Capitulo 2

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Dentro de la boca del lobo

Este capitulo contiene escenas violentas de maltrato. Juegos BDSM no consensuados y prostitución forzada. (Mujer forzando a un hombre) Grabación y uso de drogas.

Me desperte sin saber porqué, con cierto malestar e incomodidad. Tenía la sensación de que algo no iba bien, algo raro sucedía.

Intente abrir los ojos, pero no pude. Una venda o algo similar me tapaba la vista, impidiéndome ver lo que me rodeaba. Quise quitármela, arrancármela, pero me fue imposible. Mis brazos extendidos se negaban a moverse. Mis muñecas estaban inmovilizadas por unas telas muy apretadas, Lo mismo sucedía con mis piernas, extendidas en un ángulo de 60 grados.

No podía moverme. No sabia qué pasaba. Tenía miedo. Solo recuerdo llegar a la puerta de la huésped, ella dándome la bienvenida con nada más que una bata reveladora y un semblante muy oscuro. Ella me dejó entrar y me ofreció una bebida. Luego un mareo y por último oscuridad.

Intente gritar y pedir ayuda, pero de mi garganta sólo surgieron vagos quejidos y murmullos. Mi boca estaba llena de algo, por la textura posiblemente un calcetín o una toalla pequeña.

Durante unos eternos instantes me debati, contorneándo, luchando, intentando romper o deshacer lo que me aprisionaba, pero mi empeño resulto fútil. La huésped que me dejo así, había realizado su trabajo a conciencia. No podía liberarme, y mi temor se fue acrecentando.

Desistí. Me dedique a notar, percibir, oler, escuchar. Cualquier cosa que me proporcionara algún indicio, algún dato, sobre mi situación. Estaba tumbado sobre una superficie grande y blanda, al parecer la cama, seguía vestido casi con seguridad con las mismas prendas que tenía puestas pero sin la chaqueta, los zapatos y el pantalón; no hacia mucho frío, pero el miedo me hizo temblar; y en el ambiente se olía un aroma fuerte, raro, inidentificable, pero no desagradable.

Oi algo. El crujir de una silla, seguido de unos pasos silenciosos, casi imperceptibles, aproximándose. El terror me hizo volver a intentar escapar, con idénticos resultados que antes.

La mujer estaba a mi lado. Ya no podía oír nada más, pero la sentía, la notaba. El tiempo siguió fluyendo, tal vez segundos, tal vez minutos, sin más novedad. Sabía que me miraban, y mis lágrimas de angustia empezaron a humedecer la venda. Debí escuchar a Damian. ¿Porque siempre tomo las peores decisiones?. ¿Acaso es una tendencia el no escuchar las advertencias o los consejos?.

De repente un roce fue subiendo desde mi rodilla derecha hasta el inicio de mi suéter. Grite, aun cuando casi ni yo mismo pude escucharme. Estire los brazos, las piernas, consiguiendo únicamente dañarme las muñecas y tobillos por la rozadura de la tela.

Todo lo que intentara resultaría inútil, empezaba a darme cuenta de ello, aunque no quería aceptarlo. Luche hasta quedar agotado sin ningún resultado. Y rompí a llorar. Yo nunca había estado con una mujer, creí estar preparado mentalmente para eso algún día, pero me equivoqué. Solo quería salir de aquí.

Paso otra corta eternidad, lo suficiente para que mis ojos se secaran e intentara calmarme. Y otra vez el roce, siguiendo el mismo camino que el anterior, pero en la otra pierna. En esa ocasión mi resistencia fue menor, casi simbólica. Me rendí a las circunstancias, rezando, para que esa mujer no me hiciera ningún daño.

Las yemas de sus dedos acariciaron las rozaduras de mi muñeca derecha con cuidado, casi con cariño, y fueron bajando por mi brazo hasta el hombro. Luego, rozándome la frente. Ella estaba tocando mi cabello peinandolo, y apartandolo a un lado.
Cada roce, cada caricia, sólo le daba más fuerzas a mi miedo.

Un clic. Algo que me recordó demasiado a aquello que había ya escuchando en tantas películas, una navaja automática. Los temblores se hicieron más contundentes, el llanto regreso a mis ojos cegados. ¿Iba a matarme?. ¿cortarme el cuello y dejarme desangrár sobre su cama?. A nadie le importará que un simple portero desaparezca. Ni siquiera a mis propios padres.

Una punta metálica se apoyó en mi nariz, pinchando sin llegar a clavarse, y fue deslizándose por mi mejilla, por el hueso de la mandíbula, por mi cuello, hasta mi pecho. Un intento de suplica escapó de mi garganta, pero fue ignorado.

Lentamente mi suéter de segunda mano fue cortado por la mitad, desde mi pecho, sobre mi ombligo, hasta llegar al final. Y abierto, como si de una camisa se tratara, dejándome completamente expuesto.

Una mano suave y cálida se posó primero sobre mi abdomen y luego fue acariciando piernas, brazos, rostro... Todo lugar donde mi piel estuviera en contacto directo con el aire. Posteriormente regresó la navaja, cortándome el resto de mis prendas con inusitada rapidez en contraste con la lentitud previa. Ella me despojo de la única prenda que me protegía de su mirada evaluadora. Me dejó en boxers y medias.

-Quedate quieto - al fin hablo, dando suaves toques a mis costados. Provocando escalofríos, la piel se me erizaba por donde ella tocaba.

Todo estaba oscuro, me dolía la boca por la mordaza. Me sentía completamente despistado. No quería que me lastimara.

-Esta noche, serás mi acompañante. - Se aparto de mi y el toque fantasma persistió en mi piel. Yo no sabía dónde estaba y la falta de visión no me ayudaba a mantener la calma.

El sonido de algo siendo colocado frente a la cama me tomo por sorpresa, ella estaba acomodando un objeto pero no pude identificar cuál. Me estaba asfixiando. El aire se me iba de los pulmones.

-Portate bien y serás bien recompensado guapo.

Todo esto me hizo reflexionar. En como un chico de buena familia, estudios y un futuro prometedor termino en esta posición. Y con cierto desdén reevalue las discusiones que en ese momento sentí una afrenta a mi individualidad y libertad como persona resultaron ser meras tonterías.

Pensé en las discusiones con mis padres, fueron muchas, casi todas por cuestiones de ideología; a ellos les apasionaba el dinero y yo quería ser diferente, quería estudiar filosofía, no Derecho; quería ir a manifestaciones, no trabajar como antidisturbios.

Todo eso me llevo a abandonar la casa cortando toda relación con ellos, aún puedo recordar a mi madre llorar, yo empacando mis maletas con rigor, y lo último. La mirada de mi padre, cuando salí de casa, el taxi ya estaba esperando por mi, en ese momento la realización de todo me cayó como agua fría, era mi decisión, habia llegado a esto y no podia dar marcha atrás, pero no resistí. Voltee a ver lo que había sido mi hogar hasta ahora, la fachada, el jardín frontal, todo.

Sabía que mi padre se encontraba en su estudio observando desde el ventanal, mis ojos vagaron por toda la mansión hasta llegar a su vista verde. Sus brazos estaban tras de su espalda. Se veía serio, solemne. Él me la devolvió, había algo en ella que podía describir, era una a la que me había acostumbrado con el pasar de los años 'decepción', después de darme la contemplación más larga de toda mi vida. Giro su rostro dándome por completo la espalda.

Una parte de mi esperaba que él bajara y evitara mi ida, me abrazara y me dijera que me apoyaba en mis decisiones. Pero nada de eso ocurrió, ya han sido tres años de ese evento. Tenía en ese entonces dieciocho años.

Supongo que la vida es bastante cómica y por seguirle el chiste acabé trabajando de portero en una urbanización rica de Madrid. Y ahora me tocará ser el juguete de esta mujer.

La vida definitivamente me está pasando factura. Ya podía escuchar las palabras de mi padre

'Te lo dije'.

La relatividad del infierno se asemeja al Amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora