Sonría, lo estamos grabando

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Arrástrame un poco más abajo

Déjame tan bajo como un sótano

Espero que hayas escrito todo para mí


Pasos apresurados y miradas preocupadas se esparcían por todos los salones de la mansión Ragnelli, los sirvientes y guardas se movilizaban apresuradamente al escuchar la noticia de que la preciada hija del Don no se encontraba en ningún lugar, tanto la ama de llaves, y jefe de la guardia se encontraban en la oficina de su jefe, temerosos y con la cabeza gacha por su ira.

— ¿Se puede saber cómo rayos permitieron esto? — pregunto severo el solo sonido de su voz, hizo sobresaltar a los presentes.

— N-no lo sé, mi señor. E-ella me pidió comprarle unos dulces y aprovechó el momento para salir.

— Los guardias que la vieron salir dicen que afirmo que estaba de camino a los jardines. Uso su autoridad con nosotros para que no la siguiéramos.

— ¡Esta es la segunda vez que pierden de vista a uno de mis hijos! Debería cortarles a cada uno de ustedes los dedos para que esta vez hagan bien su trabajo — amenazo el Don desenfundando un puñal de su impecable saquillo, mientras sus hombres rodeaban a sus siervos, asegurándose de que no puedan huir de su castigo — ¿Por quién de ustedes incompetentes empiezo?

— No, mi señor por favor se lo ruego — pedía de rodillas la pobre mujer.

— ¿Dónde está MI hija?

— Esstá en Nueva Orleans, junto a suss hermanoss.

Una peculiar voz se dejó oír detrás de ellos, Henry Ragnelli bajo el puñal mientras veía entrar a su mayordomo, la persona a la que esperaba ver desde el inicio del día.

— Pentius — Hablo el Don con irritación en su voz.

— Acabamos de recibir una llamada de los guardias en la zona del puerto, noss dijeron que la señorita Molly essta a ssalvo y ssiendo escoltada a la pensión a rencontrarse con el amo Nicolass.

— Y se puede saber ¿dónde estabas mientras mi hija tomaba un ferry sin que nadie la viera? ¡Allí sola! Se supone que tu deberías vigilarla, es más ¿Dónde estabas todo este tiempo? Mira todo el desorden que se formó, porque no haces tu trabajo.

— Mi hijo murió, señor y no puedo reclamar ssu cuerpo.

El silencio que se formó después de dicha declaración fue sepulcral, todos los presentes voltearon a ver al ahora demacrado mayordomo, al que siempre lo veían orgulloso y altanero, completamente devastado. Hasta el propio Henry se incorporó; solo un poco, para verlo con extrañeza.

— ¿Tu hijo murió?

— ...

— Retírense, ahora.

Tal como ordeno sus hombres retomaron sus labores y dejaron al Don solo junto a su mayordomo, este último no se inmuto ni reacciono, que pase lo que tenga que pasar, si su jefe decide matarlo quizás hasta le haga un favor.

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⏰ Última actualización: Jul 21 ⏰

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