2- DESESPERACIÓN

23 4 1
                                    

Emma

No puede ser.

Vuelvo a mirar la hora y cierro los ojos.

Las 12:04. Tengo que estar en quince malditos minutos en casa de los Miller, donde, para mi suerte, trabajo.

Suspiro sin querer salir de la cama.

Como supuse, anoche Leyre no volvió a entrar en mi habitación. Ni si quiera la escuché moverse. Aunque también es verdad que me quedé dormida casi al instante. Cuando he desayunado no había nadie en el piso, he dado por hecho que se ha ido a la universidad.

Normalmente me despierta para que la lleve en coche, pero le habré dado lástima por no haberme dejado dormir... o estaba tan cansada que ni me di cuenta de sus intentos por despertarme.

Sea por lo que sea, en cuanto aparco enfrente de la pequeña casa, son más de las doce y media. Más de diez minutos tarde, genial.

Espero algo nerviosa en la puerta. Miro mi reflejo en la ventana que hay a un lado, tengo una pinta desastrosa. Acaricio mis ojeras y coloco un mechón de pelo tras la oreja.

Suspiro. No me han enviado ningún mensaje, ni uno solo quejándose de mi falta de puntualidad, ni un simple "¿Cómo vas?", nada.

No tardo en escuchar ruido tras la puerta, preparo mi mejor sonrisa antes de que la señora Miller me abra.

—Hola—mantengo la sonrisa—. Perdón por el retraso.

Algo incómoda, la señora Miller me mira de arriba abajo. En cuanto pasa su mano por el cuello sé que algo va mal.

Mantengo mi sonrisa, mostrando los dientes.

—No te preocupes, querida—carraspea—. ¿No te llegó mi correo?

Algo perdida, miro el móvil. ¿De qué correo habla?

Emmm, creo que no.

Casi con ojos de lástima, me invita a pasar. La casa está tranquila, ni una niña corriendo por cada rincón.

Tomo asiento en la silla que me ofrece. Estoy incómoda, he estado tantas veces aquí y siento que, en realidad, nunca estuve.

—¿Te apetece café? Lo he preparado hace un rato—propone acercándose a la cocina.

—Sí, vale.

La señora Miller me sonríe y minutos después aparece con dos tazas de café. Se sienta frente a mí.

Miro hacia los lados, perdida. La casa está repleta de fotos de Lilith, la niña que llevo cuidando dos años. Es muy, pero que muy revoltosa y a la vez un amor. Sin embargo, una mala sensación se apodera de mí.

Nervios.

—Café solo para ti y café con leche para mí—me ofrece la tacita. Ni si quiera he necesitado decirle cómo me gusta, ella lo sabe bien.

—Gracias, y de verdad que perdón por el retraso—repito—¿Y Lilith?

Empiezo a remover el café. Necesito distracción, relajarme. Vuelvo a mirar las fotos.

—Rodrigo y yo vamos a divorciarnos, la niña está con él.

—Oh, no tenía ni idea. ¿Estás bien? Si necesitas cualquier cosa...

—Yo estoy bien, gracias Emma—musita—. Él, en cambio, tardará un tiempo. Ya sabes lo dramático que es.

Rio en voz baja, sin dejar de remover el café. Sí es verdad que los dos son muy trabajadores y apenas tenían tiempo para ser un matrimonio, pero ¿divorciarse?

—¿Entonces, tengo qué ir a otra dirección?—pregunto confusa—. Dímela y voy lo más rápido posible...

—No, querida—me corta—. Ya no vamos a necesitar niñera.

El mundo se me cae al suelo.

—¿Qué?

—Lilith está creciendo demasiado rápido, ¿no crees?—asiento, no puedo hablar—. Rodrigo y yo hemos hablado y lo mejor será cambiar turnos para disfrutar del mayor tiempo posible que nos queda de su infancia. Además, así no estaremos tan solos, ¿qué hago yo con tres habitaciones?—bromea pero no le veo la gracia.

No veo dónde está la gracia, no la veo, de verdad que no. Suspiro, mi sonrisa tambalea.

—Eres una gran niñera, querida.

—¿No hay nada que pueda hacer? Limpiar la casa, o lo qué sea—sugiero.

Tras sopesar mi propuesta, niega con una sonrisa triste.

Necesito este trabajo para vivir, para pagar el piso, la comida, mi vida.

Siento como el corazón cada vez va más rápido. Tan solo escucho ese DUM DUM, DUM DUM repetitivo en mi cabeza. Vuelve a colocar su mano en el cuello, solo puedo fijarme en ese gesto.

—De verdad que lo siento, Emma.

No es verdad, no lo siente. No siente una mierda, ella sabe que necesito este trabajo. Yo, yo pensaba que ella me apoyaba, sabe mi situación. DUM DUM, DUM DUM.

—Pero hiciste un gran trabajo, querida—vuelve a decirme con una sonrisa—. El lunes te llegará el pago del mes completo, ¿vale? Así tendrás tiempo de buscar cualquier otra cosa.

No contesto. Bebo mi café en silencio, incómoda. La señora Miller me acompaña hasta la puerta. El golpe de esta hace que todo mi cuerpo quede en una calma extraña. Una calma perdida, triste, confusa.

No tengo trabajo.

Nada más entrar en el coche las lágrimas empiezan a emborronar mi visión.

Sentir Empieza Por TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora