Begining

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 I"Evangeline Peters"

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I
"Evangeline Peters"

"Estaba vestida de blanco, con la cola del vestido siendo arrastrada por el suelo, pasé a quedarme frente al espejo mientras, Adrian desabotonaba desesperadamente mi vestido. Deslizó el vestido bajándolo por mis hombros hasta dejar mis pechos al descubiertos y empezó a tocarme..."

1 semana antes...

Todas las mañanas me levantaba con el canto del gallo al salir el primer rayo de sol. Estaba acostumbrada a una vida de pueblo y naturaleza.
Aestéria era el lugar que siempre iba a amar, mi único hogar, los demás pueblos se me hacían pequeños comparados con ello, animales, vida, pueblerinos y trabajar día a día de sol a sol era motivacional. Incluso para mi padre que trabajaba para mantenernos a los dos, aún sabiendo que lo que ganaba en la granja alcanzaba apenas para el y yo, el vivir para Aestéria siempre sería motivación.

Me preparaba para salir, estaba desarreglada como todas las mañanas y usaba un viejo camisón blanco corto con manchas que difícilmente tapaba mis muslos. Cambié a un vestido color color salmón, no era nada especial, era una simple compra al mercado de verduras. Use unas zapatillas bajas gastadas y tomé mi cesta con monedas que mi padre dejaba todas las mañanas adentro.
—¿A donde vas? —pregunta papá.
—Pues a donde siempre —.expliqué haciendo una mueca.
—¿No vas a llevar a Marley contigo? —me miró detenidamente.
—¿A qué? —evité su mirada. Sabía de qué me estaba hablando pero no podía despedirme tan pronto, sabía cuál iba a ser su destino si llegaba a hacerlo.
—Ya hemos tenido esta conversación. El cerdo no se queda, no podemos mantenerlo. Aparte que todavía es un bebé, no quiero tomar las cosas por mis manos y hacerlo yo. Al final y al cabo es un simple animal —.se cruza de brazos esperando una respuesta.
—¡Pero no tiene a su mamá! ¿Quién lo va a cuidar como yo que no se lo quiera comer? El es pequeño, no lo puedo dejar —digo con voz lloriqueosa.
—Si se lo llegan a comer será su destino, el tuyo es llevarlo a la subasta. Es solo un animal y seguro habrán más lindos que ese cerdo —. gimoteó desesperado.
—Está bien —.refunfuñé decepcionada.
Me dirigí hacia los corrales a buscar el último cerdo que quedaba y le até una soga al cuello un poco suelta para que no apretarse. Marley me dirigió una mirada confundida.
—Yo también quiero que te quedes amigo, pero alguien aquí no puede cuidar a un pequeño cerdito —.dediqué agachada y acariciándole. Sabía que el no iba a entender jamás el porque lo vendíamos pero yo le hablaba solo por haber sido mi única compañía en casa.
Lo llevé conmigo por las calles de Aestéria sosteniendo fuerte la cuerda. Jamás lo había sacado a fuera de casa y el escuchar ruidos de carretas y caballos corriendo a su alrededor lo desconcentraba y le daba miedo. Al llegar al centro de la ciudad había una pequeña caravana con unos postores afuera bajo un arco con un puesto. Habían dos personas delante de mí y venían llegando otras 3. Una señora con un jarrón grande azul y un hombre que tenía al lado a su ternero joven.
<<No va a pasar nada>> —le susurré mirando hacia el suelo.
—¡Siguiente! —gritaron desde el puesto.
El hombre con sombrero curioso me miraba fijamente.
—¿Y tú quién eres? No recuerdo que hayas estado en la fila de aquí ayer —.arqueó una ceja.
—No, vengo por Jonathan Peters, soy su hija y vine a traer a Marley —.expliqué dudosa.
—¿Marley? ¿Quien es Marley? —pregunta.
—Marley es el cerdo, así le pusi.. —interrumpe con una tos falsa.
—Bueno, según Mr. Peters y yo acordamos que me quedaría con un 10% de lo que den por el cerdo bebé. No darán mucho ya que no es un cerdo grande y mucho menos super alimentado. Así que supongo que es algo justo para ambos. Solo tienes que firmar aquí —. Señala con el dedo la línea roja con letras pequeñas debajo.
—¿Me puede dar unos minutos o es ahora mismo? —pregunté insegura.
—Tienes 3 minutos para decidir, puedes hacerlo allá atrás, no tengo mucho tiempo, la subasta comienza dentro de unos cuantos minutos y estoy apunto de cerrar el puesto —. dice señalando detrás de la caravana cerca de las rocas grandes.
Me moví a donde las sombras con Marley, estaba desorientado y ninguno de estos lugares le era familiar. Sabía que en el algún momento mi padre decidiría darlo a otra persona. Pero yo había incorporado a Marley a la familia como alguien más. Mamá no estaba y con papá ausente todos los días necesitaba no sentirme sola. Aunque fuese un simple animal me hacía sentir más comprendida y menos abandonada.
La campana delantera de la caravana empezaba a sonar, significaba que mi tiempo había acabado y ya iba a comenzar la subasta así que apoyé en unos de los tablones de maneras de la escalera trasera y trazé mi firma perfectamente.
—¿Te decidiste niña? —oregunta con su voz gruesa estirando su mano.
—Si, es todo suyo —.repliqué emotiva. Le di la cuerda y mientras se iba Marley daba un giro mirándome y viendo que me iba a ir a casa sin el.
Camino a casa las carretas con compradores estaba llenando la ciudad y empenzando a provocar estorbos.
Súbitamente una carreta pasaba por el mercado obstaculizando el camino. Tenía bordes dorados y un forrado rojo y las puertas en un morado vino. Una de las ruedas se desprende y sale girando hacia las cajas de afuera llenas de sandías y otras frutas que salen esparcidas por toda la calle y rodando. Algunas sandías cayeron contra el suelo y me salpicaron el borde del vestido de lodo.
—¿Esta bien su majestad? —pregunta el chófer ayudando a salir al hombre dentro de la carreta.
—¿No podían pasar más lejos del mercado? No creo que haya sido tan necesario casi atropellarme —.suspiré intentando limpiarme.
—¿Sabe con quién habla usted? —cuestiona el chófer atacado.
—No se lo dije a usted, me refería a su amo tan refinado, pidiendo decirle que pasara lejos. —arrugué la nariz.
El hombre de dentro de la carreta se puso firme y me miró fijamente con expresión seria.
—¿Así le hablas a tu príncipe? ¿Con ese tono y encima irrespetuosamente? Soy el descendiente del que creó tu pueblo y el que los alimenta —.parecia hacer un tormentoso discurso.
—El príncipe de Aestéria no ha venido al pueblo desde hace muchos años, así que no intente engañarme —.repliqué enojada.
—Parece que aún no has mirado la bandera de la carreta. ¿Dime cuál es el símbolo que observas? —señaló molesto.
Decidí cerrar la boca al ver el símbolo real de Aestéria colgada de un hasta dorado. Se me quedaron viendo fijamente el príncipe y su chófer y los demás del pueblo se quedaron callados mientras observaban la expresión de mi rostro con un pequeña sonrisa burlona en la cara. Fue un momento de los que yo llamaría vergonzosos de por vida.

LA BELLA Y LA BESTIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora