El crimen del padre Armando

IV

Salió de la casa y a todo el pueblo le preguntó por una persona en específico.

Por Bertha.

Sofía, una de las tantas mujeres que asistían a misa sin falta, le informó que "la bruja" vivía en las orillas de Ibague que no eran más que monte y algunas casas humildes de madera, antes de salir a aquellos rumbos oscuros, quiso llamar a su casa para hablar con Beatriz pero aparecía ocupado.

Mientras tanto, en la casa Beatriz daba vueltas de un lado para otro sin poder estar en paz, buscaba mil soluciones para su embarazo hasta que la alarma del teléfono la sacó de sus pensamientos.

—¿Aló?

—Betty, mija... que bueno oírla. —escuchó la voz de su mamá al otro lado de la línea.

—Si, mamá, lo mismo digo... ¿dónde está?

—¿No le dijo el padre Armando?

—¿Decirme qué?

—El padre Augusto, el pobre creyó que se había desmayado pero en realidad había sido el infarto que ya le habían dicho pero no hizo caso.. fue una ambulancia por él a la casa.

—No... no me dijo nada, el pobre se veía muy preocupado y perdido —mintió —¿Y cómo está el padre Augusto?

—Ay, terrible, mamita... los médicos no dan esperanzas, ha caído en un coma diabético... –sollozó —Tenemos que irnos para Bogotá, acá no pueden hacer mucho por él.

—¿Y cómo se van a ir?

—¿En que más va a ser, Betty? En el avión que apenas compró hace poco... disque para "conocer el mundo" pobrecito, estaba tan entusiasmado...

—Si, ya, disculpe, lo olvidé por completo...

—Mija, ya debemos de irnos, la estoy llamando, ¿bueno?

—Si, mamá, vaya sin cuidado..

—Se me cuida mucho, Bettica..

—Claro, mamá, cualquier cosa me avisa..

—Si, mamita, hasta pronto..

Armando manejó hasta que encontró un conjunto de péquelas y sencillas casas de madera, le preguntó a una pequeña niña por el paradero de la extraña mujer que iba buscando y señaló la casa de hasta el fondo.

Tocó la puerta e inmediatamente la mujer le abrió.

—Padre... que sorpresa, ¿qué hace aquí?

—Necesito que nos saque de donde nos metió.

—Adelante... Pero...

—Cállese.

Armando entró a la humilde casa, un olor extraño que no podía descifrar inundó sus fosas nasales, vió que tenía varias fotos de diferentes santos y la casa en absoluto desorden, repleta de diferentes gatos y también llena de veladoras que eran la única iluminación en el lugar.

—Dígame, ¿qué se le ofrece? ¿Cómo puedo ayudarle?

—Le voy a decir mi primera verdad.

—¿Cómo así?

—Vea, la hija de doña Julia, Betty; está embarazada.

—¡Jesús, María y José! —exclamó intentando parecer sorprendida mientras Armando la fulminaba con la mirada.

—Bertha... ¿qué tan idiota cree que soy?

—Padre... ¿por qué me pregunta eso? ¿Usted idiota?

—Si, Bertha, yo. Sé que usted nos escuchó hablando a Beatriz y a mí en casa de Emanuel en una de las ocasiones que fue a ver a la retrasada que resguarda el estúpido ese; sé que se lo dijo a él y él al idiota de Augusto, ¿Usted quiere vernos destruidos a mí y a Betty? —susurró en un tono amenazante cerca de su oído, muy cerca.