Ella es mi droga
—S-si, estoy bien — realmente no lo estaba. Me sentía fatal y estaba empezando a sudar mucho.
—Spencer...estás pálido, y tú tez se ve pastosa. — ella tocó mi frente — ¡Estás hirviendo!. Sudas demasiado.
Ella es especial.
Marcela era especial, su pelo teñido de rojo, no de pelirrojo, de ROJO, unos ojos verdes con heterocromia central enormes que normalmente están vacíos de maquillaje, llenos de luz, siempre con una sonrisa, la más dulce que he visto adornada por unos hoyuelos graciosísimos, con aliento a fresas gracias a la goma de mascar, nunca la habia visto sin una en la boca.
Marcela no se parecía a las otras chicas que vivían en el hotel o por lo mucho la zona, su ropa no era elegante, era casual, la mayoría consistía en diferentes modelos de vaqueros. Muchos estilos de chalecos, croptops y zapatillas. Más que todo converse. Note que sus favoritos eran unos de diferentes color. Rojo y negro.
Ella siempre me saludaba, hablaba conmigo. Me sentía como un igual junto a ella, parecía una flor que había crecido en el sitio equivocado.
—Ten — ella me ofrece su pañito de tela, era bastante lindo con los bordes tejidos. Tenía su inicial en el. Limpie mi nariz y boca, olía a perfume.
—Gracias, lo lavare antes de devolverlo. — no quería entregárselo así, lo había ensuciado con mi vomito y mocos.
—Se que lo harás, tu siempre eres tan responsable. — me sonrió y me ayudó a levantarme.
—Prometo devolverlo — aseguré de nuevo, cubriendo mi boca con el, ya que tiene mal aliento y cubro con el, no quiero que Marcela me huela.
—Hey — ella me pone el puñito frente a mi, y yo respondo el saludo casual extrañado, cuando lo chocamos. Ella extiende el puño y me muestra un caramelo. — es para el mal sabor de boca, te ayudará. Es de jengibre. No te ofrezco un chicle porque se que no te gusta mascar.
No espere y de una le quitó la envoltura metiéndolo en mi boca, Marcela es una chica buena, demasiado buena.
—Siempre me das un caramelo, ¿Sueles llevarlos contigo?.
—Yup. — dijo mientras se metía otro chicle en la boca, — trabajo de niñera, así que los llevo conmigo. Intentó llevar dulces, cada que vez que salgo por cualquier emergencia.
—¿Eres niñera?. ¿Viviendo en el hotel? — ya el malestar se me estaba disipando un poco, necesitaba hablar con el gerente. No podía ir a casa, el día me lo pueden descontar. No me preocupa mucho mi hamster. Ya que le había dicho a mi vecina que lo cuidara por mi.
—¿ Que te puedo decir?. Me encanta ganar mi propio dinero.
Y así hablamos de todo un poco de camino la hotel, de vez en cuando. Me daban mareos. Pero Marcela estaba allí conmigo.
(...)
—¿Donde estabas? — cuando Marcela y yo nos acercamos al hotel, Damian, me intercepto alarmado. — el gerente está echo una furia, Ya que no te encontrabas en tu puesto. Intente decirle que estabas muy enfermo pero le valió una cagada.
Eso hizo que el malestar regresará, sentí que volvería a vomitar. Y no quería hacerlo.
—Spencer, ¿estarás bien?. — Marcela pregunto muy preocupada, ella tocaba suavemente mi brazo. — Si quieres puedo hablar por ti, mi tía es una huésped cinco estrellas y la respetan mucho.
—No, no es necesario. No quiero que te metas en problemas por mi culpa. — no quise que Marcela se involucrara en esto, estaba más que seguro que no la tomarían en cuenta ya que es solo una adolescente de dieciocho años. Apenas universitaria.
—No te preocupes — le aseguro — tienes mi número, puedes escribirme por Whatsapp o telegram. Si ocurre algo te lo haré saber. Además, no me pueden despedir ya que tengo que devolverte el pañito ¿Recuerdas?.
Cuando Marcela me miró, supe allí que posiblemente sería una mentira. Me iban a despedir, terminaré en la calle, y si no lo hacen tendría que volver a ser el juguete de esa mujer, Claudia. Marcela me miró, se sentía eterno, su mirada inusual me era extremadamente familiar, no quería pensar mucho en eso. La voz y mirada de Marcela se endureció.
—Me asegurare de que te traten bien — dijo tajante. Entrando al hotel, Damian y yo quedamos anonadados por su actitud, ella no suele tener un aire tan maduro.
—Sera mejor que entres, yo te cubro — Damian dijo al cabo de unos pocos minutos que Marcela se retirará. Y en silencio así lo hice. Cuando ví la cara del Gerente, supe que no me iba a librar.
—¿Se puede saber que te paso?
— el hombre acomodaba un montón de papeles de apariencia importante, sellando y doblando.—Tuve que vomitar, perdón señor. — necesitaba verme lo más sumiso posible, no necesitaba armar un escándalo. Al gerente suele gustarle regañar en zonas públicas, humillar a los empleados de bajo nivel, eso lo hacía sentir poderoso. Sin mencionar su constante acoso a las empleadas femeninas, las amas de llaves le tienen mucho miedo.
—No puedes trabajar en ese estado tan lamentable. —El gerente suspiro y se frotó las sienes con cansancio.— vete a descansar, no quiero que enfermes a ningún Huésped importante.
El gerente me despidió con una cierta molestia. La gente nos miraba con cuatela, unos con discreción otros no tanto, murmullos sobre mi incompetencia en mi trabajo llegaron a mis oídos. Hicieron que mis ojos se cristalizaran un poco. También me enfermo, joder.
—Si señor...— me estaba retirando cuando me detiene en seco.
—Espera — volteo a ver qué quería el molesto gerente que solo actuaba por la burocracia. —me dejaron un mensaje. La señora Montoya quiere que vayas a su suit a las ocho de la noche.
Mis ojos casi se salen de mis cuencas. ¿Esa mujer quiere que vuelva después de todo lo que me hizo?.
—No tengo que decir que la señora Montoya es una huésped muy apreciada en el hotel. ¿O si?. Dependiendo de tu actuación se estimara tu importancia en tu trabajo.
El gerente levanto una ceja, no tenía que ser un genio para saber a qué se refería. — Ella suele jugar con algunos de los muchachos, pero la mayoría no pasa de una noche, tienes la suerte de que solicitará tus servicios nuevamente.
No creí que el gerente fuera consciente de las prácticas de algunos huéspedes del hotel. Pero. ¿A quien engaño?.
Sería una mentira si dijera que no.
—Quiere que te pongas eso.
Me tendió una bolsa y lo último que me dijo fue la gota que derramó el vaso.
—¡Ah! Y ¿Spencer?. — dándome la más cordial y perlada sonrisa, exclusiva para los huéspedes. Una sonrisa amable que no coincidía con sus palabras — No olvides sonreír.
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La relatividad del infierno se asemeja al Amor
Fantasy"Encuentra lo que amas y deja que te mate" con esas simples palabras de Bukowski todo comenzó. Spencer, un simple portero que no coincidía con las expectativas de sus padres, tuvo que abandonar su hogar desligándose por completo de su familia. Vivie...