La tatuadora de libélulas | Freenbecky |

9

Las cosas en casa no fueron mejores.

Rebecca llegó completamente destrozada. Intentó llorar en silencio de camino a su habitación para que nadie la escuchara, y durante quince minutos lo único que pudo hacer fue sollozar contra su almohada.

Lloraba por su corazón roto, por ella, por New, porque tenía un montón de cosas en la cabeza. Lloraba porque quería llamar a alguien, pero al mismo tiempo sabía que Freen se lo había prohibido por una razón.

Lloraba porque le dolía, pero sabía que no podía comparar nada de eso con la forma en la que Freen se sentía.

No sabía cómo ella se sentía.

Se preguntó cuántas veces una situación como esa había afectado la vida de Freen. Se preguntó si alguien lo sabía. Se preguntó cuántas cosas escondía.

—¿También has tenido un mal día?

Habría reconocido la voz de Fay en cualquier lugar o situación, pero debía admitir que el tono triste acompañando sus palabras no era algo típico en ella.

A veces Rebecca olvidaba que las otras personas también podían tener días malos.

—¿Quieres un abrazo? Yo necesito uno también —Ofreció la mayor, quien lloraba bajo las mantas de la otra litera inferior.

Rebecca corrió hacia ella. Sabía cuánto podía ayudar a un abrazo, y en esos momentos ambas parecían necesitar mucha ayuda.

—¿Por qué lloras, Fay?

Preguntar también ayuda. Lo sabía.

—Si tú me dices tus razones yo te diré las mías.

Rebecca suspiró y se limpió las lágrimas. Era un buen trato para ella, y no podía negarse ante uno en esa situación en la que se sentía tan culpable y destrozada.

Si tan solo no hubiese ido ese día.

Si tan solo no hubiese aceptado ese jugo de cajita.

Si tan solo no hubiese tirado de la chaqueta de aquel hombre.

Todo era su culpa. Lo sentía. Aun así, Freen había estado dispuesta a protegerla de New.

Era su culpa. Lo sentía. Aun así, quien sufría no era ella.

—Es Freen.

Aun no quería hablar del resto. No estaba lista para ello.

—¿Y tú por qué lloras?

Fay la miró, y había un corazón roto en sus ojos.

—Billy y yo terminamos.

***

Recibió un mensaje de texto esa noche. Podía escuchar los sollozos de Fay, quien estaba siendo consolada por May, a solo unos pasos, pero en ese momento otra persona también estaba rota.

Y no era precisamente la tatuadora.

"Estoy bien" Fue lo primero que le escribió la pintora, pero realmente no lo parecía. Quien está completamente bien no lo dice, sabía Rebecca. Quien está completamente bien solo lo está.

"¿Qué te hizo, Freen?"

"Estoy bien, Becky" Incluso por mensajes sus preguntas eran ignoradas.

"Tienes que denunciar algo así. Lo que sucedió no es legal, Freen, y tampoco es bueno para ti"

"No te preocupes por nada de esto. Por favor"

Pero lo hacía.

"¿Cuántos clientes como él tienes? ¿Cuantas veces han sucedido cosas así, Freen?" Estaba desesperada por saber.