07. Borrachita

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07. Borrachita


Hoy todo está siendo una mierda.

Miriam me ha soltado una excusa y encima ha sido una excusa de mierda. Entiendo que no tenga ganas de salir, pero ¿qué le cuesta tener un poco de sororidad con su hermana?

Jaime se ha enfadado. Hemos follado, que eso es lo único bueno que me ha pasado hoy, pero después ha sacado el tema de pasar el finde en su casa y ha buscado soluciones para mi excusa. Mi paciencia ha llegado un límite y le he dicho que simplemente no quiero, y ha vuelto a soltarme el rollo ese de darle una oportunidad.

Me he frustrado y me he ido de su casa.

Y aquí estoy. Con demasiado alcohol en el cuerpo y ganas de llorar porque mi vida ahora mismo es un desastre.

Es viernes por la noche y estoy sola.

La idea era beber un poco y socializar, pero estoy demasiado amargada como para aguantar a nadie y eso me frustra. Llevo una hora sentada en la barra, recreándome en mi miseria mientras un grupo de chicas a mi lado parecen estar teniendo la mejor noche de sus vidas.

No me siento bien. Mi vestido es demasiado corto, la música está demasiado alta, hace demasiado calor, todo se siente demasiado.

Apuro la copa y me levanto del taburete decidida a salir a tomar el aire, pero el mareo me golpea con fuerza y necesito tomarme unos segundos para estabilizarme y poder dirigirme a la salida del local.

Fuera hace demasiado frío.

Tomo una bocanada de aire sintiendo que no es suficiente para llenar mis pulmones y me siento en el bordillo de la carretera para esperar a que se me baje un poco; así no puedo conducir.

No sé cuánto tiempo pasa, entre cinco minutos y una hora o tal vez dos. No hago absolutamente nada durante ese tiempo salvo pensar en lo mal que me sale todo y ver a la gente pasar.

—¿Lara?

Alzo la vista y observo al chico frente a mí, esforzándome en enfocar su rostro. No sé si veo tan borroso porque se me ha olvidado ponerme las lentillas o porque las dichosas copitas me la están jugando.

Al menos puedo distinguir el pelo rapado.

—Hola... No me acuerdo de tu nombre —confieso sin filtro; mi honestidad le saca una risa.

—Sí que has bebido —dice divertido, al menos piensa que no me acuerdo de su nombre por el alcohol—. Venga, te alargo a tu casa en la moto —dice tendiéndome la mano y al ver que no me muevo, se agacha y me agarra del brazo para levantarme, pero me resisto.

—Me da miedo —digo negándome. Odio las motos y tengo ganas de vomitar, así que no creo que sea buna idea. Además, como se llame no parece mala gente, pero no me quiero confiar, no deja de ser un hombre. Aunque dudo mucho que intente abusar de mí, viendo que la última vez tuve que hacerlo todo yo.

—¿Nunca te has montado en una moto? —pregunta divertido, aunque la sorpresa hace eco en su voz.

Claro que sí, pero ha pasado demasiado tiempo desde la última vez.

Resoplo ahorrando palabras y él se aparta. Me mira en silencio y suspira.

—¿Segura que no quieres que te lleve? —pregunta y yo asiento.

—Segurísima —respondo resaltando demasiado la segunda s. El chico se encoge de hombros, pero no insiste.

—A ver si volvemos a quedar.

Melodías para ella |Canciones de verano 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora