Júpiter.
Temprano en la mañana se escuchaban unos pequeños ruidos provenientes de la planta baja. ¿Hasta cuando seguiremos escuchando las discusiones de mamá y papá? Juro que me estoy volviendo loco. Para mi suerte aún era bastante temprano, mirando el reloj que se encontraba en la mesa de al lado de mi cama me di cuenta que sólo marcaban las 7:00 a.m.
Bien, un poco de tranquilidad — dije con un tono bajo.
"¿Es en serio?" Dije frustrado en voz alta después de escuchar unos golpes secos en la madera de mi puerta. No había tranquilidad en esta casa. Sin embargo, por el golpe identificar que se trataba de Peter, por lo cual me levanté de golpe a abrir.
Buenos días, hermanito. ¿Está todo bien? — pregunté angustiado pensando que tal vez los gritos hicieron que se levantara.
¿Mamá y papá se odian? — preguntó sosteniendo su pequeño oso de peluche color café que le había regalado en una feria de diversiones.
Peter aún era adolescente, sólo tenía doce años, no era justo que él tuviera que escuchar lo duro que está siendo la economía para mi familia actualmente. En retrospectiva, sólo me interesaba en mi vida mi familia, nunca había dejado que nadie más entrara en mi vida, a excepción de mi mejor amigo, Lucas. Sólo él sabía los problemas por los que estaba pasando, ya que varios los pudo presenciar. Tal vez, por eso siempre me ven como un hombre introvertido y serio.
No se odian, pero tampoco se quieren mucho, lo cual entenderás cuando crezcas que es muy normal, no te sientas mal por eso, no es tu culpa. — dije con cierta tristeza en mi voz, y seguí hablando. — ¿Quieres descansar un rato más conmigo?
Pregunté con la sonrisa más alegre que podía sacar en esas horas de la mañana. Nuestras clases empezaban a las 8:30 a.m así que había tiempo de sobra.
Sí, ¿puedo? — preguntó tímido y yo asentí inmediatamente como si me hubiese preguntado la cosa más obvia del mundo.
Ante eso, tomé su mano guiándolo hasta la cama y lo dejé ahí acostado, cubriéndolo con una de mis mantas favoritas. Posterior a eso, antes de acostarme yo también, tomé mi celular y mis audífonos que se encontraban cerca para poder colocar un poco de musica con el fin de distraer mis pensamientos del caos.
Empezó a reproducirse "More than this" de One Direction. ¿Que puedo decir? Son una banda con increíbles voces. Entre eso sólo logré cerrar mis ojos mientras me dejaba llevar por sus voces y una de mis manos se enredó en el cabello ondulado de mi hermano menor.
Sin embargo, mi tranquilidad fue interrumpida por un pensamiento fugaz; Alya. La vecina de unas cuadras.
¿Por qué pensaba en ella?
Ya lo sabía, Alya era el tipo de chica que todos los hombres quisieran, era talentosa, amable, sonriente, feliz; todo lo que yo no podía ser, o mas bien, todo lo que no me permitía ser.
Ella siempre se veía tan dispuesta a ayudar, tan cálida, valiente. Su cabello siempre peinado, sus ojos brillando todo el tiempo y su increíble sonrisa dejando iluminar todo a su alrededor. Era tan graciosa, tan linda. ¿Me gusta? Sí, un montón, pero es inalcanzable para mí. Verla es como sentir que todo va a estar bien, pero para mí sólo es una mentira.
Lo que no te dicen de ser hermano mayor es que vas a tener que asumir una cantidad de cosas que no quieres a temprana edad, te toca ser responsable siendo tan pequeño y eso es lo que vivo actualmente. No puedo hacer feliz a alguien como Alya si no puedo quererme a mí mismo.
Sentí un nudo en mi garganta y volteé de reojo para ver a Peter, estaba plácidamente dormido y aunque fuera creíble el tiempo había volado de un pensamiento a otro, ya eran las 8:00 a.m.
Hora de enfrentar al infierno.
Desperté cuidadosamente a Peter y este entendió que era momento de ir a ducharse y vestirse.
Por mi lado, me levanté de cama desconectando los audífonos y tendí esta misma, para después caminar al armario y sacar una ropa bastante simple; pantalón negro, una camiseta negra, y botines del mismo color, una pequeña cadena de oro, y un reloj dorado.
Quité mi ropa dejando al descubierto mi cuerpo tonificado, producto del ejercicio que realizaba en las tardes. Al ingresar a la ducha, prendí la llave y dediqué estos minutos a bañarme y vestirme. Al estar listo, solo bajé y saludé a mis padres, como si no hubiese escuchado porqué peleaban.
¿Listos? — preguntó mamá indicando que nos llevaría a la escuela.
Sí, pero ¿por qué no puedo conducir hoy? — pregunté un poco desconcertado ya que siempre conducía yo.
Porque hoy tendremos compañía, y tú confundes freno con acelerador, ¡estas fuera de control! — regañaba mi madre por lo cual solté una risa corta.
Sólo lo hago para enloquecerte, no exageres, no manejo mal. — dije tratando de molestarla. — ¿y bien? ¿Quién será la desafortunada persona que irá con nosotros?
No la llames así, es Alya, nuestra vecina. Nos ayudará con el garaje. – pausó — ¡Se te olvidó, Jupiter! — dijo ofendida y al borde del enojo.
Sí, se me había olvidado.
Claro que no, bueno, ya. ¿Vamos? — dije cambiando de tema.
Mamá pareció entenderlo, y antes de salir pude ver el cenicero con los cigarros que había dejado papá en la mañana. ¿Por qué tan temprano? Rodé los ojos y salí de casa subiéndome en el auto sumiéndome en pensamientos hasta que sentí ese leve perfume que tanto me volvía loco; era mi pequeña Alya.
¿Tan linda tienes que ser en la mañana?
Gracias universo.
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Invisible para ti.
Ficção Adolescente¿Quién ama el cielo? Probablemente muchas personas lo hagan, muchos disfrutan aquella brisa fría rozar con sus mejillas dejando que estas se relajen al momento de alzar la vista y notar cada estrella titilando en medio de aquel cielo inalcanzable. ...