El camino al infierno

Capítulo 36: Cuando el Mar es Alto

Descargo de responsabilidad: J.K Rowling posee todo. Yo, a su vez, no tengo nada.

Agradecimientos: Gracias a mi editora, Athena Hope, así como a mis betas: 3CP, DarknessEnthroned|MJ Bradley, Luq707, Regress, Thanos y Thobeobo por sus contribuciones.

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Capítulo 35: Cuando el Mar es Alto

Narcissa fue dada de alta de L'Institut Parisien de Guérison temprano en la mañana. Aunque los dolores del caos de anoche ya no la atormentaban, cada paso que daba era débil y tambaleante. Nunca en su vida todos sus músculos se sentían tan parecidos al plomo.

La ciudad parecía tan cansada como se sentía. El cielo de la mañana era gris de humo. Las nubes también estaban en las calles, flotando de piedra ennegrecida y goteando entre grietas en mampostería en ruinas. Apenas un alma estaba en su línea de visión. Esas ventanas cercanas que no habían sido destrozadas estaban casi todas cerradas o bien tapadas. Si no hubiera sido por las sirenas a todo volumen en la distancia, todo habría estado en silencio.

Esas sirenas estridentes eran una trampa que no podía evitar. Cada lamento la devolvió a la carnicería de esa noche pasada; a la vista de hechiceros que sucumbían bajo el asalto del armamento muggle, a cuerpos con capa roja que yacían en las canaletas, a locos enmascarados que bajan en masa. La mayoría de sus pensamientos se desviaron hacia dos hombres encerrados en una pelea tan feroz que ni siquiera la tierra a su alrededor había sido apta para soportar su peor momento.

Su sangre debería haberse enfriado en el recuerdo de Riddle desatando tales magias con la facilidad que la mayoría de las brujas y magos sentían mientras limpiaban su cocina.

En cambio, había un calor feroz debajo de su piel, hirviendo cada vez que recordaba al hombre detrás de esa máscara esmeralda.

Pronto, ella se calmó. Pronto habrá respuestas.

El restaurante en el que entró no tenía cicatrices. Una campana suave anunció su llegada cuando entró. Las oscuras paredes de madera y el tenue parpadeo de las velas perfumadas inclinan el lugar en un ambiente de buen gusto. Narcissa podría haberlo llamado cómodo si hubiera habido el suave zumbido de la conversación o el tintineo rutinario de los utensilios.

En cambio, hubo un silencio rígido, interrumpido solo por el sonido amortiguado de los pasos que se acercaban a través de la rica alfombra roja. "Una mesa, Mademoiselle?" preguntó la anfitriona de pelo rubio.

"No," Narcissa le dijo. "Tengo una reserva aquí. Debería estar bajo el nombre de Dorea Black."

La anfitriona hizo una reverencia con gracia a pesar de su vestido largo y azul y sus tacones altos y negros. "De esta manera, Mademoiselle." A lo largo de la pasarela bien cuidada entre las mesas, la llevaron por un pasillo con paneles de la sala principal y a través de una puerta azul claro. "Es este el invitado del que nos habló, Madame Black?"

La tía abuela Dorea levantó la vista de una inspección minuciosa de su copa de vino. "Oui, ma chère. Puedes dejarnos."

Una línea de candelabros elaborados en forma de flores de verano a lo largo del centro de la mesa separó a Narcisa de su tía abuela una vez que estaba sentada. "Me mentiste."