Otro día más esperando ver a mi amado Noah. En esta ocasión, el encuentro tendría lugar en su casa, ya que mamá me envió allí por unos pendientes. Al llegar, lo primero que hice fue recorrer la casa con la mirada en busca de su presencia, anhelando fijar mis ojos en esa mirada que me enloquecía. Pasaron varios minutos hasta que lo vi salir del baño, con una toalla cruzada en la cadera y el pelo mojado. Mi mirada se posó en todo su cuerpo, observando cómo las gotas de agua resbalaban por su piel.
Dios, ¿qué maravilla era esa que tenía frente a mí? Por mi mente pasaron pensamientos que podrían dar lugar a toda una película. -"Hola, Maite", escuché su voz de inmediato, aunque en esos momentos mi atención estaba centrada en sus labios, unos labios que me invitaban a besarlos.
Recobré la cordura de inmediato. Aunque sabía que cualquier pensamiento romántico entre él y yo estaba prohibido, mi cuerpo reaccionaba sin poder evitar sentir ese deseo cada vez que lo veía de cerca. Entré al baño, me mojé la cara con agua fría y me recordé a mí misma mirándome en el espejo: -"Maite, recuerda que ese hombre está totalmente fuera de tu alcance". Sonreí y admití: -"Aunque no puedo evitar sentir cada vez más deseo por él".
Seguí buscando momentos para cruzar nuestras miradas y entrar en ese juego que tanto disfrutaba. Esta vez fui yo quien se aseguró de sentarse en un lugar desde donde pudiera observarlo detenidamente.
Por más que intentaba dejar de mirarlo, era imposible resistirse. Sus ojos y su piel morena me tenían completamente cautivada. ¿Estaría él sintiendo lo mismo que yo? ¿Acaso sus pensamientos se parecían a los míos? Quizás solo era yo quien interpretaba mal las señales.
Sin embargo, situaciones como la que estaba a punto de ocurrir confundían mi mente y avivaban los deseos que sentía por Noah. Esa tarde lluviosa, mientras esperaba a que cesara la lluvia para regresar a casa, nos encontrábamos solos él y yo; los demás habían salido.
Me levanté para ir a la cocina por un vaso de agua cuando un trueno repentino me asustó y caí sentada en sus piernas. Busqué instintivamente su mirada y sentí cómo ambos compartíamos un deseo irrefrenable de besarnos, olvidando lo imposible que sería cualquier relación entre nosotros.
Nuestros cuerpos se deslizaron lentamente hacia el sofá; sentía su calor rozando mi piel, percibiendo cómo la sangre bullía en nuestras venas y nuestros corazones latían al unísono con fuerza. Sus dedos acariciaban mis brazos y mi rostro; en ese momento, no había dudas de que el deseo ardía tanto en él como en mí.
Mi cuerpo ansiaba sus labios, deseaba sentirlos con una pasión abrumadora. Ambos éramos conscientes de la necesidad de mantenernos bajo control; nos separamos justo antes del anhelado beso y nos sentamos distanciados en silencio. Llegó el momento de regresar a casa, y a partir de ese instante entre Noah y yo solo existiría un único sentido: el deseo abrumador que nos consumía.
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A un amor anónimo
RomanceEsta es una historia que cuenta la pasión que hay detrás de un amor imposible.