Capítulo 2.

230 46 139
                                    

Estamos tan acostumbrados a disfrazarnos para los demás, que al final, nos disfrazamos para nosotros mismos.
—François de la Rochefoucauld.

Cuando el oficial Raichi los escuchó hablar del sospechoso, enseguida su mandíbula se tensó y su ceño se frunció

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Cuando el oficial Raichi los escuchó hablar del sospechoso, enseguida su mandíbula se tensó y su ceño se frunció.

Rememorando, fue en palabras simples que lo llamó un maldito imbécil que no quiere colaborar.

Aún no ha conocido un maldito imbécil que le guste dar su brazo a torcer, pero bueno, supone que la técnica policía malo, gritón y amenazante le había funcionado bien por el suficiente tiempo como para considerar entonces que el problemas es el sospechoso y no el oficial por no saber como proceder.

Interrogar era, por no decir lo mucho, complicado.

Se debe tener la destreza cognitiva, conocer las suficientes técnicas, los diferentes procedimientos, saber qué decir, cómo y cuándo decirlo.

Se debe, por decir lo poco, intentar jugar con la mente del sospechoso para obtener la verdad, más allá de solo hacerlos admitir su culpabilidad. ¿Cuantos entonces han admitido cosas que no han cometido? No tiene sentido llevar a prisión a un inocente o simplemente al culpable equivocado, pero una persona que no sabe cómo interrogar y simplemente empuja al sospechoso hasta dejarle como única salida admitir cualquier cosa. Es simplemente un insulto a todo el tiempo que ha estudiado para saber hacer su trabajo.

Se tiene que estudiar y mantener el control de todo lo que sucede en esa habitación porque hay muchas más respuestas que las que se dicen con la boca.

—Soy Isagi Yoichi, agente especial de la Sección de Investigación Criminal de la Agencia Nacional de Policía. —Se presenta con una ligera reverencia, haciendo algo de ruido en medio de todo el silencio de la habitación al arrastrar la pesada silla de metal frente a la mesa de interrogación. —Me haré cargo de este interrogatorio a partir de ahora.

Se sienta, coloca la carpeta con algunas pruebas justo frente a la mesa y ahora se da el tiempo de observar detalladamente al sospechoso.

Tiene el cabello oscuro, tan oscuro que casi parece negro pero la blanca y excesivamente brillante luz de la habitación ayuda a notar que realmente es un verde muy oscuro. Su piel parece estar más pálida de lo que es común, porque aunque no lo conoce, ha estado en contacto con las suficientes personas en situaciones así para notar cuando alguien no está recibiendo suficiente sangre al rostro. Trae puesto un suéter negro de mangas largas, demasiado caluroso para un día de verano, pero no es quien para juzgar su estilo aunque le parezca demasiado extraño que incluso esté usando guantes, sin dedos por lo menos, del cuello del suéter se escapa la pequeña parte de lo que parece un tatuaje como rayos negros si no alcanza a ver mal.

Tiene toda la pinta de un hombre rudo y peligroso si piensa en lo que una persona de mediana edad considera sería la apariencia de alguien de poca moral con varios  piercings en sus orejas, uno en la esquina de su labio y otro al final de su ceja izquierda. Cuando vuelve la vista al frente, solo se encuentra con un par de ojos turquesa. Ciertamente muy hermosos, aunque algo apagados por las bolsas que descansan debajo de ellos mostrando su cansancio, además de un moretón en su mejilla derecha que parecer estar pasando a un color más oscuro.

Distrito Rojo | RinSagi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora