||S E I S||

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HARI

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HARI

Miro el gimnasio por unos largos minutos, apretando las correas de mi mochila cuando los chirridos de los zapatos contra el suelo llegan a mis oídos. me costó demasiado llegar hasta aquí, la presión en mi pecho sigue estando allí como un recuerdo de mis últimos días en la gloria del voleibol; es sofocante la idea de volver a jugar y el temor me ataca sin piedad alguna. Retrocedo un para de pasos al no poder soportar el estrujaniento de mi corazón y giro sobre mis talones para caminar hacia el gimnasio del equipo masculino. Soy una tonta.

Camino lentamente hacia la ubicación de mi primo sintiéndome como una reverenda mierda ¿Es en serio? Ni tocar el gimnasio sin que la sensación de opresión me abrume. Estoy tan distraída que no veo a la chica que corre en mi dirección a toda velocidad hasta que chica conmigo y por mi guardia baja, caigo al suelo raspando mi manos y rodillas en el proceso. Lo que me faltaba.

—Oh mierda—la chica toma mi mano con toda la confianza del mundo toma mi brazo ayudandome a levantar—Cuanto lo siento, tenía prisa.

—No te preocupes—escondo mis manos al ver su uniforme deportivo. Va tarde a entrenar—Estoy bien, tu sigue tu camino.

—¿En qué clase vas?

—4, de tercero.

—Mañana pasaré por tu aula. Soy Himari.

No alcanzo a negarme porque la chica sale corriendo a toda velocidad hacia el gimnasio sujetando su cabello en una coleta alta. Eso no fue para nada extraño. Debería volver a casa. Saco mi celular que milagrosamente no tiene algún rasguño y le envío un mensaje a mi primo para informarle que regresaré a casa por mi cuenta. Caminar me ayudara a pensar las cosas con mucha más claridad. Emprendo camino hacia mi hogar, la brisa del ocaso rozando mis heridas. Lucho para no quejarme, más que doloroso, es fastidioso ese ardor constante que me tortura.

Joder.

¿Cómo puedo dejarlo? ¿Cómo puedo perder el interés?

El voleibol no solo es un deporte para mí, es muy refugio, mi lugar seguro en donde puedo esconderme cada vez que quiera, o eso era lo que creia. Vino la fama y con ella la presión por ser exelente, el agotamiento físico por querer mejorar y el vacío que sentía al cumplir las expectativas de los demás; me hundí. Ya no era divertido y más que un refugio, se convirtió en una obligación.

Las lágrimas trazan un camino por mis mejillas hasta humedecer mi uniforme escolar y las personas saque pasan junto a mi me observan como si estuviera loca. No me importa; dicen que llorar limpia el alma y espero que todo aquello que me atormenta se vaya con las lágrimas. Mierda, aún lo amo, pero si regreso inmediatamente, me rompería el corazón.

Quiero volver. A la mierda. Quiero volver a sentirme completa jugando, quiero volver a sentirme emocionada, quiero volver a ser esa Hari que se divierte practicando el deporte que su padre amaba con el corazón. Carajo. Quiero volver a ser yo y no tengo ni la menor idea de que como regresar.

Entre la red y el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora