- • Capítulo 6 • -

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Alya.

Estando en el auto pude percibir ese ambiente grotesco el cual hacía que mis huesos se sintieran cada vez más fríos, podía describir este momento como estar encerrada con cien cuerpos disecados en un cuarto con poca iluminación. Así de intimidada me sentía estando cerca de Júpiter. Sin embargo, a este parecía no importarle ya que su cabeza se encontraba delicadamente posicionada en la ventana, con riesgo a que si Sofia se descuidaba y caía en un bache, se pudiera golpear la cabeza.

Tal pensamiento hizo que una risa se escapara de mi boca, lo cual provocó que la madre volteara a mí llamando la atención.

¿Te sientes bien, Alya? — preguntó mirándome confundida.

Probablemente tiene ganas de saltar del auto — soltó Júpiter y prosiguió hablando. — y créeme, yo no la detendré.

Adicionó a sus palabras y sentí tal como fuera posible que miles de puñales se me clavaban en el pecho. ¿De donde sacaba tanta frialdad en estas horas de la mañana?, ¡Ni siquiera eran las 10!

Tampoco quisiera que tú me salvaras — refuté con cierta burla en mis palabras.

Si fuera lo suficientemente grande, yo lo haría, Alya — comentaba de manera tierna Peter. — pero

Sería una persona menos en el mundo, no es para tanto, Peter — molestaba Júpiter.

Bueno, ya fue suficiente. Júpiter, vamos. ¿Nunca podremos tener una mañana tranquila?, ¿Te estás vengando de mí por algo? Ya te dije que no podías conducir — regañaba la madre a lo cual fue inevitable que yo soltara una carcajada.

Gracias a Dios no lo hiciste, terminaríamos todos en el hospital. No es posible que un chango conduzca — me burlé lo cual ocasiono que Peter se riera.

A todas estas, este comentario no le hizo gracia al castaño ya que después de esto, solamente rodó los ojos y colocó nuevamente sus audífonos. Bien, logré mi cometido.
El trayecto luego de eso fue bastante silencio, los únicos momentos donde se sentía sonido era cuando Sofia me hablaba sobre lo que ocurriría en la tarde con el garaje. Aún no tenía claro porqué estaban haciendo esto. La casa de ellos era la más lujosa del pueblo, siempre estaban en los mejores autos, y a diferencia mía, incluso Júpiter estaba becado en la escuela, casi apunto de graduarse con las mejores calificaciones. La duda era tanto que casi llegando a la escuela solté la dichosa pregunta, que hubiese preferido no decir.

¿Por qué necesitarías el dinero de la venta de garaje? Ustedes son los que más dinero tienen en el pueblo — pregunté a Sofia, la cual me miró con una sonrisa algo triste.

Antes de que pudiera contestar pude darme cuenta que habíamos llegado a la escuela, sin embargo, todo lo que llamó mi atención fue el portazo que tiró Júpiter al bajar del auto, y sin ser suficiente se acercó a mi ventana mirándome fijamente como si quisiera buscar algo en mis ojos. Que lindos ojos tiene. Me distraje.

¿Por qué dejas de meter tus narices donde no te importa, Alya? No seas tan entrometida. — Amenazaba el castaño recorriendo mi rostro con sus hermosos ojos. Sentí que mi corazón se quería salir de mi pecho por tales amenazas.

Tragué seco sin quitarle la mirada y solo pude ver como con un ademán de manos se despedía únicamente de su hermano pequeño. ¿Ya la regué, no? ¿En qué momento acepté a subirme en este auto?

Discúlpalo, Alya. Se levantó de malas pulgas. — trataba de defender a Júpiter — ¿Nos vemos en la tarde? — preguntó Sofia.

Sí, claro. Ahí estaré. — asentí de manera tímida y aún con el corazón acelerado me despedí del menor y salí de ese auto.

Que mal inicio de día, de semana, de mes. Pensé mientras colgaba mi mochila sobre mi hombro derecho. ¡Álgebra! No puede ser, es cierto. Todo se ponía peor.
Suspiré tomando fuerzas y dejando salir toda la ansiedad que sentía en ese momento, mis manos picaban como si miles de abejas enterraran sus aguijones en mí.

Al caminar por los pasillos podía sentir como miles de miradas se posaban en mí, claro. Había venido en auto con el hombre más guapo y rompecorazones de la escuela. Esto me importó poco, y caminé hasta llegar al aula correspondiente donde se encontraba Lucas Miles; mejor amigo de Júpiter.

Este hombre realmente también era muy guapo, cabello castaño totalmente lacio, ojos cafés bastante claros que dejaban ver pequeñas montañas en ellos, labios carnosos de color rosa, y nariz totalmente respingada. Básicamente, demasiado perfecto para mi gusto. No creo ser la única que crea que al tener un hombre tan perfecto, ya no le guste.

Mi cabeza tenía a tope los pensamientos así que busqué mi asiento con la mirada y me senté ahí, un asiento solitario par alguien solitaria, ¿cuál era? Fácil, el asiento con vista al gran patio de la escuela. Pronto pude sentir como los demás estaban llegando y ubicándose, pero, algo captó mi vista. Ahí no se encontraba Júpiter.

¿Puedes olvidarlo por un momento, Alya? El tipo es un patán.

Pensé y poco después una suave voz me sacó de mis pensamientos.
Miré nerviosa quién era y al encontrarme con sus ojos, sentí mi corazón más acelerado.

¿Hay espacio para mí? — preguntó señalando el asiento de al lado.

Madre santa, ya no más por favor.
¡Y toca álgebra!

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