Afternoon in London

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Una de las ciudades más pobladas de Europa era el centro de atención del mundo y antes de su etapa de modernización, era una urbanización donde el comercio, la cultura, la política y la economía estaba sufriendo un auge. Muy atractivo para viajar y muy costoso de vivir. A pesar de eso, Charlie y Mateo, residentes de allá desde su etapa infantil, convivieron unidos como grandes hermanos, un equipo inseparable, que fueron capaces de obtener calificaciones atractivas para varias empresas donde se separaron y nunca volvieron a verse porque gracias a su ingenio, se distanciaron a intereses particulares.

Desde su adolescencia jugando pistolas de agua, Mateo, el chico de cabello castaño claro y ojos marrones estaba tan maravillado de los sentimientos de su amigo, lo cual genero una personalidad más abierta a crear un vínculo mucho más resistente, pero asimismo admitiendo la dificultad y la personalidad cerrada de Charlie, educado desde los estándares más altos de los valores religiosos y firmes que sus padres le han estado inculcando. De hecho, ha escuchado duras críticas a los movimientos de la comunidad LGBT llamándolos absurdos y testarudos por su forma de caminar en las calles sin ningún tipo de orden en las avenidas.

Así que simplemente consiguió la vida de sus sueños que fue liderar una empresa de producción farmacéutica en Estados Unidos, logrando la consolidación estable de sus finanzas y el amor era un nudo el cual desataría estando aun soltero con bastantes pretendientes varones y femeninas. No obstante, su dinero le sorprendió a un grupo interesado en quitárselo, armando atentados queriendo acabar su progreso y su gusto por los hombres, creyéndose los orquestadores de una sociedad en plena reestructuración. A veces se encontraba estresado, sentado en su oficina, pensando en las soluciones o métodos a fin de contener o detener este problema de una vez por todas, pasando la yema de sus dedos en la frente, equilibrando el estrés emocional con respecto a una relajación nublada por el trabajo. Llegó el momento que el médico tras un infarto ocurrido en su vivienda residiendo su primo, Jacob, lo alerto de dificultades cardiacas y pulmonares pudiendo convertirse en un estado crítico en contra de su salud.

Charlie, mientras tanto, andaba comprando empresas, yendo de fiesta en fiesta apreciando a camareras trayéndole más cerveza para por fin emborracharse y meterse con ellas sin darse cuenta de que tiene como ropa colgada y acumulada demandas por no pagar pensiones de niños recién nacidos esperando aprobación amorosa de un hombre irresponsable, arrogante y soez. El alcohol, según el doctor que lo atiende puede repercutir en unas décadas si no se hacen los respectivos tratamientos para su sanación.

Tras unos meses sin avances o desarrollos significativos, los dos hombres cumplieron los 30 años y la salud fue disminuyeron en temas de calidad. Los infartos eran más seguidos o las descompensaciones debilitan su sistema respiratorio, inmune y nervioso; sus conocidos se vuelven ángeles rescatándolos de un infierno certero. Ellos ya no son los jóvenes de antes, los más atractivos de su clase, los más eufóricos de su vecindario y los más activos del hogar. Ellos como la luna cambian de faceta más seguido de lo habitual.

En una tarde lluviosa, llena de gente con sombrillas impidiendo las gotas en sus abrigos térmicos, refugiándose del otoño, un festival de hojas secas caídas de grandes cúmulos y manchas forestales sirviendo como pulmones para el planeta. Eran las seis y tanto Charlie como Mateo se fueron de su oficina apagando las luces azules emitidas del portátil, disminuyendo el brillo también desde bombillos LED instalados en el techo.

Los autobuses de Londres partirían a descargar a sus pasajeros tan pronto como se cierran las puertas de vidrio de sus edificios y el tumulto de personas adentro debe sentirse como sardinas dentro de una lata sellada hasta los dientes. El cielo se pintaba de un rojo, amarillo y naranja que colorearon a las nubes antes blancas para presenciar un hermoso espectáculo diario tan romántico como el desmembramiento del dolor ante una franqueza tan cruda y transparente que las paredes del corazón no son manipuladas demasiado.

Los dos se ponen sus auriculares blancos que rodean la figura del oído, ponen Shaw Mendes o Adele y cierran sus ojos, dejándose caer entre la multitud furiosa o quejambrosa por su jornada laboral matutina o los miles tazas de café que fueron en vano ingerirlas sin tener buenos resultados. Parece que el té le gana una vez más al café importado de Nigeria o Brasil.

Cuando desembarcaron de los autobuses rojos de dos pisos a un mismo paradero, un mismo mirador al imponente sol que se esconde, huyendo de la constante agresividad de las tormentas, aguaceros o como típicamente personas como Mateo o Charlie lo nombran: huracanes ingleses. Sus paraguas no faltaban en esa escena y sus lágrimas en pómulos saciados de felicidad estorban como paja almacenando bichos en un corral, una granja peculiarmente descuidada u obscena. El olor a césped húmedo era demasiado sin descartar muy levemente el de gasolina expulsado de los coches tradicionales dados de la época moderna.

Ellos a una distancia considerable, exactamente veinte metros, tocaban el piso y el cielo, miraban con ternura el cambio de clima o luz en el cielo cubierto actualmente de nubes escandalosamente grises, sombrías, tristes y a la vez furiosas detonando oleadas de agua sin parar hasta su objetivo haberse cumplido. No se dieron cuenta hasta que Charlie le grita al mundo, a la ciudad, al atardecer y a la vida. Mateo voltea y acto seguido se cae hacia atrás de la inmensa sorpresa que le causa volverlo a ver luego de largos años llenos de miseria, enfermedad y sufrimiento.

Charlie al tenerlo en una distancia destructiva para la unión, se acerca, caminando poco a poco, pisando el andén donde el cemento se traza y se divide en cuadros a lo largo de la calle por el cual transeúntes recorren la ciudad orgullosamente. Cada paso plantado en el suelo es un rayo de sol escondido en el oscuro horizonte, es un metro más que prosigue la luna apartándose de entre nubes, astros o estrés mental, ese mismo que tenían metidos como chip en sus respectivas cabezas.

Al entrar en una burbuja de amor, en una cercanía intima, en un recuerdo junto apareciendo recordatorios urgentes desde la niñez gritaban simultáneamente para ser oídas sus palabras, sus inconformidades y manifestarse.

La vida de Mateo estaba tan pesada, tan dudosa y negra que, abriéndose a un chico tan atractivo, gentil o paciente como Charlie lo cegó de amor, atracción y dulzura, esa dulzura sabiendo a un biscocho, un postre tan adulterado de encantos, brillos y colores. Lamentablemente el tiempo los apartó, los desanimó y entristeció y ahora con ojos llorosos están preparados para armar una vida unidos, prósperos y amándose al filo del atardecer, una estrella fugaz lanzado a millones de kilómetros brillos y esperanza de tomarse de la mano, suspirar y esperar que les depara esta nueva etapa.

Festival del Sol DoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora