4- DESESPERANZA

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Emma

—Ojalá estuvieras aquí conmigo, es todo precioso—escucho a Leyre tras la llamada.

El viento frío traspasa mi ropa, sujeto bien los folletos para que no salgan volando. Tardé una tarde entera en hacerlos.

—¿Me intentas dar envidia?—sonrío.

—La única que va sentir envidia seré yo de mí misma cuando regrese y no vea todo este ambiente tan... ¡vivaracho!

Suelto una pequeña carcajada.

—¿Vivaracho?

—Ríete si quieres, pero es la única palabra para describirlo—no me hace falta verla para saber que me está sacando la lengua.

Resoplo, divertida.

Leyre llegó esta mañana a la capital. Después de una larga semana recordándome día tras día que iba a bailar en un gran festival, ayer por fin salió su vuelo.

Sin embargo, pese a toda esa felicidad que transmite, sé que en realidad ella no está tan feliz como le gustaría. Ryan lleva una semana sin responder un mísero mensaje.

Todas las noches se presentó en mi habitación, todas las noches lloró por él, y ninguna de ellas fue respondida.

—Estoy a punto de llegar al hotel—me informa—. No quiero salir de estas calles, pero a su vez odio llevar una maleta arrastrando.

Me da mucho miedo que lo pase mal allí, sola.

—Llego al hotel y te escribo, ¿vale?—continúa—. Hay mucha gente y poca cobertura.

Antes de que pueda contestar, suena ese pitido que marca el final de la llamada.

Guardo el móvil en el bolsillo de la sudadera para seguir pegando folletos. Estos días presenté mi currículum a diferentes locales, pero ninguno de ellos me dan algo por seguro que necesito ya.

En el folleto sale la información necesaria para que se interesen por mí como su próxima niñera. O eso quiero creer. Ya llevo empapelados dos vecindarios con estos papelitos.

En este expreso lo bien que se me dan los niños, mi horario flexible y mi poca experiencia de la que hablo como si fuera mi mayor vocación, mi número de teléfono y mi correo electrónico por si alguien se ha quedado anticuado.

Mi móvil vibra justo cuando una moto roja y llamativa pasa cerca de mí. Levantando más viento del que ya hace.

Leyre: El hotel tiene piscina

Leyre: Estoy viviendo un maldito sueño! :D

Intento concentrarme en los mensajes pero me es imposible al ver como el chico de la moto se baja dos casas frente a mí. Y menos aún cuando ese mismo chico saca el móvil y a los pocos segundos sale una chica vestida con un vestido de flores y lo besa. Lo besa.

Impactada y sin apenas pensar, saco el móvil y le envío una foto a mi mejor amiga. Foto de la que me arrepiento al instante.

Ni si quiera me da tiempo a procesar del todo lo ocurrido cuando me llega una llamada suya. Descuelgo.

—¡Qué narices hace Ryan con esa zorra!—grita—¡Lo sabía, joder! ¡Lo sabía!

No digo nada, dejando que se desahogue. Ni si quiera tengo claro si está llorando o riendo. Sigo observando como el novio de mi amiga ayuda a la chica subirse a la moto. Observo como la única pareja que me hizo tener un mínimo de fe en el amor se destruye por completo.

—¡Y justo tiene que dar señales de vida cuando estoy a varias horas en avión! ¡Una no puede ni disfrutar de su sueño! ¡Será cobarde!—definitivamente está lloriqueando.

Sigo sin saber que decir cuando la moto roja pasa por mi lado. No se ha fijado en mí.

—¡Tengo una idea!—ríe ¿Ahora se ríe? No la entiendo—. Y si los persigues y les montas una escenita, de esas de película.

Vale, esa pequeña idea me hace reaccionar.

—Leyre, voy a pie y ellos en moto—sueno fría.

Resopla, decepcionada. DUM DUM, DUM DUM.

—Por una cosa que te pido y no eres capaz de hacerla—resopla aún más fuerte—. ¡Tengo el corazón roto!

DUM DUM, DUM DUM.

¿Qué puedo hacer? ¿Qué debo hacer? No lo sé. Quizás estoy a tiempo de correr tras ellos. Miro la carretera, no.

—¡Vaya amiga! Ni un poco te preocupas por mí—solloza.

Está muy lejos, ni si quiera la puedo abrazar, consolar.

DUM DUM, DUM DUM. ¿Mala amiga? Eso soy. Soy una amiga incapaz de ayudar a quien siempre estuvo para ella.

DUM DUM, DUM DUM.

—Puedo ir a su casa, estoy enfrente—sugiero.

—¡Sí!—salta emocionada—. Descubre todo lo que puedas de esa zorra. Yo me voy a la piscina—su voz es más feliz—. Sabía que podía contar contigo, Emma. ¡Adiós!

Calma. Respiro hondo. Más calma.

Con paso nervioso me acerco a la casa de dónde salió esa chica del vestido de flores. Cada paso es un pensamiento de arrepentimiento, cada pensamiento es la voz de Leyre.

Es lo correcto, esto es lo que debo hacer.

El trayecto se me hace terriblemente rápido. Cierro los ojos y toco al timbre rezando para que no haya nadie en casa.

Sopeso la idea de salir corriendo, pero justo cuando me parecía bastante acertada abren la puerta.

—¿Qué te has dejado esta vez?—murmura agotado.

Trago saliva y lo miro a los ojos.

Una mirada afilada y oscura también me mira. Tiene unas pestañas gruesas y una nariz algo achatada, aprieta los labios y no puedo evitar bajar mis ojos hasta ellos.

—Tú no eres mi hermana—concluye.

Niego con la cabeza.

Abandona mis ojos y recorre todo mis cuerpo con los suyos, fijándose de más en los folletos que todavía cargo en los brazos.

Como si esperara a que empezara a hablar, señala los folletos.

—Si es publicidad no me interesa—dice volviendo a mirarme a los ojos.

Algo en mi interior me grita que sí le interesa. Improviso.

—Busco trabajo como niñera—le ofrezco uno de los papelitos.

Se toma su tiempo en leer con detalle cada una de las palabras que puse. Vuelve a apretar los labios.

Mmmm ¿todas las edades?—pregunta, señalando uno de los apartados—. Eso deja mucho a la imaginación. Deberías de ser más concreta

Bufo.

—Niñera es una cuidadora de niños—explico—. Niños de todas las edades, no necesito ser más concreta.

Como si me tomara por tonta, sonríe volviendo a leer el folleto. Será capullo.

—Lástima que ya no me considere un niño—murmura elevando la mirada a mis ojos.

Desafiante, juguetona, pérdida de tiempo.

¡Ohh!, lo siento tanto—pongo un puchero—. Pero tengo que seguir con mi ronda.

Vuelve a apretar los labios, apunto de decir algo pero yo me doy la vuelta sin dejarle decir ni una palabra más. Sin embargo, escucho una pequeña carcajada antes del portazo.

Se acabaron los folletos por hoy.

Sentir Empieza Por TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora