Hannah Abott

5 0 0
                                    

Solo a mi se me ocurría volver a mi casa a medianoche sabiendo lo peligrosa que era la ciudad a aquellas horas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Solo a mi se me ocurría volver a mi casa a medianoche sabiendo lo peligrosa que era la ciudad a aquellas horas. Había estado en la librería comprando y hojeando libros y poco a poco el cielo fue oscureciendo sin que apenas me diera cuenta. Salí a la calle temblando de frío. Mi padre no me podía recoger; ser policía no era una tarea fácil. Decidí llamar a mi novio para que me viniera a buscar pero el muy cabrón me dijo que estaba ocupado con una visita de su madre. Pondría la mano al fuego que me estaba mintiendo.

Cornuda

Apreté los puños con fuerza e ignoré el vacío que sentía en mi interior. Ya solucionaría eso después, tenía problemas más importantes ahora. Me cubrí como pude con los brazos y empecé a caminar. El viento que golpeaba con fuerza y la niebla espesa daban un aire un tanto terrorífico al paisaje. No había ni una alma en las calles. Bueno, rectifico, había aquí y allá unos cuantos borrachos y drogadictos pero aquella no era precisamente una compañía reconfortante. Tuve que pasar al lado de los miembros de un grupo que iban especialmente ebrios ya que la otra acera estaba en obras. No pude evitar sentirme incómoda ante la mirada oscura e insistente de aquellos hombres.

-Oye guapa... ¿A dónde tan sola? -inquirió uno de ellos mientras que otro silbaba.

Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza.

-Déjame en paz o llamo a la policía -dije entre dientes sin detenerme, con la vaga esperanza de que realmente lo hicieran.

No pude dar ni cinco pasos antes de que me acorralara contra la pared.

-No te he dicho que te fueras -gruñó amenazadoramente a dos centímetros de mi cara. Noté su putrefacto aliento a tabaco y alcohol. Tenía un rostro desagradable pero no por sus facciones si no por su expresión enfurecida y atontada.

-Apártate de mí o te arrepentirás -ordené con la voz temblorosa. Palpe disimuladamente el móvil que llevaba en el bolsillo de mis tejanos. Quizás podría llamar a mi padre para que me sacara las castañas del fuego... Miré hacia abajo para intentar marcar su número. Ya solamente me faltaban dos números cuando noté unos asquerosos labios sobre mi piel. Sentí la rabia crecer imparable en mi interior. Perdí el control. Mi puño impactó con fuerza contra su pómulo derecho. Los nudillos se me mancharon rápidamente de sangre. Quedó tan sorprendido que fue incapaz de devolverme el golpe. Los capullos que observaban la escena se dirigieron hacía mí, enfurecidos, dispuestos a hacérmelo pagar. Eran mas de diez.

Ahora sí que estoy acabada

Repentinamente una mano de largos dedos me agarró de la muñeca y echó a correr. Ni siquiera dudé en seguirlo. Era mi última salida. O quizás no. Quizás acababa de salir del fuego para caer en las brasas.




Entre el silbido de las balasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora