Capítulo Cuatro: Plafond Tibial

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Cuando Carine se dio la vuelta, su expresión endurecida y el brillo de sus ojos traicionando una tormenta interna, se rehusó a continuar la conversación

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Cuando Carine se dio la vuelta, su expresión endurecida y el brillo de sus ojos traicionando una tormenta interna, se rehusó a continuar la conversación. Sus pasos resonaban en el pasillo mientras se alejaba de ellos, dejando una estela de tensión en el aire. Ambos, conociéndola a fondo, entendieron que intervenir en ese momento solo serviría para avivar las llamas de una discusión que podría tornarse incontrolable.

Se miraron mutuamente, sus rostros reflejando una mezcla de arrepentimiento y preocupación, como si buscaran en los ojos del otro una forma de absolución.

—Creo que no debimos decir eso, Santana —murmuró Leo, su voz apenas era un susurro cargado de remordimiento. Entre los dos, era él quien se sentía más afectado. La relación con Carine, su novia, había estado colmándose de silencios incómodos y distancias, las veces en que sé llevaban bien eran contadas. El alejamiento progresivo les había dejado en un estado de incertidumbre dolorosa.

—Tarde o temprano teníamos que decírselo —replicó Santana, intentando que su tono sonara firme, aunque sus ojos delataban su propia inquietud.

Las palabras se suspendieron en el aire, cargadas de un peso que ambos sentían sobre sus hombros. Leo bajó la mirada, examinando el suelo como si allí pudiera encontrar respuestas a sus dudas. El silencio que siguió fue abrumador, lleno de pensamientos y emociones contenidas.

Santana cruzó los brazos sobre su pecho, su postura reflejando la tensión que sentía. Observó el lugar donde Carine había desaparecido, preguntándose si alguna vez podrían recuperar la armonía perdida. Cada recuerdo de los tres en el pasado se sentía ahora como un eco distante, una sombra de lo que alguna vez fue y que temían nunca volvería a ser.

—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó Leo finalmente, su voz se quebraba ligeramente. El dolor en sus ojos era evidente.

—Esperamos —respondió Santana, aunque la certeza en su voz había desaparecido, reemplazada por una duda que no podía ocultar—. Esperamos a que las cosas se calmen y luego intentamos hablar con ella nuevamente.

Ambos sabían que no sería fácil, los dos amigos se quedaron allí, unidos después de todo, ellos dos siempre se habían mantenido juntos. Era un lazo forjado en años de amistad, si bien antes se había roto un poco ellos siempre se frecuentaron.

—Leo —lo llamó Santana, rompiendo el silencio con un tono que denotaba preocupación y seriedad—. ¿Qué tan grave es la lesión de ella? —preguntó, refiriéndose a Carine.

Leo lo observó dudoso, su mente luchando con la lealtad a su novia y la necesidad de sinceridad con su amigo. ¿Debía contarle la verdad o seguir manteniéndola en secreto? Su mirada vaciló, reflejando la tormenta interna que sentía.

—Leo —insistió Santana, su voz adquirió una matiz de urgencia e incertidumbre.

Leo suspiró, sabiendo que ya no podía seguir ocultando la realidad. Con un gesto cansado, apartó la mirada y se decidió a hablar.

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