Lily Of The Valley... Anna's New Flower

1. una despedida y un nuevo encuentro

Su pecho dolía, no podía ver con claridad por todo el tiempo que estuvo llorando.  La noche anterior se había entregado a Lily, pero no lo había hecho de manera agradable, tocarla y tener intimidad, había sido horrible aún cuando se trataba de Lily.

Anna había empacado sus cosas, no quedaba más que irse de ese lugar. No quedaba más espacio para ella en esa mansión. Claro que se sentía destrozada pero era el momento de decirle adiós.

Los pasillos de esa gran mansión eran tan solitarios, cuando caminó hasta la salida solo escucho sus pasos, era tan abrumador que incluso la respiración se cortaba cada que avanzaba y, como último acto de amor hacia Lily, dió una última reverencia y subió al carruaje.

-Adios... Señorita.-  Y una vez la puerta del carruaje se cerró, comenzó a llorar.  No quería pero era el momento de aprender a vivir sin la señorita Lily.

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Su respiración estaba agitada, sus latidos estaban demasiado alterados tanto que sentía que su corazón saldría de su pecho si continuaba así. Una vez más había acabado entre los brazos de la Duquesa, solo que esta vez, no estaban solo ellas dos.
El banquete de la noche anterior había Sido para darle la bienvenida a la nueva mujer, Serena, así parecía que se llamaba, Lily no estaba bien, aún procesaba lo que había pasado. Esa mañana mientras se vestía ella sola y peinaba su cabello su rostro se veía más pálido y su ánimo estaba más decaído, escuchaba voces afuera en el jardín las cuales atravesaban las suaves cortinas de la ventana, era la Duquesa con Serena. Apretó su cepillo, tal y como con había pasado con ella y con las demás damas que vivían en esa mansión, Serena era ahora la favorita de la Duquesa.

-No lo soporto...- susurró. -¿El amor es así... De doloroso?- miró su rostro en aquel espejo, ¿Acaso ya no era hermosa? ¿Por qué la duquesa la había cambiado? Cerró sus ojos y le apareció escuchar la voz de Anna, pero solo había sido parte de su imaginación. -Anna...- pensó en ella y comenzó a llorar, estaba adolorida, estaba celosa de Serena, extrañaba a Anna, extrañaba sentirse amada y deseada, justo ahora se sentía tan patética.

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-¿Has escuchado los rumores?- las demás mucamas hablaban entre ella mientras Anna limpiaba el polvo de las ventanas, no quería escucharlas pero.... -La duquesa hizo un banquete nuevamente... Para recibir a otra pobre señorita.- escuchar a la Duquesa ser mencionada le hizo poner atención de manera involuntaria. -Igual que con la señorita Lily, esa joven terminó en las garras de esa mujer...- la mucamas solían decir muchas cosas, contaban y esparcían los que escuchaban en los mercados o en las tiendas de textiles.

-¿Lily estará bien?- pensó, sacudió su cabeza y caminó lejos de las demás, no quería escuchar más.

Anna siempre fue solitaria, cuando se trataba de la mansión no hablaba con las demás mucamas más que para ordenar lo que Lily deseaba, ahora sin la señorita, su vida en la mansión solo era recibir órdenes, comer y descansar para estar al servicio al día siguiente y seguramente sería así toda su vida. Su vida estaba vacía.

-Oh... Anna- le habló la mayor de las mucamas, una mujer de aproximadamente unos 50 años. Anna se aproximó a ella para escuchar lo que deseaba.

-Necesito que vayas a recoger hierbas cerca del valle, no quiero que nuestro almacén se quede vacío, por favor llena una canasta- Anna asintió solo con su cabeza, tomó una canasta y salió de la mansión, caminó adentrándose en el bosque hasta escuchar el sonido del agua correr.

El viento sopló muy fuerte haciendo que su cabello golpeara su rostro y la canasta saliera de sus manos, comenzó a perseguir hasta detenerla en unos arbustos.

-¿La vida me odia?- se preguntó. No obtuvo una respuesta fija, a cambio escuchó el sonido de un instrumento muy común. -¿Un violín?- se abrió paso entre los arbustos y se encontró con una joven de espaldas, podía ver sus cabellos rubios moverse al suave ritmo que sus brazos marcaban y hacían sonar en ese instrumento de cuerdas, debido a lo bello de la melodía se quedó observando hasta que la joven acabó de tocar y se dió la vuelta.
Anna observó lo verde de aquellos ojos y el par de lágrimas que salían de ellos, la joven limpió su rostro y tomó asiento en el césped.

-¿Quién eres?- escuchó la voz de ella. -Te ordeno que vengas aquí...- Anna se sobresaltó, claro, había olvidado que estaba a plena vista de ella, podría haberla ignorado e irse pero algo le hizo obedecer aquella orden, una tiara sobre los cabellos dorados. Aquella chica, era de la realeza. -¿Qué pasa? ¿Eres tímida?- la princesa rió un poco, se levantó nuevamente y caminó hacia Anna, una vez estando frente le sonrió. -Hola...

-Ah... Hola- respondió Anna un poco apenada.

-¿Estás perdida? ¿O mi padre te envío para vigilar? Oh...- la princesa miró el unirme de Anna. -Aunque este no es el informe... ¡Bueno! Dime señorita, ¿Quién eres tú? Yo soy Miriam... La cuarta princesa de este reino.- Anna tragó saliva, había escuchado de la familia real, había dos reyes y estos habían tenido 5 hijos, un varón y cuatro princesas, justo ahora estaba frente a la hija menor. Rápidamente hizo una reverencia.

-Disculpe por haberla interrumpido su alteza, soy solo una criada de uno de los nobles, no soy importante, ¿Me daría permiso de retirarme?- ante todo sabía que nunca debía irse así nadamás.

-¡No aún no!- dijo rápidamente. -Primero dime cuál es tu nombre... Y entonces tal vez puedas irte- Anna suspiró.

-Anna...- dijo con voz suave. -Me llamo Anna.- Miriam sonrió e hizo reverencia con su vestido.

-Mucho gusto... Anna.