V

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El día había llegado y a Maela todavía le costaba asimilar los acontecimientos de la noche anterior. Su madre le comunico acerca de su futuro compromiso, Aegon desapareció cuando despertó y Aemond... Aemond era lo que más la desconcertaba.

Maela, quien estaba arreglándose en sus aposentos, miro su reflejo frente al espejo. La princesa tocó sus labios, recordando el toque de su hermano. Aemond no solo toco esa parte de su rostro, también se atrevió a tocar sus pechos, una zona de su cuerpo que ella procuraba no tocar más de lo necesario.

Maela sabía que lo que había pasado era inaudito. Ella iba a casarse y debía mantener su integridad como princesa, debería proteger su doncellez. Aemond también lo sabía y ciertamente no parecía importarle.

Entre los Targaryen, era normal relacionarse entre familiares. Sin embargo, a Maela nunca le ha gustado Aemond. Ella quería a su hermano, lo apreciaba, más nunca pensó en él de una manera diferente. Teniendo eso en cuenta, Maela no lograba entender por qué su cuerpo reaccionó de esa manera.

Ella era inocente, más no estúpida. El comportamiento de Aemond y las reacciones de su cuerpo, le recordó a los desagradables comentarios que Aegon le hacía de vez en cuando para burlarse de ella.

Maela confiaba tanto en Aegon, que le preguntaría más tarde sobre el tema cuando tuviera la oportunidad. La princesa solo tenía curiosidad respecto a eso, más no pensaba repetir aquellas acciones con su hermano.

Ya más tranquila, Maela acomodó su cabello y el bonito vestido color verde turquesa. Ella sabía que era bonita, puesto que todo el mundo se lo ha recordado. En su opinión, la belleza era lo único que ella poseía. No sabía usar armas, tampoco tenía un dragón y su padre no la favorecía como a Rhaenyra, de hecho, ella perdió completamente el afecto de su padre cuando acuso a sus sobrinos de bastardos.

En aquel tiempo, Maela se sumergió en la tristeza, decepcionada consigo misma por haber perdido a su padre. Después de su pequeña depresión, busco refugio en los brazos de Aegon y volvió a ser la misma niña sumisa de antes.

Obedecer a su madre era la única forma de obtener amor que conocía. Y al serle obediente a su madre, estaba siguiendo indirectamente las órdenes de su abuelo, porque era la marioneta de otra marioneta.

Maela salió de su habitación, dejaría de pensar en tales cosas que solo la entristecían. Hoy era el día en que volvería a ver toda su familia unida, aunque no por los motivos que la gente pensaría. Maela llegó al salón del trono y se encontró con todos los presentes. Todos miraban con atención como su abuelo, Otto, subía al trono de hierro en lugar de su padre, el rey Viserys. Su progenitor estaba demasiado enfermo como para asistir.

Aprovechando que las miradas estaban sobre su abuelo, Maela fue con velocidad al lado de su hermano, Aegon. La princesa le sonrió a su hermano, susurrándole un "buenos días", puesto que no lo había visto desde ayer por la noche. Al Maela estar cerca de Aegon, sintió varios ojos sobre ella. Con discreción, la princesa volteó buscando al par de ojos que la observaban, sin encontrar al culpable, pero encontrándose en el proceso con su sobrino, Jacaerys.

El corazón de Maela se aceleró con solo verlo, había pasado tanto tiempo desde la última vez que se vieron. Aunque Jacaerys no parecía estar viéndola, Maela se tomó unos pocos segundos para observar a su antiguo mejor amigo. Maela se sentía como una estúpida al sentir el calor subir en su rostro. Ya no era una niña y aun así, seguía teniendo la misma reacción que siempre al mirar a Jace.

Aegon hizo una mueca al percatar la reacción de su hermana menor, así que, le pellizco el brazo para que dejara de prestarle atención al bastardo. Maela noto sus intenciones y dejo de ver a Jacaerys, regreso su vista al trono de hierro y presto atención a su abuelo, tratando de calmar su agitado corazón.

𝗬𝗼𝘂'𝗿𝗲 𝘁𝗼𝗼 𝘀𝘄𝗲𝗲𝘁 𝗳𝗼𝗿 𝗺𝗲 -𝗝𝗮𝗰𝗮𝗲𝗿𝘆𝘀 𝗩𝗲𝗹𝗮𝗿𝘆𝗼𝗻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora