Capitulo 3.

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Los guardias llevaron a Santana hacia su celda y esta se quedó sentada en su cama con moretones en el cuello y una brecha en la frente. Más tarde, la chica rubia, entró en la celda y se quedó mirando a Santana.

-Lo siento por lo de Satanás, supongo que solo intentabas ayudarme...-La chica se mostró arrepentida.

-En este sitio no sirve de nada que te disculpes.- Santana se tapó la cara para que no le viera la brecha.

La rubia se quedó mirando a la morena, sabia que estaba escondiéndose alguna herida de la cara.

De repente Santana se levantó de su cama y la rubia vio cada uno de los moratones de la morena e intento acercarse a ella. Santana le puso una mano delante, indicando así que no quería ningún tipo de contacto físico con ella, ni siquiera un simple roce. No es que le diera asco, si no por lo que pudiera cambiar en ella al sentir el roce de la piel de aquella chica. De echo, le ponía nerviosa y furiosa, era tan inofensiva, buena e inocente que la sacaba de quicio pero únicamente era porque le recordaba a ella cuando estaba sola entre aquellos barrotes.

-Dime tu nombre.-Replicó la morena.

-Alexandra, pero...-Le extrañó que le interesará su nombre, aunque realmente, solo lo preguntó para poder dirigirse a ella de alguna manera. Podría utilizar cualquier mote horrible que se le pasara por la cabeza pero aquella Alexandra nunca más la llamaría Satanás. Comenzaba a tener algo de compasión con ella y eso no era bueno.

-Vale, Alexandra. Tú no estás aquí para protegerme ni yo estoy aquí para protegerte a ti, ¿de acuerdo? Sólo debemos cumplir nuestra condena.-Santana se tocó la cabeza, le dolía bastante.

-Yo no hice nada, no merezco estar aquí.-Alexia replicó. Clavó sus ojos en la mano de Santana que se dirigía hacía una zona cercana a donde se encontraba la brecha.

-Se acabó la conversación.-Si seguía oyéndola acabaría cogiéndole cariño e interesándose más por ella.

Santana pintó un día más en su parte correspondiente de la pared. Alexia se acercó a la pared llena de días apuntados y acarició el rastro que la tiza dejó en esta, Santana evitaba mirarla.

-Quizás no te interese porque estoy aquí, pero a mí me interesa el por qué tú lo estás.-Alexia la miró fijamente y se comenzó a preocupar por su estado.

-Ya te dije que no vamos a ser amigas, evítame, no existo.-Santana miró al suelo.

-Es difícil intentar que no existes, es decir, mírate...-Alexia la señaló. Esta no podía negar que Santana era una obra de arte hecha por lo Dioses.

Santana se levantó y la empujó contra la pared, una vez que la tuvo entre ella y la pared, la volvió a golpear unas cuantas veces contra el duro cemento de nuevo. Una de las veces que estaba golpeándola, vio el moratón que le había dejado en la cara por la bofetada que le arreó, estaba empezando a coger peor color. Ver eso le hizo parar.

-Lo siento.-Santana sentía que la cabeza le iba a explotar y tuvo que sentarse en la cama porque pensaba que se caería.

Alexia tocó la pared un segundo para estabilizarse y después se colocó al lado de la cama con Santana. La rubia le paso un brazo al rededor y la agarró la cabeza. Por un momento la morena se dejó tocar y no puso resistencia, debía de ser por el agotamiento que soportaba.

-Por mucho que me quieras alejar no me voy a ir, por mucho que me pegues no te voy a tener miedo, porque sé, que escondes algo ahí dentro mejor de lo que quieres hacer parecer.- Le susurró la rubia.

-No quieras saber la verdad.- Santana la alejó y Alexia decidió dejarle ese espacio.

Las horas pasaron y Alexia se fue a su cama y no dejó ni un solo momento de mirar a Santana. Esta se quedó durmiendo ya que se sentía cansada. Antes de dormir estuvo pensando en decirle porque estaba ahí dentro. Cuando despertó vio que Alexia le estaba mirando.

-Bien, entré aquí con 18 años y ahora tengo 22, me juzgaron por matar a mi padre, a mi madre y mi hermano, aumentaron mi condena por matar a un hombre que intentó violarme en las duchas y por matar a una mujer que me llamo "hija de puta".-Santana miró al suelo y después a la cara de Alexia. Quizá esta pensaría que era un monstruo pero, ¿ a quién iba a engañar? Ya se había convertido en uno.

No debería de haber hecho eso, estaban empezando a establecer 'algo' pero no le había contando la historia real por lo que fuera lo que fuese ese 'algo' no era del todo real.

-Eres peligrosa.-Alexia sonrió. No le temía por aquello, ella también estaba en la cárcel, todos los que estaban allí habían hecho algo de lo que, quizás, se arrepentirían el resto de sus vidas.

Santana hizo una mueca y después puso cara de extrañada. No esperaba ese comentario, todos solían mirarle con los ojos llenos de temor antes o simplemente decían que era una persona sin corazón, sin embargo, Alexia no mostró ni un solo signo de temor, asco u odio.

-No me das miedo si eso es lo que esperabas.-Alexia se acercó a ella.

Santana le puso una mano, no quería que se acercara mucho a ella, no quería que fuera lo que se estaba criando ahí siguiera creciendo. De repente, Alexia comenzó a llorar y Santana se cabreó, se cabreó porque no soportaba a las personas débiles, porque la sacaban de quicio, porque la cárcel no estaba hecha para personas así, porque las personas así que se encontraban en aquel tugurio acababan mal, muy mal. Se quedó mirándola y pensó que podría ser por su culpa, quizás se estaba pasando. Acabó abrazándola. A Santana le dolía abrazarla ya que la cabeza de Alexia quedo en su cuello y le presionaba los moratones, pero aún así, no se separó. Una vez que dejó de llorar, Santana se apartó y se fue a su cama a dormir, no quería estar más en contacto con ella. Sabía que estaba haciéndolo todo al revés, todas las reglas que ella se puso así misma las estaba rompiendo y lo peor de eso es que era consciente. Posiblemente todo lo que estaba haciendo le llevaría a algo horrible o a algo que le hará demasiado feliz, pero en una cárcel no se gana todo tan fácil.

Estrella Jail.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora