Alcohol y ¿Qué más da?

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La fiesta estaba muy bien movida. Los chicos sosteniendo sus copas de licor, pasando a través de la multitud bailando y cantando las clásicas del rock ochentero oyéndose desde los parlantes enormes como torres inmensas y mágicas. La noche prosigue con completa normalidad, los tragos abren un agujero de felicidad, éxtasis y satisfacción; el viento cálido entrando por los portones enciende la emoción de los muchachos guapos coqueteando con las damas del recinto.

A mí en lo personal me gusta el buen whiskey de las grandes bodegas de Andorra y los vinos franceses cuando estoy aburrido en mi casa donde almas traviesas de placer buscan más magia de la que contienen en su cabeza amaneciendo al día siguiente con una jaqueca inolvidable; yo solo complazco a la gente, pero por dentro un negocio y una verdadera vida quiero levantar.

Una noche cualquiera me digné a salir en mi Mercedes Benz eléctrico 4x4 hacia el club Eve, un espacio de tragos, drogas, chicas, y el ambiente ideal para algunas, solo algunas fiestas movidas y agradables sin presencia de los mafiosos. Yo en particular coqueteo con los hombres ya que soy completamente gay, me encanta seducirlos y darles el encanto que a ellos no se les da y merecen tanto. Nadie me conoce porque soy un fantasma, mi corazón es el helado viento de un océano, mi cerebro es tan ágil que a la madrugada luego del acto huyo tras la salida de un astro amarillento y lleno de brillo apuntando a los edificios ladrillados con los garajes grandes para aparcar las marcas de coches más sofisticadas del país.

De esa noche no recordé a quién le pasé un fajo de billetes para entrar y después dirigirme a la barra por un ron mezclado con un whiskey. Una dama se acerca, tomándome de los hombros y comenzando a sembrar pequeños besos en mi cuello, produciendo cosquillas o escalofríos en mi nuca, como un espíritu pasar por aquel espacio. Acto seguido, la mujer me arrastra, tomando de mi torso al suyo, suplicando que vaya en dirección a la pista y bailar un par de canciones de algunos artistas españoles, mexicanos, argentinos y colombianos de reguetón.

Se trata de mi hermana, estando en el negocio de inversiones con los países árabes discutiendo o debatiendo temas de infraestructura o política, introduciéndose en la élite euroasiática, alterando y saltando leyes las cuales defienden las constituciones o parlamentos. Su nombre, Kiara y tiene un patrimonio monetario superando los ciento ochenta millones de dólares sin contar los ahorros en euros que los mantiene en una cuenta suiza.

Bailaron un poco queriendo atraer la atención de un macho elegante, alto con una riqueza descomunal y deseos de ser llevado al dormitorio toda la noche. Hasta que un sujeto sentado en la barra se levanta, deja su copa en hielo en la mesa maderera y se acerca a mí con tanta sensualidad que suelto a mi hermana, dejándola caer al suelo, consiguiendo ganar mi apuesta hecha en las horas de la mañana. Su aliento era tan sutil, eran tan sensual que ni me percato que ya plantaba mi cuerpo fornido de un metro ochenta con mi altura media de un metro setenta. Sus caricias en mis mejillas, mi pecho y mis brazos, impulsan un choque eléctrico recorriendo las extremidades y los largos tubos donde va una inmensa cantidad de sangre a las células de órganos específicos.

Alzo la vista a su rostro. Blanco, con abundante barba, ojos cafés, cejas marcadas, nariz y mentón delineados sin ninguna imperfección. Mi miembro empieza a crecer indiscretamente cuando los troncos que tiene de brazos toman mi rostro y lo arriman a sus grandes e hidratados labios, saboreando y fantaseando sabores únicos, enviando destellos a mi mente. El sabor a menta y fresa refresca mi boca inundada de alcohol, el único antídoto a una soledad interminable.

Me tomó de mi brazo fuertemente, me condujo afuera a su BYD y me llevo a un motel, lejos de su esposa e hijos esperándolos en casa, aburridos frente a la televisión esperando una fatal noticia de accidentes o agresiones físicas en la calle para ver si él estaba involucrado. A un kilómetro, aparcamos y nos metimos en una suite para cometer nuestro placentero acto, sintiendo sus brazos, su aliento, sus ojos, su boca, sus piernas y su fuerza, tirándome del cabello hacia su cuerpo caliente y seductor.

Ese turno nocturno sacó la bestialidad dentro de mí, un animal furioso encaminado a satisfacer a un solo ser humano, sometiéndome debajo de las cobijas. Era una experiencia tan especial que los gemidos interrumpieron las labores de los administrativos, yendo a calmarnos con golpes en la puerta.

A la madrugada, me fui con las prendas en mano al baño, me vestí y me dirijo a la recepción, saludando a la mujer sentada tecleando un computador sin parar. Yo no soy de pagar las cuentas, pero sí de complacer a prácticamente mis clientes.

Eivissa, un destino fenomenal, asombroso y a donde acostumbro a volar con el dinero que me gano en inversiones y negocios con los árabes de Riad o Dubái de vez en cuando. El sol despega hacia lo alto e increíbles fiestas se organizan sin control.

-Hermana.

- ¿Otra apuesta?

-En efecto.

- ¿A quién?

-A aquel hombre alto, moreno, de ojos azules y vistiendo esa divina bufanda azul.

- ¿Estás seguro?

-Sí.

-Se ve peligro, no lo sé – mientras ella lo duda me entro un trago de vodka a la boca.

-Te va a llegar las consecuencias graves de tomar mucho.

Rechazo el comentario de mi hermano y camino hacia el hombre buscando algo o a alguien. Se hallaba con tres mujeres siendo sus amigas y festejando el cumpleaños de una de ellas. El clima les favorecía porque resplandece sus pieles ante la luz y entre más me acerco, él se percataba de un seguidor cercano, de un seductor profesional.

No obstante, antes de hablar con él, una de ellas saca una pistola y me dispara sin antes nombrar a su esposo quien fue asesinado en el motel mientras se alistaba para ir a su casa. El mismo hombre con el que me acosté hace unos días fue una víctima de un asesino desconocido y esa persona produjo velozmente mi muerte.

Alcancé a ver como ese hombre de la bufanda azul era un disfraz de un guardaespaldas que dispara a otra parte de mi cuerpo que no identifico porque mi letargo se aproximaba a la rapidez del sonido, como un cohete a propulsión nuclear golpeando el aire ferozmente.

Mi hermana se despojo de su posición y se recuesta sobre mi pecho hecha en lágrimas esperando una reacción de auxilio o de lamentos. En vez de eso, me di cuenta de que desde pequeño el alcohol y mi hermana han sido mis mejores amigos, me llevaron a mi meditación profunda, convirtiéndose en una correcta elección, a una corriente sexual diferente a toda España durante mi dulce infancia, me llevaron a construir mi vida, ser feliz por un instante y arrastrarme finalmente a un ambiente hostil, de lujuria, de gánsteres, de armas, de drogas y de clubs.

Gracias a mis errores, el universo me conlleva a armar una nueva vida de riqueza, de amor puro y verdadero. Solo no tengo que pensar en el alcohol ni en desechar dinero en el sexo. Solo...

Sentirme libre y orgulloso.

Festival del Sol DoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora