03. Cobarde

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03. Cobarde

Suelto una respiración pesada y me dejo caer en la cama al lado del chico de pelo rapado sobre el que estaba hace unas décimas de segundo. Él suspira satisfecho y me da una sonrisa amplia antes de levantarse. La blancura del techo me parece más interesante que verle quitarse el condón y echarlo a la papelera que tiene debajo del escritorio, así que no me inmuto hasta que de reojo le veo agarrar su ropa y sé que es hora de largarme, aunque mi respiración aún está hecha un desastre por el esfuerzo físico.

—¿Quieres que te alargue en la moto? —me pregunta mientras mete una pierna en el pantalón y se vuelve hacía mí a esperas de una respuesta, yo meneo la cabeza a los lados lentamente.

No quiero que sepa donde vivo, por precaución. Y ni de coña me subo a una moto.

—He venido en el coche —añado una respuesta verbal a mi negativa para suavizarla y le dedico un par de segundos más al techo mientras recupero un poco el aliento. Aunque no pasa ni un minuto antes de que el chico se ponga la camiseta y me mire en silencio, claramente tiene prisa por tenerme fuera de aquí y realmente no me molesta.

Así funciona esto la mayoría de las veces; sexo y fuera, sin complicaciones ni charlas largas. Y estoy bien con ello. Es más fácil así y no busco nada más.

Salgo de la cama a duras penas y tomo mis bragas rojas de la silla en la que las había dejado junto al sujetador con el que van conjuntadas y mi vestido.

—Eres una fantasía —comenta mientras se pasa la mano por su barba no muy larga y me mira con un descaro que no me intimida. Le respondo con una sonrisa de boca cerrada mientras agarro el sujetador y me lo pongo sin necesidad de ayuda. Antes no solía usar, pero a los hombres les gusta, así que he acabado hasta cogiéndole el manejo a los enganches—. Espero que repitamos pronto.

Ni de putísima coña. Santo Tomás, una y no más.

Tengo las piernas cargadas porque yo he sido la que ha tenido que hacerlo todo, ¡todo!, y estar arriba de vez en cuando no está mal, pero no me gusta, ¡me canso! Además, esta ha sido una de las relaciones más sosas que he tenido. Salvo por un par de besos y chupones que me ha hecho y que de seguro han dejado marca, ha sido como hacerlo con un muñeco. En ningún momento ha intentado ser activo o hacer algo y, sinceramente, a mí me gusta demasiado que me tiren del pelo o me agarren del cuello como para conformarme con un sexo mediocre en el que el tío se echa los brazos tras la cabeza y espera que yo lo haga todo. Es aburrido.

Aunque al menos he llegado al orgasmo.

No gracias al tío este.

—Sí, claro... —¿Cómo coño se llamaba?—. Guapo. —concluyo la mentira haciendo una salvada maravillosa mientras termino de ponerme el vestido y los zapatos. Ni siquiera voy a molestarme en mirar su nombre en Tinder porque no tengo intención de volver a verlo, al menos no para follar.

Me acompaña hasta la puerta de su casa y, después de avisarme de que uno de los chupones me ha dejado marca entre el cuello y el hombro, me da un pico para despedirme y yo no busco nada más profundo.

Realmente no ha estado tan mal, el objetivo era acostarme con el chico y no pensar en el subnormal de la casa de enfrente. El orgasmo me ha venido bien, aunque el sexo haya sido pésimo.

Qué lástima, con lo guapo que era...

Cuando entro al coche y me quedo sola vuelvo a pensar en el estúpido que ha vuelto a la casa de enfrente, puede que ni siquiera haya dejado de hacerlo. Pongo música para dejar mi molesta mente en segundo plano y me miro en el espejo retrovisor el hombro para ver qué tan grande es la marca. No es ningún secreto que salgo con chicos y verme con un chupetón no va a asustar a nadie, pero no me hace especial ilusión estar marcada por un extraño.

Melodías para ella |Canciones de verano 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora