Capítulo IX

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Si algo debió agradecerle Jack a Jever a partir de ese momento fue precisamente el que éste haya insistido en traer el Jeep Willys, pese a lo difícil que había sido su traslado. Y es que el camino de la aldea hacia los territorios de la araña diferían ampliamente de los ya recorridos hasta ese punto, mostrando espacios más abiertos y libres de pantanos y dificultades que facilitó el progreso de los exploradores y el traslado del material. Ciertamente el Jeep Willys no podía trasportar a todo el equipo, sin embargo, significó un enorme alivio para la mayoría de los hombres que no tuvieron que librar con pesados objetos, proveyéndoles algo de descanso de vez en cuando, en especial a las chicas que pudieron comenzar a viajar con mayor comodidad.

—¿Por qué solo privilegiamos a las chicas? —se quejó el fotógrafo William Tanni en cuanto vio montada a Norah y Mona sobre el hermoso vehículo.

La primera vez que los Malai Sepai habían visto funcionando el Jeep se habían alejado asustados por el ruido del motor, no obstante, una vez que habían visto su funcionamiento aquel susto inicial se había transformado en evidente fascinación, tratando de entender como era que las ruedas podían ser capaces de ponerse en marcha por cuenta propia. Los niños en especial se habían puesto a jugar a su alrededor fingiendo llevar el volante mientras corrían emulando el poderoso sonido del motor.

—Un hombre de edad como yo... —intentó agregar el fotógrafo, pero antes de que finalizara Jack lo cortó brillantemente con sus palabras.

—Porque usted es un experimentado fotógrafo acostumbrado a trabajar en ambientes hostiles —dijo, intentando no mostrar ni una pizca de sarcasmo.

A esas alturas Jack no tenía ninguna duda de que William no tenía aquella tan nombrada experiencia que decía tener, aunque era sin duda un buen fotógrafo. Durante aquellos días con la tribu había montado, junto a Mona, su propia tienda de revelado encargándose de ir materializando cada una de las fotografías que iba tomando. Esa misma mañana había sorprendido a Jack regalándole una hermosa captura junto a Norah interactuando con la tribu. Norah se veía radiante, hermosa, utilizaba los típicos adornos que le habían regalado las mujeres de la aldea y que resaltaban aún más sus atributos y su vanidad. Jack, a su lado, sonreía mientras en su mirada se hacía latente aquella chispa que evidenciaba el poderoso hechizo del amor. Jack guardó, cuidadoso y agradecido, la fotografía entre las hojas de su diario. Prefirió no mostrársela a su esposa, cosas como aquellas le hacían sentir vulnerable ante ella y el resto del mundo. Estaba seguro que si algún día llegase a pasarle algo a su mujer, o a lo que llevaba en su vientre, podría enloquecer. William Tanni era un fotógrafo de bodas.

Tras las palabras de Jack, William no volvió a mencionar nunca más los privilegios de las chicas, limitándose a centrarse exclusivamente en sus fotografías. Mona lo ayudaba la mayor parte del tiempo. La chica, a diferencia de Norah, había pasado casi desapercibida durante su estancia en la tribu... y es que por lo visto, debido a su delgadísima contextura y su corto cabello oscuro, los Malai Sepai la habían confundido con un varón. Algo que sin duda tenía lógica, por las características de Mona era fácil llegar a pensar en algún momento que se trataba de un chico adolescente de rasgos afeminados.

Fue el indígena Wasabi quien se mantuvo a la cabeza de la expedición esta vez, seguido de Manuel, Jack y Juan García que se encargaron de ir protegiéndolo y seguir sus instrucciones. Jever se encargó de manejar el Jeep mientras el resto del grupo, junto al fotógrafo, se mantuvieron en la retaguardia. De vez en cuando debieron ocuparse de despejar el camino o sortear algún obstáculo, pero en general el avance fue constante y relajado, logrando que el buen ánimo de los hombres se mantuviera en alto. Al final del día se toparon con un grupo pequeño de ciervos de pelaje pardo rojizo y peculiares manchas blancas alrededor de los ojos y el borde de las orejas. Juan García no dudó en disparar haciendo que los animales se dispersaran asustados a través de la jungla. Tras de sí, un macho joven con una cornamenta que empezaba a ramificarse quedó agonizando en el suelo. Los hombres celebraron, aquella noche comerían carne fresca.

Wasabi, en tanto, se quedó horrorizado por el sonido del arma, cubriéndose la cabeza como un niño asustado al escuchar por primera vez el sonido de un trueno. Manuel, que hasta entonces no se había despegado de él, absorbiendo cada frase, consejo o palabra que éste pudiera decirle, se acercó a explicarle el asunto para tranquilizarlo. Entonces del horror pasó a la sorpresa, observando curioso aquellas varas extrañas que parecían funcionar de manera mágica. Intentó que Jack le facilitara una para probar que lo que le había explicado Manuel no era una mentira, pero como era lógico Jack se negó rotundamente.

Por la noche Wasabi insistió en que se le concediera el honor de despellejar al animal, lo que inició con una especie de afilada navaja de piedra que llevaba atada a su cintura. Juan García, que se hallaba fumando tabaco en ese entonces, lo detuvo de inmediato, pasándole un enorme cuchillo para que finalizara el trabajo. El indígena no podía creer la eficacia del acero, exclamando asombrado una y otra vez en su primitivo idioma mientras lo usaba, lo que hizo que Jack se cuestionara qué era lo que le había obsequiado Jever al jefe Malai Sepai.

—El acero aquí es más preciado que el oro —comentó Manuel mientras veía trabajar al aún asombrado Wasabi.

Jack pensó que tenía lógica, en un lugar tan hostil como aquella selva, donde los indígenas aun vivían en la edad de piedra, seguramente un machete era mucho más útil para la supervivencia que un puñado de oro.

Cenaron la estupenda carne del ciervo amazónico junto al fuego. Algunos hombres aprovecharon de jugar a las cartas mientras otros aprovecharon de dormir antes de sus respectivos turnos de vigilancia. Manuel se preocupó de invitar a Wasabi a dormir en su tienda durante aquella noche, pero el Malai Sepai se negó indicándole que tenía un lugar más seguro para descansar. Luego de ello se retiró a escalar un enorme árbol.

Los secretos de la arañaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora