Prólogo

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«Eso no es soñar —solía decir mi abuela—. Eso es que tu alma está inquieta».

Mis padres estaban convencidos de que tenía un sueño ligero y que por eso no descansaba bien. Pero, en realidad, mi abuela tenía razón. Me daba la sensación de que estaba ahí, a mi lado, cada vez que cerraba los ojos e intentaba conciliar el sueño. Por la mañana, nada más despertarme, me obligaba a lavarme las manos, igual que hacía ella.

Y durante todo el proceso, mientras me frotaba las manos hasta casi dejármelas en carne viva y me las secaba con una toalla, no dejaba de chasquear la lengua. «Eres de los que vagan sin rumbo —murmuraba a veces entre dientes—. Tu alma hace que tu cuerpo deambule, hace que te pierdas.» Nunca me quitaba ojo de encima, ni cuando salía disparado del cuarto de baño, ni cuando me vestía para ir a clase. Incluso después de haber cerrado la puerta, la oía regañándome: «¡Deja de deambular por ahí, jovencito! ¡O un día, cuando menos te lo esperes, no volverás a casa!».

Y entonces mis sueños se transformaron en pesadillas.

Mi abuela estaba casi ciega cuando murió, pero era la única que podía ver quién era realmente.

Hasta que conocí a Aaron.

Hello Neighbor Colección 1-3Where stories live. Discover now