Capítulo 4

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Juegos de poder

Alastor

         —Si vas a hacer eso, querida, hazlo bien —hablé despacio contra su boca, soltando un largo, pesado y caluroso respiro sobre su nívea piel.

 Noté cómo un ligero temblor cobraba el control de su cuerpo y ella torpemente intentó ocultarlo en un abrazo.

   —No te será tan fácil conseguirlo —comentó entre risitas que le alteraron el tempo a mi corazón y atontaron a mis pulmones.

 Desgraciados, estaban respondiendo a comportamientos que no eran de mi particular gusto... pero los dejaría pasar tan solo porque era una parte más de mi meta. Me dispuse a tomar la iniciativa agarrando a su cuello con ímpetu.

   —Y a ti no te será tan fácil dejarme con las ganas —repliqué con rapidez para besarla.

 Sorprendentemente, no fue tan desagradable cómo otras veces en las que tuve que intentarlo para hacer felices a otras personas. Ella era... inexperta, lo cual me sorprendió con creces. Si bien yo estaba algo retirado del juego, intenté corresponderle de la mejor manera para hacerla sentir bien.

   —Te dije que no ibas a poder deshacerte de mí ni aunque lo quisieras... Ya con esto te vuelvo imposible a la opción, ¿eh? —negué despacio mientras le abotonaba la camisa.

 El mecanismo de defensa de Freya era reírse en los peores momentos, pero no una sonrisa y ya. Era de esas que se podían pasar treinta minutos, tranquilamente, intentando controlarse para parar y fallar de manera estrepitosa... Era triste y poético al mismo tiempo: nunca tuvo mucho por lo cual alegrarse en su vida así que, cuando lo hacía, era porque de verdad lo sentía. O porque era muy buena actriz.

 Yo ya no podía recordar al Alastor alegre que fui en algún momento de mi vida; supuse que por eso me sentí tan cómodo alrededor de Jones. Teníamos similitudes que nos unían, aunque creyésemos que no existía tal posibilidad en nuestras vidas.

   —Oye, que tenemos que volver al trabajo —le recordé y ella me devolvió una cara de agobio—. Te mandé a buscar los papeles de la contaduría, ¿los trajiste?

   —Por supuesto que sí —su tono sonaba fingidamente sorprendido—. Ya te gustaría que no lo hubiese hecho para castigarme, pero te jodiste, bonito.

   —¿Serías tan amable de pasármelos? —sonreí lentamente.

   —¿Y el programa de esta noche? —inquirió preocupada.

   —Lo haré cuando te vayas. Para evitar... Incidentes —me acomodé la corbata en su lugar.

   —Aguafiestas —dijo entre dientes para después irse—. Ya me extrañarás cuando esté en mi turno nocturno en la policía.

   —¿Si te digo que haré la presentación pensando en ti me perdonarás? —traté de sonar apenado de verdad.

   —Veremos... Decker —se giró a observarme con los ojos entrecerrados y una gran seriedad de por medio—. Veremos.

 Organicé el caos de hojas que tenía en el escritorio y unos minutos después llegó con lo que le había pedido, una taza de café para mí y una de té para ella.

   —Perfecto. Vamos a ver... —me dirigí hasta el apartado que me interesaba—. ¡Cuánto apoyo! Estas sí que son buenas noticias. Finalmente se dieron cuenta de todo lo que vale esta estación y su variada programación, ¿no?

   —Eso creo. Significa dinero para ti, para que sigas mejorando la radio así que sí —le dio un sorbo a su taza y una micro expresión con sus labios me alertó de que algo andaba mal.

El Asesino Del Ciervo (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora