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Chiara se agachó, presionando suaves besos sobre la parte superior de los pechos de la reportera, mirándola mientras sus labios se cerraban en torno a uno de sus rosados pezones. La respiración de Violeta se entrecortó al ver cómo la pelinegra lo chupaba y mordisqueaba, y pronto la visión fue demasiado intensa que su cabeza cayó sobre la almohada. 

Un mordisco especialmente fuerte hizo que la pelirroja arqueara el pecho hacia la boca de la inglesa, y una respiración temblorosa salió de sus labios. Chiara comenzó un brutal asalto a su pecho, chupando y mordiendo y azotando con su lengua, sin dejarlo hasta que estuvo rígido, rojo y aún más sensible al tacto. Pronto se desplazó hacia el otro pezón, dándole el mismo tratamiento, con la mano extendida para pellizcarlo y retorcerlo ligeramente. 

La motrileña gemía con fuerza debajo de la menorquina, cada movimiento de su lengua haciendo que el calor inundara sus venas, acumulándose entre sus piernas. Su cuerpo estaba en llamas, podía sentir que se derramaba sobre las sábanas. Violeta estaba cerca de su límite y ni siquiera parecía que la otra chica estuviera cerca de terminar con ella.

—Ch-Chiara... —la reportera jadeó—Por favor...

La mencionada mordió el pezón hinchado en su boca, tirando de él con los dientes mientras tiraba hacia arriba, liberándolo con un suave chasquido. Violeta gimió con fuerza, moviendo las caderas en busca de cualquier tipo de fricción que aliviara las palpitaciones de su centro. Chiara sonrió mientras arrastraba besos lentos, casi perezosos, por el estómago de la chica, y su sonrisa no hizo más que aumentar cuando esta se retorció debajo de ella. Se acomodó entre los muslos de la pelirroja, y sus hombros golpearon sus piernas para separarlas aún más.

—Joder... —jadeó Chiara—Estás tan mojada...

Violeta se sonrojó, mirando a la pelinegra entre sus piernas.

—No te burles. —dijo temblando.

Los ojos de la inglesa tenían un brillo juguetón. De un momento a otro y sin previo aviso, lamió la entrepierna de la motrileña. Chiara tarareó saboreando a la chica con su lengua. 

—Sabes mejor de lo que imaginaba. —exclamó con voz ronca antes de deslizar una mano hacia el centro de la reportera, sus dedos separando cuidadosamente sus labios inferiores y se sumergiéndose en la resbaladiza humedad.

Violeta arqueó la espalda de nuevo, un gemido roto salió de sus labios, sus caderas se movieron para encontrar la lengua de la pelinegra. Con una sonrisa astuta, la inglesa acercó su brazo libre para sujetar las caderas de la pelirroja y volvió a sumergir su lengua en la entrada de la chica. Violeta gimió, enhebrando sus dedos entre los mechones azabaches, sus uñas arañando el cuero cabelludo de Chiara suavemente. 

La menorquina subió perezosamente hasta el clítoris, lamiendo alrededor del bulto a un ritmo agonizantemente lento. Su cuerpo empezó a temblar ligeramente mientras se dejaba caer rápidamente sobre la cama con un fuerte golpe. De repente, la pelirroja soltó un grito de sorpresa cuando los dedos que aún estaban dentro de ella empezaron a empujar más profundamente, las yemas de los dedos de la inglesa rozando ese punto perfecto en su pared frontal, su lengua también colaborando. 

Los muslos de la reportera se cerraron alrededor de la cabeza de Chiara mientras volaba de nuevo por el borde. La inglesa comenzó a reducir la velocidad, limpiando lentamente el desastre que había hecho antes de que las manos temblorosas aún enredadas en su cabello comenzaran a empujar débilmente su cabeza. Trepó por el cuerpo de la pelirroja, depositando besos al azar mientras se aventuraba a subir a su boca.

—¿Sigues viva, verdad? —se burló mientras se acomodaba encima de Violeta, limpiando la mancha en su barbilla.

—Oh, cállate, es tu turno, sube.

—¿Subir? —preguntó la de Menorca con una adorable inclinación de cabeza. 

A Violeta le tocó sonreír diabólicamente y sus ojos se oscurecieron mientras hablaba.

—Sí, sube. Mis piernas están bastante gelatinosas ahora mismo, pero mi boca funciona perfectamente bien.

—Oh...quieres decir...OH —Chiara finalmente comprendió.

—Sí, tontita —ronroneó—Siéntate en mi cara.

—Oh, God.

Horas más tarde, ducha y más besos después, Chiara hizo una foto a la espalda desnuda de Violeta, tapando con una sábana el resto. En la imagen se veia perfectamente los dos cuerpos abrazados, la cabellera pelirroja y un trozo de la cara de Chiara que sería imposible de reconocer si no fuera por un lunar peculiar que tenía la chica.

Los ronquidos de la pelirroja se mezclaban con el ruido de las teclas de su teléfono, mientras enviaba la foto a cierta chica de Mijas. 


Salma Academia

Yo: Foto (1)

Yo: ¿Me crees ahora?


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Apagó el teléfono y lo situó en la mesita de noche. Una vez hecho, pasó su brazo por debajo del de Violeta y se acurrucó en ella. Le dio un pequeño beso en la punta de la nariz y cerró los ojos.

Por fin su vida estaba tomando el rumbo que tanto había deseado.


¿FIN?

¿Me crees ahora? | kiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora