09. No somos nada

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09. No somos nada


Estamos a miércoles y llevo toda la semana haciendo lo imposible por evitar a mi vecino. He estado fingiendo que me dolía el tobillo y Lorena me ha estado haciendo el favor de sacar a Taro; por lo visto soy tan torpe que nadie se sorprendió cuando dije que me había torcido el tobillo bajando las escaleras. Era una mentira demasiado creíble.

Llevo cuatro días sin salir siquiera al patio y, pude que solo sea una paranoia mía, pero creo que la falta se sol me está afectando. Estoy de mal humor simplemente por existir.

Hoy he quedado con Jaime, no hemos hablado mucho estos días, y no ha sido porque él no lo haya intentado. Jaime es de estas personas que necesita hablar y aclarar absolutamente todo, y está bien, pero conmigo no es necesario porque no me interesa lo suficiente. Es lo bueno de nuestra relación, o al menos debería serlo; sexo sin calentamientos de cabeza ni malos rollos.

Aunque siento que eso se ha ido completamente a la mierda.

Como sea, necesito liberar tensión y estoy con las hormonas revolucionadas. Podría haber quedado con cualquiera de Tinder, pero después de la decepción del chico pelado, me da pereza. Jaime es ir a lo seguro, él lo hace justo como me gusta y en la cama nos entendemos demasiado bien.

Si tan solo no fuese tan bocazas...

Estoy sudando, pasarse la plancha por el pelo estando a más de cuarenta grados no es divertido. Y aún me falta hacerme el maquillaje.

Unos veinte minutos después estoy lista. Me he puesto unos pantalones cortos que compré hace poco y que aún no había podido estrenar, así que espero que no me salgan rozaduras en los muslos.

Jaime me ha comentado que está en su universidad porque tenía que llevar no sé qué documentación para la matrícula, así que me he ofrecido en ir a recogerle para ir a su casa que no pilla muy lejos.

Me lo ha discutido porque le gusta ser él quien me recoge y me trae siempre, pero he acabado ganado y ahora voy con la hora pegada.

No veo a mi padre antes de salir de casa, así que aviso a Lorena de que he quedado con un amigo y me voy.

Para mi sorpresa, nada más cruzar la puerta me encuentro con mi queridísima hermana de cháchara con el maravilloso vecino.

No voy a negar que me molesta.

Judas y yo no hablamos después de la llamada. Me mandó un mensaje excusándose al ver que la ignoraba y yo le dije que no importaba, pero en realidad sí que importa porque puede que sea demasiado sentida, pero lo que dijo me sentó mal.

Y ahora sigue compinchándose con el puto Ilay.

Relaja, son amigos, seguramente solo se están poniendo al día. No eres el centro del universo y no todo trata de ti.

Finjo que no los he visto y pretendo pasar de largo mientras juego con las llaves del coche, pero Miriam me saluda.

—¡Lara!

—Me están esperando —respondo sin detenerme y le hago un gesto con la mano a modo de despedida, Ilay observa en silencio. Escucho a Miriam resoplar a mis espaldas, pero no me sigue y el vecino tampoco me interrumpe, así que salgo de la urbanización y me meto en el coche para poner la música a tope, logrando que mi humor mejore considerablemente.

Quizás sea por el sol.

No tardo mucho en llegar a donde está la universidad de Jaime, así que me estaciono cerca de la puerta y le mando un mensaje para avisarle de que ya estoy aquí. Él demora unos cinco minutos en terminar lo que sea que esté haciendo y subir al coche. Antes de que pueda saludarle siquiera, me agarra del cuello y tira de mí para darme un beso superficial a modo de saludo. Eso me deja sonriendo como una tonta, nuestros cuerpos se entienden a la perfección.

Melodías para ella |Canciones de verano 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora