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Si Freen no hubiera estado fumando contra su auto, Rebecca no habría reconocido el vehículo.

Solo había estado dentro de él una vez, y cuando lo hizo era de noche, así que no pudo detallar con exactitud el exterior.

Ahora que los rayos del sol del atardecer lo iluminaban la tatuadora podía darse cuenta de que era de los costosos, pero a la pintora parecía importarle poco, pues había manchones, abolladuras y tierra estropeándolo.

—Solo por si te interesa, Becky, creo que te ves hermosa hoy.

Sonrió con nerviosismo ante el cumplido. Freen, complacida por su reacción, abrió la puerta del copiloto y le dio la mano para ayudarla a pasar.

Su cigarrillo fue a parar al suelo.

El interior del vehículo no estaba mejor que el exterior: había manchas en los asientos, envoltorios en el suelo y trastos en la parte trasera.

Era un completo asco.

—Espero que te guste mi chiquero... —Murmuró la pintora al entrar al auto. No se veía avergonzada, sino orgullosa.

—No importa lo que yo piense. Seguirás teniéndolo así.

—En eso tienes mucha razón —Aceptó por una risa nerviosa.

Freen se colocó el cinturón. Rebecca también lo hizo. El auto se encendió, pero no se puso en marcha.

—... ¿Cómo estás, Freen? —La pregunta escapó de sus labios de la nada.

Ella, como en los viejos tiempos, simplemente prefirió ignorarla.

—¿Leíste a Howe?

—Freen... —Insistió con frustración. La quería, y por esa razón necesitaba respuestas.

—Sé que no has tenido mucho tiempo, pero es una lectura ligera y...

—¡Freen!

Aun así, aunque la miró y con seguridad notó la preocupación en sus ojos, continuó evadiendo aquella pregunta.

—¿Leíste a Howe, Becky?

Terminó cediendo con un suspiro. Sabía que no podía presionarla.

—Lo siento. No tuve tiempo...

Lo cierto era que lo sucedido con Fay y Billy, el trabajo y los pensamientos que tenía sobre Freen siendo poseída por un hombre asqueroso, todo por su culpa, no le habían dado el tiempo que necesitaba para siquiera abrirlo.

Había estado muy ocupada sufriendo por la gente que la rodeaba como para intentar entender a un loco.

—Prometo que lo leeré en cuanto pueda, Freen. Yo... realmente lo siento.

—En realidad solo te lo di para que leyeras un pasaje del libro que marqué con rotulador... Es una tristeza que ni siquiera notaras esto.

Pero, aunque lo hubiera notado, sabía que no habría podido concentrarse en leerlo. Muchas cosas habían pasado esos días como para detenerse a pensar en un sin sentido.

Aun así, no se lo dijo. Freen tenía sus propios sufrimientos, y no quería que los hiciera a un lado por los suyos.

Intentando compensar su falta de compromiso abrió el libro, encontrando casi de inmediato el tan mencionado pasaje.

—¿Puedes leerlo en voz alta? Me encanta...

La tatuadora asintió. Era lo menos que podía hacer para disculparse por haber abandonado al lunático Howe.

"El unicornio se enamoró del dragón, y para ser correspondido se comportó como dragón. Ya no hacía magia con su cuerno y su pelaje ya no brillaba. Y un día el unicornio se miró al espejo y vio que ya no era él, y el dragón lo miró y no lo reconoció"

La tatuadora de libélulas | Freenbecky |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora