2. Arrepentimiento

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Cada día en esa mansión se hacía eterno, las horas pasaban lentas y la habitación se sentía más fría. Mirando la ventana cubrió sus hombros con una manta y echó su cabello rizado hacia atrás, estaba un poco enredado.

-Tengo frío...- susurró. En otro momento quizás Anna le hubiera llevado una manta más gruesa, le estaría cepillando el cabello mientras ella bebía una taza de té caliente que Anna quizas preparó. -Anna...- abrazó más la manta entrando por completo en ella, se sentía vacío, las marcas de su cuerpo ardían y en su estómago tenía una sensación de náusea y hambre a la vez. No podía comprenderlo pero, cada que pensaba en Anna esa molestia venía. Lily aún no se daba cuenta de que ese sentir era el arrepentimiento.

La puerta se abrió, la Duquesa la visitaba, al verla se descubrió el rostro y colocó una sonrisa leve. Después de la última fiesta era una más de las amantes, y como ellas, tenía que esperar a ser visitada o a tener otro momento entre todas, la esperanza que le quedaba se retenía a ser visitada y deseada por la duquesa.

-¿Estás enferma?- preguntó la Duquesa.

-No...- respondió. -Solo, estoy un poco cansada.- La Duquesa caminó hasta el tocador, tomó uno de los cepillos y quitó un par de cabellos que no en él, luego fue hacia Lily y comenzó a cepillar su cabello con suavidad. -Duquesa...

-Deberias poner más atención a tu imagen...- La duquesa interrumpió a Lily. -Solo han pasado unas semanas y parece que te has descuidado, tal vez debo poner una criada a tu servicio, no me gusta que te vea mal- Lily pensó que la duquesa se preocupaba por ella y eso le levantó el ánimo un poco. -Las flores deben verse bonitas, si se marchitan, no habrá más remedio que arrancarlas de raíz...- con eso último la Duquesa dejó el cepillo y observó a Lily desde la puerta. -tendremos una cena... Así que quiero verte igual de radiante que las demás.- la duquesa se fue, Lily suspiró, se levantó de donde estaba y comenzó a arreglarse sola.

-Si... Duquesa.- dijo aunque era evidente que aquella mujer no la había escuchado.

Aquel sentimiento vacío no solo estaba en Lily. Cada que Anna pasaba por la habitación vacía de la señorita sus emociones salían disparadas aunque no lo quisiera, no era sencillo para ella renunciar a lily, pero tenia que convencerse de que asi era, aunque cada segundo en esa casa no ayudaban, todo era de lily, cada cosa de ese lugar tenía su esencia y eso la torturaba.

-¿Escuché bien?- habló la mayor de las mucamas. -¿Renuncias?- Anna asintió, llevaba días pensando en eso, no podría olvidarse de ella si continuaba trabajado en ese lugar.

-Gracias por cuidar de mi, pero debo marcharme.- Había sido una decisión apresurada, tenía ahorros y con eso viviría un tiempo en lo que encontraba otro trabajo donde quedarse.

Cargaba con una maleta mientras se adentraba al pueblo, no le gustaba estar ahí tanto tiempo pero debía hacerlo, observó los negocios, pensó que podría trabajar en alguno, o quizás visitar las casas de los nobles buscando un lugar como mucama.
Había olvidado lo ruidoso que era estar ahí,  había tantas personas y todas hablaban a la vez, le estresaba.

Anna observó un par de niños pedir monedas, se acercó a ellos y les entregó algunas de las que traía, luego continúo su camino, era una situación triste pero, ¿Qué podía hacer ella? Esos niños seguramente estaban ahí por órdenes de sus padres.

-¡Cuidado!- el sonido de la carreta llegó de golpe, estaba tan distraída que no escuchó cuando el caballo se acercaba sino hasta que relinchó y este la golpeó haciendo que cayera al suelo.

-¡Maldición, maneja con cuidado idiota!- la joven que salía de la carreta tenía un temperamento alto, tanto que comenzó a golpear al conductor con su bolsa de monedas, Anna podría haberse ido pero a había lastimado el tobillo. -¡Eres una bestia... Salvaje... Ah...- la joven miró a Anna y Anna la vio a ella. -Pero si tú...- rápidamente aquella rubia fue en su ayuda.

-Alte...- y cubrió la boca de Anna antes de acabar. La princesa que antes había visto ahora vestía como una pueblerina.

-¡Que coincidencia...! ¡Si, me alegra verte..!- se acercó a ella abrazándola para poder susurrar. -No digas eso... Nadie aquí sabe que soy yo.- susurró cerca del oído. -Ven, te ayudo, ¿Puedes caminar?

-solo un poco...- Anna hizo un gesto al sostenerse, le dolía bastante.

-Ah....es culpa de este mal conductor, bueno... Te ayudaré a caminar.- Sin darle oportunidad de preguntar, Anna se dejó guiar en el camino por Miriam. No supo cómo pero en varios minutos había acabado en esa gran habitación dentro del palacio siendo atendida por lo que era un médico.

-¿Estará bien?- preguntó la princesa.

-Si, solo necesita descansar mientras sana, no fue gran cosa, tiene mucha suerte señorita, el caballo pudo haberle hecho más daño del que imagina.- El doctor le colocó un vendaje y le dió un par de remedios, pensó que podría irse en ese mismo momento pero Miriam no le había dejado siquiera ponerse de pie.

Ahora la princesa había vuelto a verse como una, con un vestido largo y una tiara resplandeciente, Miriam había estado todo el tiempo cerca hasta que él médico se fue.

-Yo creo que debería irme alteza...

-¡No!- Miriam negó rápidamente. -Dime... ¿Tienes a dónde ir? Cargabas una maleta así que imagino que ibas a buscar un lugar donde vivir- Anna suspiró, no le podía mentir después de todo.

-Estaba buscando trabajo...- respondió.

-¡Es perfecto!- dijo Miriam. -¡Serás mi nueva mucama personal!

Lily Of The Valley... Anna's New Flower Donde viven las historias. Descúbrelo ahora