikaru Kuroo, el hijo de dos leyendas del voleibol: Kuroo Tetsuro y Kenma Kozume. Había heredado lo mejor de ambos mundos: la estrategia meticulosa de Kenma y la pasión ardiente de Tetsuro. La sangre de Nekoma corría por sus venas, y todos en el gimnasio podían sentir que estaban presenciando el nacimiento de una nueva estrella en el firmamento del voleibol.
El entrenamiento llegó a su fin y los jugadores comenzaron a recoger sus cosas. Antes de que pudieran dispersarse por completo, el entrenador Naoi los llamó a todos al centro del gimnasio.
- ¡Equipo, un momento! -dijo con una voz firme pero amable, captando la atención de todos-. Quiero informarles de algo importante.
Los jugadores se reunieron alrededor del entrenador, curiosos y atentos.
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My Heart Is Yours | KuroKen
Romance- Feliz Cumpleaños, campeón -susurró Kenma en voz baja, con una sonrisa nostálgica y un nudo en la garganta.