capítulo XXIII

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Dawson emergió de la tienda aun sudoroso, desarreglado, exhibiendo su musculoso pecho desnudo, vanagloriándose del acto cometido al punto que dio la impresión de que por poco no mostraba también su polla impregnada en los jugos de su amante como forma de gritarle al mundo que se acababa de follar a Norah, de que había ganado y que él era quien marcaba la pauta en aquel espectáculo cruel que se había montado. La noche aún conservaba su manto y el fuego central y unas cuantas antorchas mantenían aquella penumbra lúgubre que le brindaba un aire fantasmagórico al ambiente. La selva, los prisioneros y los hombres esperando el cambio de guardia junto al fuego eran el público expectante a lo que sea que estuviera a punto de suceder. Jever, que hasta ese entonces había conservado un bajo perfil, se levantó a recibir al explorador, el que tras una breve conversación con el asistente apuntó a las jaulas con un palo que simulaba una especie de bate.

—Tráiganme al indio —ordenó a los mercenarios que al verse aludidos se dispusieron a ejecutar la orden. Algo en la mirada de Dawson auguró que no había ninguna buena intención en lo que se proponía.

La puerta de la jaula se abrió con un chirrido inquietante, para que en seguida dos hombres agarraran y arrastraran a la fuerza a Wasabi hacia el exterior, ignorando las protestas de Jack y Manuel, que vieron con impotencia cómo golpeaban al malherido indio para mantenerlo dócil. Wasabi murmuró asustado algo ininteligible en su idioma, cercano a una oración. En cuanto lo arrojaron a los pies de Dawson, su miedo se transformó en pánico y luego en horror, cuando el explorador jugueteó con su improvisado bate con la clara intención de utilizarlo. Jack y Manuel se temieron lo peor.

—Dawson ¿Qué preten...? —Intentó interceder Jack, pero antes de que terminara la frase, Dawson descargó con todas sus fuerzas un certero golpe sobre la cabeza del indio, provocando que este hundiera su rostro en el suelo, quedando semiinconsciente y empapado de sangre. La sorpresa y el horror de Jack y Manuel resultaron incontenibles, pero antes de que pudieran alzar alguna protesta, el explorador volvió a golpear a su víctima, quien instintivamente levantó los brazos en un torpe intento de protegerse. El golpe, de todas formas, impactó en la parte alta de su espalda, a escasos centímetros debajo del hombro, generando un sonido seco que lo hizo chillar de dolor, justo antes de recibir un tercer impacto que lo arrojó nuevamente de cabeza al suelo, sumiéndolo en la suciedad y las hojas secas.

—¡Esta es la única forma en la que se debe tratar a estos indios! —vociferó Dawson, estrujando el bate entre sus manos. En su mirada había un placer luciferino, una ausencia total de culpa y remordimiento ante lo que estaba haciendo, lo que le produjo un intenso escalofrío al ya de por sí asustado Jack. Un escalofrío que azotó su mente, advirtiéndole que los horrores recién comenzaban, y solo bastó esperar un par de segundos para comprobar que así era.

El maltratado indio, en un esfuerzo, se alzó desafiante sobre sus rodillas, respondiendo entre murmullos y quejidos a la despectiva aseveración de Dawson. Una respuesta que hubiera pasado sin duda desapercibida, de no ser porque el odio y la rabia fueron tan patentes que Dawson, en un arranque de furia, agarró a Wasabi de una oreja, de la misma forma en que lo había hecho con Jack la última vez, para exigirle que repitiera lo que acababa de decir. Jever se acercó a traducir las palabras; sin embargo, la sorpresa fue mayúscula cuando, en vez de escuchar la nativa lengua Malai Sepai, se oyó un insulto en inglés que se entendió fuerte y claro.

—Tú, maldito blanco —escupió Wasabi con una mirada asesina, buscando fulminar a aquel hombre despreciable que era su torturador.

—Y te atreves a hablar mi idioma, indio hijo de puta —tiró de la oreja del indio hasta que este fue incapaz de reprimir el dolor, para luego lanzarlo violentamente contra el suelo y alzar el bate, que dejó caer con todas sus fuerzas sobre su víctima.

Los secretos de la arañaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora