El Vaticano no estaba muy de acuerdo con que ellas por ser mujeres, hicieran exorcismos, pero nadie le dice que no a Sor Helena, la madre superiora del Priorato de Santa Mónica, especializado en obtener talentos y formar monjas exorcistas. Si de Priorato se trata, el de Santa Mónica es como jugar en la primera del Barcelona, así de bueno es. Claro que a veces los talentos llegan con una boca muy sucia, pero a veces Dios elige a sus mejores guerreras muy particulares que sean, para pelear sus batallas más difícil y quiénes son ellas para juzgar.
Este es el caso de Sor Claire, apodada por muchas como la "cloaca bucal" y la única compañera que la aguanta, Sor Sofía, una tierna y dulce monja todo el antítesis de Sor Claire, una descendiente directa de Constantine, el mejor cazador de demonios y de hecho, su tío.
Ahora ambas están en una humilde casa de un pueblito en España, tratando de sacar el demonio del cuerpo de un pobre desgraciado, que lleva un tiempo haciendo uso y abuso de este envase.
—Sal de este cuerpo, hijo de tu puta madre.
—Sor Claire, no debes decir malas palabras.
—Pero puedo, el señor y yo tenemos un trato, mientras yo rece y me arrepienta de corazón, él perdona mis malditos pecados.
Las cruces clavadas atrás de la cama se voltean y forman una letra "K" enorme, ambas la miran y se miran, el poseído sonríe de manera macabra.
—¿Te crees el zorro ahora? ¿De que es la "K"? de la tremenda kaka que eres.
—Claire —le dice su compañera.
—No, no, coméntanos por favor y ¿dar vuelta las cruces? Eso cualquier demonio de prescolar lo sabe manejar —al poseído se le llenan los ojos de lágrimas.
—Ay lo hiciste sentir mal —Sofía se le acerca y lo abraza.
—Pobre demonio de pacotilla. Sofía suelta a ese idiota y ven al lado mío —el poseído comienza a bajar la mano al trasero de Sofía y Claire le pone en la mano una cruz que lo quema—. Intenta tocarle el trasero de nuevo —toma a su compañera de la cintura pagándola a su lado— y te arranco la mano —Sofía voltea y comienza a discutir con ella porque no puede ni debe mutilar a los poseídos.
—¿Me van a exorcizar o no? —dice el poseído.
—¿Acaso en el infierno no te enseñaron modales? —le da un zape— Estamos teniendo una charla aquí, amigo —suspira frustrada— ¿Cómo te llamas? Voy a presentar una queja con Beliel. Cada vez estos demonios vienen con menos modales.
El poseído la mira incrédulo alzando una ceja, ella literalmente hace menos de 15 minutos, le insultaba hasta la última legión de la que desciende.
—No, no presenten una queja con él. Me hará sacar la lava seca de muro del los lamentos, de nuevo.
—Mira, dime tu nombre y dejamos todo acá. Soy razonable.
—Soy Kazael.
—Vuelve al infierno Kazael ¡Maldito malnacido, engendro de Lucifer y Lilith, pedazo de mierda, putrefacta!
—Eh ¿Puedes no insultarme? Si me lo piden con gentileza, me voy... quizás de rodillas.
—Sí, si —su compañera se arrodilla, pero la otra la levanta de un brazo—, señor demonio, Kazael ¿Puede abandonar este cuerpo?... Por favor.
El poseído se suelta tapándose un poco las piernas avergonzado con las sábanas, se acomoda la camiseta hecha girones y se pone a jugar con la tela pensando, para luego mirar a ambas con algo de pena.
—También quiero una disculpa de ella —señala a Claire—, soy razonable, me costó mucho poseer a este humano, una disculpa y me voy.
Ella mira al techo y su compañera le da un codazo, no quiere pedirle disculpas a un demonio es absurdo. Aparte la parte que más disfruta es definitivamente el insultar a estas entidades, quizás por eso se hizo monja en primer lugar, una monjita que tiene una boca más sucia que una cloaca.
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Padre nuestro
RomanceDos monjas exorcistas y un pacto con un demonia que lo cambiará todo. En situaciones desesperadas, se toman medidas desesperadas. La medida desesperada de ellas fue tener que atarse a una demonia, o ser encerrada con ella al artefacto. A veces el r...