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Luego de un mes las cosas entre la tatuadora sin tatuajes y la pintora sin pudor estaban exactamente iguales.

Freen llegaba al mediodía para dibujarla, iban al sucio departamento de la pintora a las cinco y, finalmente, la misma se encargaba de llevar a Rebecca hasta su casa.

Se besaban de vez en cuando. A veces eran besos tímidos, fugaces, tiernos. Otros se tornaban intensos, pasionales, lujuriosos.

Aun así, lo suyo no había avanzado más que eso. No tenían un título ni momentos ardientes sobre el sofá. No tenían charlas incomodas con los padres de Rebecca ni escapadas secretas de la tienda de tatuajes,

Eran dos chicas que se gustaban, pero que al mismo tiempo temían lo que pudiera suceder después.

—¿Quieres salir a cenar? —Preguntó Freen mientras se concentraba atentamente en la frase de Harper Lee que aún continuaba en su pared. Había algo en ella que a la pintora parecía gustarle demasiado, pero Rebecca no entendía qué era eso.

Rebecca, quien estaba guardando sus cosas para irse del estudio luego de un largo día de trabajo, se acercó a ella para rodearle la cintura con los brazos.

—No lo sé. Todo depende de quién me invite —Jugueteó al mismo tiempo en el que le besó la mejilla. La pintora sonrió como idiota.

Suspiró.

¿Cómo podía alguien como Freen Chankimha quererla de esa forma? ¿Cómo podía la perfección en persona estar tan enamorada de ella?

—Te invita una tal Sarocha Chankimha. Está algo loca, o tal vez mucho, pero realmente le gustas. Además, solo por si te interesa, es increíblemente sexy —Freen rio burlona ante esta última frase y se giró para mirarla a los ojos, provocando millones de reacciones indescriptibles en Rebecca al sentir posarse dos orbitas miel en ella—. Ya quisiera yo ser la afortunada, Becky...

Rebecca rio. Se sentía muy afortunada de tenerla en su vida.

—Entonces aceptaré. No voy a desaprovechar tan buena oportunidad.

***

Dentro del sucio pero lujoso auto de Freen, mientras se dirigían hacia el restaurante de sushi donde siempre tenían sus citas, Rebecca recibió una llamada de May.

—¿Sucede algo? —Preguntó de inmediato. Intuía que algo no estaba bien, pues hermana adoptiva no era partidaria de llamadas. Ella prefería escribir textos con muchos emojis adorables.

Confirmó sus sospechas cuando escuchó un sollozo tras la línea.

—Zee termino conmigo, Becca. Me dejó. Estoy sola en el cine, todos me mirar raro y no he traído dinero para irme —Se escuchaba devastada. Su corazón, sin duda, había sido destrozado—. Te necesito, Becca.

Y escuchar a alguien como May en un estado tan deplorable le hizo saber que debía estar allí para ella.

—Estaré allí pronto. Palabra de hermana.

Y así finalizó la llamada.

—¿Sucede algo? —Freen casi parecía preocupada.

—¿Puedes olvidarte del sushi y llevarme al cine?

—¿Veremos una película infantil? —De no haber estado tan preocupada por su hermana, Rebecca se habría reído por su expresión llena de inocente felicidad.

—Freen, no...

—¿Prefieres algo para mayores? ¿Traficantes, explosiones y chicas de grandes pechos suena mejor para ti? —El semblante inocente ahora se había llenado de perversión.

La tatuadora de libélulas | Freenbecky |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora