Capítulo 53

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Suspiré, apoyando mi cabeza en su hombro. Mis ojos luchaban contra las lágrimas que amenazaban con aparecer, y mi cuerpo trataba de controlar la tormenta de temblor que se avecinaba. Escondí mi rostro en su cuello, sus manos en mi brazo subían y bajaban, brindándome pequeñas caricias. Con delicadeza mi nariz viajó por su piel con lentitud, resoplando por el estrés. Chiara me apretó a ella, dejando un sonoro beso en mi cabello, haciéndome sentir algo de paz al sentir el tacto de sus labios. Mordí mi labio inferior, tiritando, la oscuridad estaba invadiendo mi mente, las imágenes la manipulaban. Las lágrimas se deslizaron por la piel de mi cara acompañadas de un sollozo.

La menorquina se separó de repente, dejando que mi cuerpo se desequilibrara. Me dedicó una mirada de preocupación, tomando con delicadeza los costados de mi rostro, su mar verde encontrándose con mi chocolate profundo.

- Ey, -Sus dedos acariciaban mis pómulos.- todo está bien. El juez te ha dado la razón, cariño. No volverá a hacerte daño. -Susurró, su voz suave entrando por mis oídos de manera tranquilizadora, como una melodía calmante en medio del caos.

Asentí, sabía que no volvería, el juez lo había declarado culpable y le caerían años de prisión. Pero el miedo de volverlo a ver en el futuro me aterraba. Temía que buscara venganza, y no contra mí, porque ya estaba acostumbrada, sino contra Chiara.

Ahí, sentadas en las escaleras del juzgado, el aire frío de la tarde nos envolvía. Miré a mi alrededor, la gente paseaba por la acera, los coches pasaban con rapidez. Inspeccioné que nadie estuviera grabando, no quería que un nuevo rumor se esparciera y nos volviera a poner en el centro de la tormenta.

- ¿Quieres ir a casa? Nos tumbamos en la cama y descansas un poquito. -Asentí, mirando con detenimiento como se levantaba y me ofrecía su mano con una sonrisa.- Vamos, te cuidaré.

Una pequeña sonrisa escapó de mis labios y tomé su mano. Rodeó mi cintura pegándome a ella, guiándome hacia el coche. Abrió la puerta del copiloto, empujando levemente con su mano mi espalda para que me adentrara. Se agachó inclinándose hacia mí, tomando el cinturón, rodeando mi cuerpo hasta llegar a su cierre.

- Queremos estar seguras por si hay un accidente, ¿no? -Bromeó Chiara mientras ajustaba el cinturón de seguridad.

Su tono ligero y suave alivió un poco la tensión del momento. Nos miramos con complicidad antes de que ella cerrara la puerta y se dirigiera al asiento del conductor. Estaba agradecida por su cuidado y su manera de hacerme sentir protegida en cada paso del camino.

Arrancó el motor antes de mirarme con una tierna sonrisa. Su mano se posó en mi muslo y apretó suavemente, sin ninguna intención detrás de la acción. Giré mi rostro para mirarla, encontrando su mirada cálida y reconfortante. Sin decir una palabra, Chiara se inclinó hacia mí y me besó suavemente. El contacto de sus labios contra los míos  calmó cualquier resto de tensión que quedaba en mi cuerpo. Le devolví el beso, mi mano en su nuca, acercándola más, si eso era posible.

- Te quiero mucho, ¿vale? -Soltó con suavidad cuando nuestros labios se separaron.

- Y yo a ti.

Finalmente, el vehículo avanzó, provocando que un gran ruido resonara a su alrededor, pero dentro de él, el silencio se apoderaba del espacio.

Llegamos a casa después de un trayecto silencioso, pero cómodo. Chiara aparcó el coche con destreza frente a nuestra casa, y mientras caminábamos juntas hacia la puerta, sentí la calidez de su mano en la mía.

Me acompañó hasta la habitación, donde me senté en el borde de la cama mientras acomodaba la almohada. Su mano me empujó hacia atrás, dejándome tumbada sobre el colchón. Tomó el edredón con ternura y lo extendió sobre mí, asegurándose de que estuviera perfectamente arropada antes de acomodarme con cuidado bajo las mantas. Sus manos, suaves y cariñosas, me transmitían una sensación de protección y amor que era incomparable.

Melodía del Corazón | OT 2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora