— Es muerte cerebral.
El mundo pareció detenerse en ese instante. Las palabras del doctor resonaron en la mente de Kenma y Kuroo como un eco ensordecedor. Bokuto y Akashi soltaron un gemido desgarrador mientras abrazaban a la pequeña Kiriko, que sin comprender del todo, sentía un profundo vacio en su corazon al recibir esas palabras.
— No... no puede ser... —murmuró Kenma, sus ojos llenándose de lágrimas. Su cuerpo comenzó a temblar, y se dejó caer de rodillas, sintiendo como si el suelo se abriera bajo él.
Kuroo se arrodilló junto a Kenma, abrazándolo con fuerza mientras ambos lloraban desconsoladamente. — Hikaru... nuestro hijo... —logró decir Kuroo, su voz quebrada por el dolor.
Akane, quien se habia acercado para recibir las noticias quedo paralizada por el shock y la culpa, no podía dejar de llorar. Se sentía impotente, como si todo esto fuera una horrible pesadilla de la que no podía despertar.
El Dr. Izumi los dejó llorar en silencio, respetando su dolor. Después de unos minutos, habló nuevamente, su voz suave y comprensiva.
— Entiendo que esto es extremadamente difícil de aceptar. Pueden tomarse todo el tiempo que necesiten. Si desean verlo, podemos hacer los arreglos para que pasen tiempo con él.
Kenma asintió débilmente, sin poder articular palabra. Kuroo lo sostuvo con más fuerza, buscando consolarlo a pesar de su propio dolor. Akane, con las lágrimas aún corriendo por sus mejillas, asintió también, sabiendo que necesitaba despedirse de Hikaru.
— Queremos verlo —dijo Kuroo finalmente, su voz apenas un susurro.
El Dr. Tanaka guió a Kenma, Kuroo y Akane a través de los pasillos del hospital hasta una pequeña sala donde Hikaru yacía en una cama. La habitación estaba en silencio, salvo por el suave pitido de las máquinas que monitoreaban sus signos vitales. Kenma respiró profundamente antes de entrar, tratando de reunir la fuerza necesaria para enfrentar lo inimaginable.
Cuando Kenma cruzó el umbral y vio a Hikaru acostado, con su rostro sereno y los ojos cerrados, una ola de dolor insoportable lo golpeó. Se tambaleó, llevándose una mano a la boca para sofocar un sollozo. Ver a su hijo en ese estado, tan vulnerable y frágil, era más de lo que podía soportar.
— No... no puedo... —murmuró Kenma, su voz quebrándose. Sin poder contenerse, se dio la vuelta y salió corriendo de la habitación, sus pasos resonando en el pasillo.
Kuroo, al ver a su esposo huir, sintió su propio corazón romperse aún más. Quería correr tras él, consolarlo, pero sus piernas no respondían. En cambio, se quedó paralizado en la entrada de la sala, sus ojos fijos en Hikaru. El dolor y la tristeza eran tan abrumadores que apenas podía respirar.
— Hikaru... —susurró Kuroo, sus palabras llenas de amor y desesperación. Dio un paso vacilante hacia la cama de su hijo, sus manos temblorosas alcanzando a acariciar suavemente el cabello de Hikaru. Sentía que su mundo entero se desmoronaba.
Akane, que se quedó en la puerta, observando la escena con lágrimas corriendo por su rostro. La culpa y el dolor eran abrumadores, pero sabía que Kuroo necesitaba ese momento a solas con su hijo.
Kuroo se sentó al lado de la cama de Hikaru, tomando su mano entre las suyas. Las lágrimas caían libremente por su rostro mientras hablaba en voz baja, como si Hikaru pudiera escucharlo.
— Lo siento tanto, hijo... Lo siento tanto que no pude protegerte... —dijo Kuroo, su voz quebrándose.
Mientras Kuroo se aferraba a su hijo, Kenma estaba en el pasillo, apoyado contra una pared, llorando en silencio. Kiriko caminó lentamente por el pasillo hasta encontrar a su madre, que estaba apoyado contra una pared, llorando en silencio.
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My Heart Is Yours | KuroKen
Romance- Feliz Cumpleaños, campeón -susurró Kenma en voz baja, con una sonrisa nostálgica y un nudo en la garganta.