Capítulo Catorce.

98 9 0
                                    

—¿Ya lo vieron? —murmulló alguien.

—¿Está aquí? —habló la damisela con voz quejumbrosa. Otras damas comenzaron a murmurar entre ellas.

—¿Cómo se atreve a venir aquí? —exclamó una.

—¿Quiere ser la vergüenza nacional también? —dijeron varias personas con soberbia.

—Cinco a la derecha y al centro es peor —pensé mientras caminaba con paso dudoso. El objetivo de esta noche, como todas, era mi supervivencia.

—Nadie importa aquí, excepto yo. Es mi noche —suspiré con soberbia.

—Oh, veamos qué tenemos aquí... —pronunció con descontento una mujer.

—¿Qué hace el bastardo aquí? —apretó su mandíbula y estrujó la refinada copa de vidrio que tenía en sus manos.

Siempre pensé que tenía una apariencia muy poco refinada para su puesto, e inclusive unas manos muy grotescas para esos guantes.

observaba con indiferencia sus gestos. Era habitual, un trato con desdén que alguna vez dolió.

—Buenas noches, madre, madame de condesado —me reverencié con elegancia, mi mandíbula se tensó como si hubiese consumido veneno. Esas palabras eran ácido en mi garganta.

‘¿Qué acaba de decir?’

‘¿Acaso quiere morir?’

‘¿Ese bastardo piensa que puede ser parte de la familia?’

La habitación era un ruidoso alboroto, pero todos trataban de parecer indiferentes como víboras serpenteando.

—¿Qué? Repítelo una vez más, cariño —dijo la mujer con una sonrisa ensoñadora.

—¿Eh? ¿Buenas noches? ¿Madre? —repetí tal y como me fue ordenado.

—Exacto, ¡eso es cariño! ¡Muy bien! —dijo aplaudiendo con dulzura.

‘¿Qué está pasando?’

‘¿La duquesa está bien?’

‘ ¿Comió algo en mal estado?’

La multitud no paraba de murmurar desconcierto.

—¿Sabes qué sería muy bueno? —preguntó la mujer.

—¿Qué cosa, madre? —murmuré con confusión.

—¡Qué no olvides tu posición de bastardo! —gritó repentinamente.

—Eww, cosa asquerosa. ¡No te atrevas a llamarme así! —la mujer me maldijo como a un insecto. Sentí cómo el frío líquido fue vertido sobre mi cabeza, al igual que un dolor punzante brotó en mi rostro.

‘¡La duquesa debe recordarle su lugar a ese insecto grosero!’

‘¡Eso es!’

‘Ese bastardo se lo merece.’

‘Muerete donde no estorbes’








—¿Cómo te fue, cariño? —preguntó una mucama de cabello rosado.

—¡Sniff! ¡Mamá, hice lo que dijiste!, pero... ¡todos me odiaron! ¡Sniff! —me apresuré a abrazar el dobladillo de su falda.

—Oh, cariño, lo lamento tanto..., pero eso no importa, lo hiciste bien —acarició la parte superior de mi cabeza con delicadeza. Mis sollozos aumentaron al momento, era vergonzoso lo ruidosos que eran.

Las manos de mi madre eran delicadas y refinadas, siempre creí que se veía como una noble digna. Pero mi padre era un tonto por no reconocerla como tal. Creí que podría darle lo que tanto deseaba.

—Madre, un día este ducado será nuestro —pensé, ansiando el futuro.

—Bien, cariño, ya sabes quién eres. La frente en alto, algún día deberás comandar en esta mansión y no puedes sollozar mientras lo haces. ¿Entiendes? —dijo la mujer, cambiando su compostura.

—¿Ah? Sí... aprenderé, mamá —dije mirando al suelo con algo de culpa.

En ese momento no sabía lo ingenuo que era, pero después de todo, solo tenía diez años en ese entonces.

¡Soy la Dama Extraña que se quedó con el Héroe!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora