003: Mi primer beso I

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10 años !

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10 años !

Anna y Georgie no dejaban de fastidiarme. De un día para otro les había entrado en la cabeza la odiosa idea del primer beso.

Era repugnante, yo seguía creyendo que eso era sólo un método para traspasarse baba. Georgie nos había confesado que un chico de la escuela le pidió un beso y que ella se lo había dado. A la semana, llegaron Anna y Emma diciendo que consiguieron que dos chicos las besaran. Y ahora esperaban mi turno. Mis labios estaban sellados, no besaría a nadie. No estaba dispuesta a correr ese riesgo, podría contagiarme alguna enfermedad, besarse era muy peligroso.

—Vamos, no tiene nada de malo. Es la mejor sensación del mundo, son como miles de mariposas en tu estómago... —argumentó Emma mientras comíamos helado en la terraza de mi casa.

Yo resoplé y me llevé una gran cucharada de helado a la boca.

—No, gracias. Paso. Y aunque quisiera, jamás lograría que alguien me besara, soy Paris la descerebrada, Paris la torpe, Paris la inútil... —podría seguir nombrando los apodos que me ponían mis compañeros, pero no quería amargarme la tarde recordando lo cruel que podían ser los niños. Melanie me decía que no les prestará atención, que nuestro padre era el jefe de ellos y que si me apetecía podía hacer lo que quisiera. Melanie se estaba transformando en una chica malvada con el correr de los años.

—Bueno, entonces con un niño que no vaya a nuestra escuela —Me dijo Anna y algo se encendió en su mirada. Note que Emma estaba con el mismo rostro cómplice, se miraron y sonrieron.

—Y que esté cerca, que te conozca y que se muera por ti. ¿Se te ocurre alguien Annie? —Preguntó Emma. Me estaban asustando, sonreían de una manera amenazadora.

—Se quien sea, no lo haré. Solo tengo diez.

—¡Paris, es normal! —exclamó Anna. Que testarudas eran mis amigas.

—¡No lo haré! —les grité —. No besaré a nadie.

—Bien, si esa es tu decisión —Emma se cruzó de brazos y miro de soslayo a Anna, quién hizo lo mismo y se pusieron de pie —. No beses a nadie, no te podemos obligar. Pero... nunca mencionaste algo sobre si un niño te besara.

—¡No, no, no, no! —les espeté.

Las corrí de mi casa y les dije con seriedad que me hablaran cuando pensaran racionalmente. A la mañana siguiente, me encontré en el desayuno con Daniel. Desde que se cambió de escuela se había vuelto más esquivó. Intenté hablarle decirle que haría sufrir a Alya, per él parecía estar en otro mundo, así que desistí y en semanas, las cosas quedaron como antes. Saludé a Vanessa, que me preparaba un tazón de cereales y pan tostado, y le dediqué una mirada fría a Daniel como unos buenos días. Sin embargo, a diferencia de otros días, él no se levantó de su silla y dejó su comida a medio terminar, sino que se quedó allí con la mirada perdida observando su cuchara.

𝐌𝐀𝐑𝐑𝐘 𝐌𝐄 | Daniel RadcliffeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora