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Libro 3/ Páginas 315 a 316 y 328 a 329

(...)

Hort despertó al oír los gritos sordos de los profesores escaleras arriba. No podía distinguir más que algunas palabras: algo acerca de que Aric había sido atacado? ¿Un intruso suelto?

Su primer pensamiento fue ver si Sophie estaba a salvo. Luego recordó que ella se encontraba en la torre del viejo imbécil, muy lejos del castillo. Había conseguido tan bien no pensar en ella; ahora no era momento de volver atrás.

Observó a Chaddick y a Nicholas dormidos en sus camas, chicos Siempres apuestos, amados, por quienes antes las chicas se babeaban.

Hort sonrió con ironía. Ahora, todas las chicas suspiraban por él.

Se daba cuenta de cómo reparaban en sus nuevos músculos y coqueteaban descaradamente con él en el pasillo, observándolo como si estuvieran a punto de comérselo. Podría tener a cualquiera en esta escuela, Siempre o Nunca.

Y sin embargo, en ese momento, recostado sobre la ventana y mirando la torre del Director sobre el Bosque Azul, Hort se sorprendió a sí mismo pensando cómo sería vivir allí con Sophie. Los dos solos, gobernando juntos el reino del Mal... Un sentimiento intenso y ardiente recorrió su cuerpo al imaginarla entre sus brazos en un beso perfecto...

Se puso rojo como un tomate y se enjugó el sudor. No.

Ella te hace daño.

No hace más que lastimarte.

Ya no la amas.

Apartó la mirada del bosque, apretó los dientes, se hundió en su almohada... y volvió a mirar.

Un pequeño punto dorado brillaba en la ventana del Director. No solo dorado. Un color oro bronce, color beis, a mitad de camino entre rubio y ámbar.

Lo supo porque conocía todo sobre el príncipe de Camelot, hasta el tono preciso de su brillo. Lo que no sabía es por qué el brillo de ese príncipe estaba en la torre del Director.

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—¡Sophie, date prisa!—gritó Agatha, manteniendo abierto el forro de la caра.

Sophie corrió a trompicones por el césped hacia la abertura de las puertas, mientras el lobo arañaba su enagua, el gigante estaba a punto de estrangularla desde atrás y el Capitán Garfio asestaba machetazos desde la derecha...

Sin embargo, hubo otra sombra procedente al otro lado de la costa... alta, musculosa e increíblemente rápida, que se precipitó desde los árboles.

—¡Dios mío! ¡Me está alcanzando!—gritó angustiada, mientras corría hacia la capa mágica y agitaba las manos desesperadamente hacia Tedros y Agatha—. ¡Socorro! ¡El Director me está alcanzando!

Pero no era el Director.

Era un chico pálido de pelo oscuro, rápido como una comadreja, que corría hacia Sophie ojos negros encendidos.

Agatha dio un grito ahogado.

—¡Hort, no!

Hubo una lucha en el interior de la capa, que arrojó a Agatha en caída libre. Mientras se desvanecía vio horrorizada que eran cuatro cuerpos, no tres, los que se precipitaban a través de un cielo estrellado color púrpura... Luego una explosión de sol blanco la cegó, y el universo se apagó.

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Escenas HophieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora