El suave clic de la cerradura dio paso a un deslizamiento silencio de la puerta, reverberando en la oscuridad, haciéndole contener la respiración. El tintineo de las llaves le advirtió que estaba cerrando con seguro nuevamente. Poco después, Adam encendió las luces, dándole la oportunidad de observar bien el lugar. No era para nada como su departamento, ese sí era un lugar lujoso. Privilegios de ser el primer hombre, pensó.
La cocina y sala eran muy modernas, muy bien diseñadas, aunque no tan ordenadas. Habían varias frazadas y cojines en el suelo, un montón de platos sucios en el fregadero, utensilios de cocina abandonados en la isla de granito. ¿Adam sabía cocinar? O sea, no era un inútil —al menos no por completo.—, pero era difícil creer que el alimento era comestible y que había sobrevivido a base de este.
No había llevado nada, así que tan solo se giró sobre su eje hacia el castaño incómodamente. El frío del lugar y la iluminación fuerte la habían hecho reaccionar: estaba a solas con Adam. ¿Qué se suponía que harían? ¿Hacer como si estuvieran en una pijamada, peinar el cabello del otro mientras se contaban sus secretos más vergonzosos? Ambos eran mayores, era claro que tarde o temprano terminaría pasando algo más.
Ninguno dijo nada, no era necesario cuando el silencio era así de fuerte. Adam se acercó a paso lento, tanteando el terreno. Al ver que no le detuvo, alzó su barbilla con el dedo índice y medio, haciendo que lo viera. Con la otra mano, se retiró la máscara y los cuernos, revelando su rostro cansado. ¿A quién engañaba? Adam era un hombre muy apuesto. No le extrañaba que hubiera una que otra que cayera a sus pies.
La diferencia de altura era más que notable, le llegaba al pecho y tenía que subir la mirada para hacer contacto visual. La luz cálida justo sobre ellos contrastaba con los ojos sombríos del primer hombre, quien no parecía tan afectado ante la cercanía que mantenían. La yema de sus dedos repasaron su barbilla, amasándola mientras se inclinaba. Tal vez debió alejarse, pero no lo hizo.
Sus labios se rozaron antes de juntarse por completo. La mano del castaño se posó sobre su cadera, acercando su cuerpo al suyo. La necesitaba lo más cerca posible. Envolvió sus brazos en su cuello, gimiendo ante la repentina intromisión de su lengua en su boca. Era cálida y resbaladiza a causa de la saliva. Mientras sus miembros bucales se frotaban entre sí, Adam la condujo hacia la habitación principal, guiándose con lo que quedaba de la luz del otro cuarto.
La soltó mientras se dirigía a la lámpara de la mesita de noche. Sus manos temblaban y le costó al menos dos intentos encenderla. La luz tenue reveló el intenso sonrojo en las mejillas de la ángel, el contorno de su cuerpo sumido en sí mismo. Parecía nerviosa, pero por su Padre que se veía tremendamente sexy.
Volvió a besarla una vez más. Comenzó a despojarla de su vestido con lentitud, el que con tanto esfuerzo había elegido para esa noche. Quería darle tiempo de arrepentirse. Al ver que no lo detenía, procedió con más confianza, desnudándola. Las temblorosas manos de la ángel se posaron sobre su entrepierna, palpando su prominente erección. No tuvo que hacer gran cosa más que acariciarlo, sonsacándole gemidos que se esforzaba por contener.
—Mañana tenemos una reunión. — mencionó distraídamente.
Estaba muy duro, ¿acaso eso era lo que provocaba en él?
—Me importa una mierda, voy a cogerte. — era difícil describirlo, pero la forma tan intensa en que había hablado mientras la miraba lograba humedecerla. Muy pocas cosas habían logrado hacerla sentir de esa manera. Excitada. Deseosa de alguien. La sangre subía por sus mejillas mientras su parte íntima palpitaba, haciéndola apretar las piernas. — ¿Cómo lo quieres, flaca?
Cuestionó él dirigiendo sus manos a su cinturón, desabrochándolo. Mentiría si dijera que no estaba emocionado como la mierda sabiendo que su fantasía más grande se haría realidad: tener sexo con aquella ángel. ____ le ayudó a bajar la tela que aprisionaba su miembro. Tenía una gota de humedad blanca sobre su punta. Le dio un somero vistazo antes de mirarlo de nuevo a los ojos.
—Qué pregunta más tonta, Adam.
En realidad no importaba. Sabía que de todos modos lo disfrutaría.
Esperó una respuesta despectiva, pero no la hubo.
Se retiró las bragas, pero no abrió las piernas. Se limitó a observar cómo Adam se masturbaba distraídamente, como esperando que ella estuviera lista. Apretó las sábanas, suspirando ante la escena tan caliente que presenciaban sus ojos. No se sentía merecedora de ella. Se acercó nuevamente para besarlo, aferrándose a su cuerpo, sintiendo la punta regordeta de su pene frotarse contra su clítoris.
Era muy suya la forma en que ella gemía. Muy femenina. La forma en que sus pechos se movían de arriba a abajo sutilmente cuando se removía, intentando tener más fricción. Tan vulnerable mientras entraba en ella. Tan frágil, como si no fuera capaz de matar pecadores en la forma en la que lo hacía. Era como arcilla en sus manos en ese momento, pudiendo manipularla en algo más que una simple subordinada.
—Adam... — gimoteó echando la cabeza para atrás, apretando las sábanas. Se sentía tan bien, no sabía explicarlo. — Te necesito.
El castaño se retiró para volver a hundirse en su interior, haciéndola ronronear cual gato. Tragó saliva duramente, con cada lenta estocada sentía sus paredes gomosas apretarse alrededor de su gruesa longitud.
No debía admitirlo, pero también la necesitaba. De una forma tan primitiva que asustaba.
Las penetraciones fueron en aumento, cada vez más rápido y rudo, cada vez más profundo. El resto de la noche se la pasaron bastante bien, practicando posiciones que de seguro Adam ya había intentado antes. Echaba la cabeza hacia atrás y escuchaba los improperios susurrados del castaño mientras se aferraba a su cuerpo regordete, pensando en la manera en que aquello terminaría con ella.
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EL LAMENTO DE LA LUNA, adam.
Fanfiction˚₊‧꒰ა 𓂋 ໒꒱ ‧₊˚ ━ te necesito aquí, para enterrar mis arrepentimientos en tus tierras fértiles y olvidarme. no puedo hablar con nadie de ti, así que lo haré con el amado fantasma que me arraiga a tu viento, esperando que, algún día, encuentres el d...