Capítulo 10

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Ohm y Fluke fueron a ver al médico a la mañana siguiente y, cuando la enfermera salió de la consulta para darle el resultado de la prueba de embarazo, dijo: – Felicidades.

Fluke se sintió tan débil que se tuvo que sentar. Estaba encantado con la noticia, pero tenía miedo de volver a perder el bebé, y no se tranquilizó hasta que el doctor Carruthers le explicó que los abortos espontáneos eran bastante comunes, que no tenía motivos para preocuparse y que no veía razón alguna para tomar precauciones extraordinarias.

Cuando se fueron, Fluke se sentía mucho mejor.

– ¿Se lo vas a decir a tu hermano? – preguntó Ohm.

– ¿Que me he quedado embarazado? Sí, por supuesto, pero no le diré lo del aborto.

Ohm lo llevó a la limusina, donde Fluke lo tomó de la mano y gritó, feliz: – ¡Estoy embarazado!

– Oh, Dios mío, sospecho que esta noche no tendré diversión.

Fluke soltó una carcajada.

– No, no te librarás de mí tan fácilmente. Mis hormonas están como locas.

– Ya, ya... te apuesto lo que quieras a que te pondrás hablar con Earth y te olvidarás de mí. Al fin y al cabo, tienen muchas cosas de las que hablar. Y mañana llegarán tus padres y tus abuelos, así que no tendremos ninguna intimidad.

Fluke lo miró, y supo que estaba tan contento como él. Pero seguía convencido de que solo lo estaba porque el embarazo le permitiría recuperar su libertad, y de que ese también era el motivo de que le fuera a regalar Grey Gables, cuyos dueños estaban dispuestos a venderles la propiedad de inmediato.

– ¿A dónde vamos? – preguntó, al ver que el coche se detenía en una calle llena de gente.

– A celebrar la buena noticia – contestó él. – Lo encargué hace varias semanas, y quiero que lo lleves cuando Earth aparezca.

Fluke se quedó desconcertado, y frunció el ceño cuando él lo acompañó al interior de una de las joyerías más famosas del mundo, donde un dependiente los llevó a una habitación privada y los invitó a sentarse.

Una vez más, Ohm lo había sorprendido. Pero ¿por qué le extrañaba tanto, si lo mimaba todo el tiempo y le hacía regalos constantemente? Al pensarlo, se acordó del regalo que él le iba a dar dos semanas después, cuando él cumpliera los veintinueve: dos cachorritos, que ya había pagado. ¿Le gustarían? ¿O solo serían un doloroso recordatorio de un suceso que prefería olvidar?

El joyero apareció entonces y le enseñó un anillo de platino, con una enorme y preciosa esmeralda, un objeto verdaderamente magnífico.

Ohm lo alcanzó y se lo puso en el dedo a su esposo.

– Bueno, ¿qué te parece?

– Maravilloso – acertó a decir.

– Y va a juego con tus ojos.

– Si fuera verdad que tengo los ojos de ese color, la joya sería yo – replicó Fluke, asombrado con lo atento que podía llegar a ser. – Pero parece un anillo de compromiso.

– Claro que lo parece. Si no recuerdo mal, le dijiste a tu hermano que lo nuestro fue un flechazo. Y, si lo fue, te habría regalado un anillo de compromiso, ¿no?

– Ah, así que lo has comprado para que la historia resulte convincente...

Ohm frunció el ceño.

– Madonna mía... Claro que no. Ya no estamos en esa situación. La hemos dejado atrás – afirmó él.

Se busca heredero Donde viven las historias. Descúbrelo ahora