- por todo el cariño que te tenemos, Daniel - Dijo mi padre, radiante con su traje negro que fue especialmente hecho para la ocasión - Queremos que formes oficialmente parte de esta familia. Así que este es nuestro regalo de cumpleaños, la mano de n...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
16 Años !
—Vamos, Paris. No hagas ésto—me decía mi madre, intentando controlarse, pero podía percibir en su voz que estaba totalmente desesperada tanto por la escena que estaba montando como por la vergüenza que esto le causaba.
—¡No, no me moveré de aquí! —le grité. Estaba abrazada a un árbol, mi padre y Daniel habían intentado soltarme de allí, pero no lo lograron. Me aferré con más fuerza, y no me moví mi un centímetro. Agarrón mis pies y tiraron de mi, pero tampoco afloje el agarré.
—¡Solo es una escuela de verano, Paris! —me gritó Daniel. No lo quise escuchar, sí lo había me pondría nerviosa y los brazos me flaquearían.
—¡Cállate, esto es tu culpa! —exclamé.
Algunas personas se nos quedaban mirando, nos encontrabámos a la entrada de la escuela de verano para niños matemáticos en medio del bosque. Había reprobado matemáticas y si lo volvía a hacer el próximo semestre, repetiría el año nuevamente. Así que mi maestra conversó con mis padres y acordaron que asistiría todo mi verano aquí para reforzar. Para mis padres y la escuela fue la perfecta solución a mi falta de voluntad con los números, para mí significaba una tortura.
Podría terminar agonizando si pasaba una semana ahí. Estaba segura.
—¡¿Mi culpa?! ¿Que tengo que ver yo? —me preguntó Daniel, tirando de mis pies. Mary se había unido a ayudarlos y ahora se me hacía más difícil mantener mis brazos junto al árbol.
—¡Eres más listo, me haces parecer una tonta! —le dije. Lo decía de broma, me importaba en lo absoluto parecer una tonta o una chica lista, sólo quería que me soltarán. Pero Daniel pareció pensarlo y me soltó. Se fue al lado de mi madre con el rostro serio y me miró con tristeza.
Me había creído. Era muy débil a la hora de detectar mentiras.
—Vamos. No es tan malo como piensas, harás nuevos amigos y hasta puede que te diviertas —me dijo Mary. No era tan malo si lo ponía así, lo que sucedía era que no quería amigos, con los que tenía me bastaba. Y los números jamás serían divertidos.
—¡No me soltaré, tendrán que amputarme los brazos si quieren que entré!
—Traeré la cierra —escuché que decía Melanie.
—¡Puedes encontrar novio allá, Paris! —me gritó Alice. La pequeña Alice ya tenía doce años y lo único que pensaba era en chicos, aún así me pareció gracioso su forma de intentar convencerme.
—¿Tienen problemas? —dijo alguien. Moví la cabeza un poco y vi que era un hombre vestido de militar, era mayor y en su pecho tenía insignias y medallas. A su lado iba un chico castaño y alto, aparentaba mi edad.
