Bradley

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La primera ves que sentí sentimientos por otro hombre fue en mi primer año de universidad.

Como toda relación, empezó por una amistad basada en nuestra pasión por el patinaje. Era algo extraño. Un día, mientras patinaba en aquel circuito, lo vi, y a partir de ese momento, inconscientemente, siempre iba todos los días a la misma hora. Pensaba que esta emoción de verle se trataba de admiración, pero fue hasta que él dio el primer paso que empecé a dudar de mí mismo.

No diré que fue bueno ni malo, después de todo éramos dos ignorantes descubriendo su homosexual en una sociedad conservadora. Pero sin duda nos hicimos mucho daño. Creamos una codependencia uno del otro, dónde nos odiábamos, pero nos pertenecíamos. Los resultados de esas emociones se vieron reflejados en los últimos juegos X.

— ¿Puedes escucharme? — Mientras despertaba escuchaba una voz femenina hablándome. — ¿Cómo te llamas?

— Bradley — Al despertarme, empezaba poco a poco a recordar lo que había sucedido en los juegos. — ¿Dónde estoy?

— Estás en cuidados intensivos, estabas en una competencia y al finalizar te desmayaste, y otro integrante de tu equipo salió herido. — ¿Habla de Tanque? — No debería de preguntar por él, después de todo, yo provoque que se lastimara. — ¿Donde se encuentra? Necesito verlo.

— Tranquilo, tómalo con calma solo es cuestión de unas horas, mientras estarás bajo observación para poder darte de alta.

— Está bien.

Pasó el tiempo y fue hasta la mañana siguiente que pude localizar la habitación de Tanque. Sin embargo, no me atreví siquiera a preguntar por su estado de salud. — Soy patético.

— Yo diría que eres un idiota. — Al reconocer esa voz grave, mi corazón empezó a palpitar, y mi cuerpo comenzó a sudar por el miedo a enfrentarlo. — ¿Qué, no piensas voltear a verme? — Tenía tanto miedo de verle que cuando sentí un peso extra en mi cama, rápidamente volteé y ahí estaba él, enfrente de mí, viéndome en silencio. — Mírame cuando te hablo.

— Lo siento, lo siento mucho, no quería... — Iba a decirle que no fue mi intención lastimarlo, que no medí las consecuencias de mis actos, pero al entender que mi motivación en ese momento solo era ganar, me di asco. — Yo solo...

— Chico, ambos estábamos centrados en ganar a toda costa. — Sentia que estaba hablando con alguien diferente al escuchar la palabra "chico", salir por su boca. — Pero, para serte sincero, yo solo pensaba en ganar, como tú, así que no te culpo. — El escucharlo hablar tan despreocupado me causaba confusión.

Antes de que él siguiera hablando, la habitación se volvió por un segundo en un silencio absoluto, para después él continuar hablando.

— Escucha está claro que hemos rebasado nuestros propios limites.

— Si, además siendo honesto, no quiero continuar con esto. — Al soltar ese comentario, pensé que reaccionaria, sin embargo, solo se encogió de hombros, causando que mi confusión se transformará en enojó. — No se en que momento empecé a odiarte. — Al fin había dicho en voz alta algo que me estaba ocultando a mí mismo.

— Pienso igual. — Nuevamente, el silencio invadió la habitación, hasta que Tanque dijo: — ¿En qué momento nos empezamos a odiar tanto para no querer estar juntos, pero ser incapaces de estar separados?

— No lo sé. — Al entender lo que estaba pensando y que este sería el final, decidí tomar la iniciativa. — Lo siento mucho, Tanque, pero no te quiero a mi lado. Si seguimos juntos, esto acabará mucho peor de lo que ya es. — Trataba de mantenerme en calma para que mis lágrimas no salieran, pero se escapaban recorriendo mis mejillas

— Sí, es lo mejor. — Decía Tanque mientras se dirigía a la puerta, pero antes de salir por completo de la habitación, mencionó: — Lo siento por confundirte, Bradley. Si eres gay, está bien, pero a mí me gustan las mujeres.

Esa mañana fue la última ves que vi a Tanque, y con él se fue esa codependencia y odio que sentía por él. Sin embargo, lo último que dijo me sacudió tanto a tal punto de entender que nadie iba a comprenderme sin primero juzgarme.

A pesar de estar bien de salud, no volví a la universidad. No quería saber nada al respecto. Pasé la mitad de ese año sin hacer nada de provecho y la otra mitad trabajando, y fue así como paso el tiempo. Los sucesos de los juegos fueron perdiendo su fama, al igual que el equipo Gamma a tal punto de desaparecer.

Lo único que no desapareció fue mi condición.

En mi tiempo trabajando, estuve en diferentes lugares. Sin embargo, era hora de enfrentar la universidad, pero antes de volver por completo, decidí trabajar en la cafetería "Bean Scene". Era una forma semi segura de enfrentarme con todos los estudiantes que me conocían. Y no fue la excepción; al socializar el trabajo, tuve algunas trabas para entrar, pero me aceptaron.

Mis primeros días trabajando en "Bean Scene" fueron inevitablemente una confrontación con mi pasado, más bien, alguien con quien no tuve un buen comienzo.

"La chica capuchino" o Beret Girl, era una presencia constante en la cafetería. Siempre sentada en la misma mesa, escribiendo en su cuaderno o dibujando en su libreta. Su estilo único y su actitud relajada la hacían destacar. Una noche, mientras limpiaba las mesas, ella me llamó. En ese momento sabía que era mi oportunidad para empezar desde cero.

Mientras me acercaba, ensayaba en mi cabeza lo que diría, pero al notar la postura rígida de la chica, no pude evitar ponerme a la defensiva.

— Hola. ¿Qué te gustaría...?

— ¿Qué te trajo de nuevo aquí Barley? — Antes de siquiera terminar la frase, directamente me interrogó sin dejar su postura rígida. — Nunca me imaginé que tú serías quien tomaría el puesto de trabajo. — Aunque hablaba con un tono rudo, su voz era tranquila, y eso hizo que me avergonzara de haber tomado una postura defensiva segundos antes. — ¿Estás bien? Te vez algo rojo de la cara.

Demonios. — ¿En serio? ¡No me había dado cuenta! — Dije mientras me cubría el rostro.

— Vaya, así que el chico ex popular, ahora es un chico tímido.

Al escucharla fue inevitable perder el control. — De ninguna manera, chica capuchino, solo estoy acalorado. Si piensas que por esto que está pasando me siento avergonzado, estás equivocada. — Solté el comentario casi gritando.

— ¿Todo bien por aquí? — Mierda mi jefe.

— Sí, todo bien no te preocupes, Al. Fue mi culpa.

Antes de alejarse, mi jefe sentí unas palmadas en mi hombro a modo de advertencia. — Lo siento mucho, no fue mi intención alzar la voz. — Me disculpé en voz baja mientras miraba fijamente los detalles de mi libreta donde apuntaba las órdenes.

— Beret.

— ¿Disculpa? — Arqueé una ceja por su respuesta abrupta.

— Me llamo Beret, no "chica capuchino". — Al terminar la frase alzó su mano.

Al ver su mano esperando la mía, deje de observar la libreta para tomarle la mano. — Lo siento Beret. — Al devolverle el apretón de manos, ví una ligera pero sincera sonrisa de su parte. Creo que es un buen comienzo.

Luego de soltar nuestra manos, con un tono tranquilo me pregunto: — Por lo general a esta hora cierra Al. ¿Te parece ir a caminar?

Era sorprendente la postura tan madura que estaba tomando Beret para hablar conmigo, yo que en su momento la hice enojar y le dí un sobreapodo con malas intenciones en el pasado.

Con un tono emocionado, pero no tan evidente para ocultar mi emoción, dije: — Claro, dame un momento en lo que ayudo a mi jefe a cerrar. — No sabía que Beret fuera así.

Porque Somos Nosotros | 𝑴𝒂𝒙 × 𝑩𝒓𝒂𝒅𝒍𝒆𝒚 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora