Mamá

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Al despertar, Yaoyorozu había tenido una pesadilla, la cual se confirmó al sentir todo su cuerpo destrozado, casi no sentía sus extremidades, asustándose al ver un charco de sangre bajo ella, la cual caía de su brazo, entró en pánico, tomó el teléfono de su habitación y aprovechando que su padre ya se había ido llamó a la peli morada, sin embargo se arrepintió, dejando el teléfono con manchas de su sangre. Bajo al gran salón, viendo cómo los mayordomos limpiaban todo con un pánico en sus ojos, uno de ellos se acerco, retirándole los pedazos de cristal que tenía, estaban en sus piernas, brazos y manos, al retirarlos le desinfectó las heridas y vendo cada una de ellas, viendo cómo aun seguía sangrando a través de las vendas.

—Gracias. —Una mirada sin vida y una voz sin ningún tipo de sentimiento habló.—

Al terminar de hacer todo se fueron, dejándola sola un momento, momento que aprovechó para llorar, empujando el jarrón de flores que otra vez su padre había dejado para ella, tirando las rosas que tenía este. De inmediato se arrepintió al ver el cristal en el suelo, acompañado del agua que había dentro, miro sus manos y estaban temblando, sentía que era el reflejo de su padre, era el en carne propia.

Con lágrimas en sus ojos recogió todo, colocándolo en un nuevo jarrón, al no saber qué hacer, dando todo por perdido ya, sentir que su vida estaba vacía fue a su lugar especial. Salió al patio, yendo a un lugar con muchas flores, una pequeña fuente y un cuarto bastante tradicional. Al entrar vio lo que buscaba, un retrato de su madre con velas e incienso que encendió, arrodillándose mientras juntaba sus manos como referencia hacia ella.

—Hola mamá, lamento no venir a verte tan seguido, papá ya no es el mismo de antes, extraño que me lleve al parque y me cargue en su espalda, que me compre mi comida favorita cuando estoy triste, que se preocupe por mi. —Suspiro con la voz quebrada.— Te extraño a ti, extraño tenerte cerca de mi, poderte abrazar y oler tu perfume, aquel de vainilla que tanto amabas, aún compro una botella cada que lo veo, para no olvidar tu olor nunca, por desgracia mía, ya no recuerdo tu voz, no recuerdo la última vez que me dijiste "te amo", me da miedo olvidarte, me aterra, solo quiero que vuelvas, que me digas que todo estará bien, me tomes en tus brazos y me cocines aquella comida que tanto amaba, ya nada es igual sin ti. —

Las lágrimas caían fuertemente de sus ojos, su sollozo se convirtió en llanto, pero sabía que estaba bien, su madre nunca la dejó sola y sabía que no sería la excepción. Se limpio las lágrimas y continuo.

—Bueno, conocí a una chica, es tan hermosa, tiene el cabello morado y los ojos negros, son los ojos más hermosos que jamás vi antes, si la conocieras seguro la amarías.. —Sonrió, devolviendo su brillo a su mirada.— Seguro que si, es tan amable y amorosa como tú, me recuerdas un poco a ella, ayer ella me dio un beso, jamás había sentido algo así, sentía como si hubiera tocado las estrellas por esa noche, fue como un abrazo al alma. —

Aproximadamente estuvo casi una hora hablando, finalmente apagó las velas y el incienso, con respeto salió del lugar, su brillo había vuelto, entró a la casa, dedicada a limpiar cualquier recuerdo de lo que había pasado. Otra hora se fue en aquello, después de limpiar ya no sentía tan horrible la sensación de estar en el mismo lugar del accidente. Soltó un suspiro de alegría y miro el reloj, sorpresivamente no era tan tarde, fue a tomar un baño, al salir se colocó su bata e hizo su rutina de cuidados que solía hacer después de momentos tan estresantes, sin embrago todo su cuerpo ardía y dolía al ligero contacto con cualquier cosa, incluso con el agua. Terminó su rutina, se colocó las vendas de nuevo y busco algo de ropa para vestirse, de decidió por un pantalón azul pastel casi blanco, una camisa blanca con toques azul marino y un suéter color crema con un estilo como si tejido a mano fuera. Se terminó de arreglar, viendo la hora, marcaban las 2:25, ya casi llegaría su amada, se revisó en el espejo asegurándose que ninguna de sus heridas se viera, sus vendas estaban cubiertas por el pantalón y suéter, al ver su rostro se dio cuenta de una pequeña herida en su mejilla, se colocó una curita mientras preparaba que diría si le preguntaba, de tanto pensar no se dio cuenta cuánto tiempo pasó, escuchando el timbre, bajando de inmediato con emoción, abriendo la puerta con una sonrisa de oreja a oreja.

90's || MomoJirou Donde viven las historias. Descúbrelo ahora